Casemiro, adiós señor Lobo
Apenas había transcurrido un minuto cuando James Milner hacía una entrada brutal sobre el tobillo de Karim Benzema. El futbolista del Liverpool quería dejar bien a las claras que la visita del Real Madrid a Anfield no iba a ser sencilla y a los blancos les iba a costar mantener el 3-1 logrado en la ida. Sobre el césped del mítico estadio inglés se dirimían los cuartos de final de la Liga de Campeones. Unos minutos después, Fabinho repetía la jugada. En esta oportunidad el objetivo era Casemiro.
Sin embargo, ahí acabó la fiereza inglesa. Y es que el propio Casemiro ponía patas arriba a James Milner en un balón dividido cerca de los banquillos cuando se alcanzaba el 25’. Robertson acudía a recriminar la acción al brasileño y Jürgen Klopp bramaba mientras Zinedine Zidane sonreía al fondo. La postal, inolvidable. Ambos entrenadores sabían lo que iba a pasar: el Liverpool dio un paso atrás y no volvió a dar una patada. El Real Madrid se hizo con el control del choque y estaba en semifinales.
Una muestra de lo que ha significado Casemiro para el Real Madrid ha sido su acto de despedida. Florentino Pérez cariacontecido como ese padre que ve a su hijo coger el avión que le llevará a la guerra, Carlo Ancelotti con lágrimas en los ojos y varios compañeros pensando “¿qué he hecho yo para merecer esto?”.
Porque Casemiro ha sido algo más. Era el padre que necesitaban Vinicius, Rodrygo o Fede Valverde como lo fue Fernando Hierro para Raúl e Iker Casillas. Era el hermano incansable, el pitbull que permitía brillar a Toni Kroos y Luka Modric. También ese jugador capaz de recorrer treinta metros para dar la enhorabuena a Thibaut Courtois por una buena intervención. Casemiro ha sido el señor Lobo que se encargaba de solucionar los problemas en un equipo diseñado para el disfrute y donde él se encargaba de esa parte menos vistosa que tanto agradecen los compañeros.
Al menos un asa de cada una de las últimas Ligas de Campeones logradas en los últimos años tiene grabado su nombre. Y es que en las grandes citas Casemiro crecía hasta convertirse en un gigante. Se multiplicaba, robaba balones y dominaba el tempo del partido mientras llenaba de confianza a sus compañeros, que sabían que con él a sus espaldas nada podía pasar. Era el pegamento, la argamasa. Cubría los huecos que dejaban los laterales en sus incorporaciones al ataque, unía la defensa con el centro del campo y movía los hilos, se metía a árbitros y rivales en el bolsillo. Su control iba más allá del esférico.
“Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar”, escribía Antonio Machado. Lejos de aferrarse a ellos, el Real Madrid no ha puesto trabas a la hora de decir adiós a varios jugadores muy importantes. Mesut Özil, Xabi Alonso, Ángel Di María, Cristiano Ronaldo, Raphaël Varane o Sergio Ramos pueden dar fe de ello. Ninguno de ellos volvió a sonreír tanto como lo hicieron en el Santiago Bernabéu. Todos ellos dijeron adiós y el equipo ha seguido ganando.
Casemiro se marcha ahora y los blancos seguirán levantando títulos. Está Camavinga, está Fede Valverde y se ha fichado a Aurélien Tchouaméni. Sin embargo, esto no debe restar ni un ápice de méritos a un jugador que ya está en la historia del club por méritos propios. Llegó por la puerta de atrás para jugar en el Castilla, tuvo que marcharse cedido al Oporto para mostrar su valía y devoró los campos de Portugal para ganarse un regreso. Rafa Benítez fue duramente criticado antes de su destitución por apostar por él y ha terminado por ser clave para todos los entrenadores que le han tenido a sus órdenes. Debutó con José Mourinho y Zinedine Zidane, Julen Lopetegui, Santiago Solari o Carlo Ancelotti han sabido apreciar las cualidades del ancla brasileña que a partir de ahora vestirá la elástica del Manchester United. Lo hará después de haber disputado 336 partidos de blanco, lograr 18 títulos de todos los colores y, lo más importante, ganarse el corazón de unos aficionados que no le olvidarán. La CMK ha muerto, larga vida a la CMK.
Foto: Shaun Botterill/Getty Images