Opinión | Vinicius y Gabriel García Márquez
El día que lo iban a matar, Santiago Nasar era el único que no sabía de su destino. El domingo pasado, absolutamente todo el mundo sabía lo que iba a pasar en el Metropolitano.
Escribí este artículo la semana pasada, el viernes anterior al derbi, pero decidí archivarlo porque ¿para qué? Me parecía añadir leña a un fuego que se apagaría en cuanto pitaran el final del partido, pero me equivoqué; en vista de que el fuego no se apaga, aquí está mi punto de vista, debidamente actualizado con lo que ha sucedido esta tarde.
Hemos asistido durante días al calentamiento de un derbi que de por sí ya suele ser agitado; pero con el tiempo la diana se centró en Vinicius, todo a cuento de unos bailes que, seamos sinceros, no resultan escandalosos ni novedosos en el fútbol español.
Se ve que no ha sido suficiente que aguantara las burlas de todo un país; ahora, al parecer, tiene (tenemos) que escuchar que si marca “se va a liar”. ¡Lo fácil que hubiera resultado responder “Nuestra defensa se encargará de que no marque”!
Que al Madrid se le aplique una vara de medir diferente a la de los demás no es nada nuevo (¿alguien cree que el debate del pasillo se hubiera dado de haberse tratado de otro club?). Pero que a un chaval de 22 años se le ponga una diana en la espalda por hacer su trabajo y comportarse como lo hacen el 99% de los futbolistas (¿desde cuando hay que pedir perdón celebrar los goles?) sí me resulta novedoso. No lo es, desde luego, que se calienten los derbis.
Todo lo anterior explotó el jueves por la noche en el Chiringuito de Jugones, cuando Pedro Bravo (presidente de la Asociación Española de Agentes de Futbolistas) opinó que “si quieres bailar samba te vas al sambádromo en Brasil. Aquí lo que tienes que hacer es respetar a tus compañeros de profesión y dejar de hacer el mono”. No tiene ningún sentido entrar a discutir si la expresión “hacer el mono” es racista o no; se trata de una trampa para distraer del contexto, ese “te vas a Brasil” lapidario que despeja todas las dudas. Todo lo que se quería decir está en esas cuatro palabras. Y resulta más importante la intención (Vinicius, quietecito, no bailes) que entrar en debates gramaticales.
Y claro, Vinicius no se ha ido a Brasil, pero el corte del Chiringuito sí. Y tenemos por un lado a un chaval que no ha hecho nada, y por otro a un país de más de 200 millones de personas que ha decidido que no se toca a uno de los suyos. Neymar, Rapinha, Pelé…hasta la Federación brasileña de fútbol y el Real Madrid han salido a pronunciarse.
El día que lo iban a matar Santiago Nasar era el único que no sabía de su destino. Hoy, todo el mundo futbolístico sabe que se ha intentado poner en la diana a Vinicius. Y a diferencia de la novela de García Márquez, esta vez son muchos los que han salido a defenderle.
Así acababa mi artículo, que redacté y terminé de corregir el viernes pasado, día 16 de septiembre. Hoy, miércoles 21, la noticia es que Iñaki Ángulo afirma que El Chiringuito amenazó a Vinicius Jr. si publicaba su vídeo en respuesta a la situación. El programa ya ha amenazado con acciones legales. Unas horas antes, y les honra, el Atlético de Madrid lanzó un comunicado condenando el comportamiento de una parte de su afición.
A estas alturas queda claro el punto de mi artículo original: Vinicius no está solo, nunca lo ha estado. Seguirá sin estarlo. Sin embargo, la deriva de los acontecimientos invita a una reflexión muy seria sobre el estado del fútbol español, que no tengo claro que llegue a darse.
Foto: ÓSCAR DEL POZO/AFP via Getty Images