#OpiniónReal | Vamos a contar teorías
Me creo en la obligación de someter a examen algunas teorías que he leído con abulia en Twitter sobre la gestión de Santiago Solari. Y lo hago precisamente en este momento, cuando el entrenador del Real Madrid se ve abocado a recibir la mayor batería de improperios y descalificaciones que uno recuerda por parte del propio madridismo. Lo hago hoy. Es necesario. Hace 15 días no lo era. Quizá movidos por la victoria ante el Atlético de Madrid y la esperanza copera, madridistas optaron por conceder el beneficio de la duda y respaldar al argentino. Ese respaldo, de ser sincero y existir, se encuentra hoy en un estado muy latente, quizá por temor a que buena parte del madridismo les señale por su falta de rigor y de exigencia.
Sin más preámbulos, procedo a rescatar las teorías más reiteradas cuando se conoce que Solari asume el mando del primer equipo. Una de ellas era «el destrozo causado» en el Castilla, incuestionable incluso para aquellos que no siguen un partido del filial. Deduzco que los que no ven el Castilla cada semana y opinan al respecto, lo hacen en función de la tabla clasificatoria, aspecto que resulta parco para analizar el trabajo de un entrenador de filial, según me han constatado otros muchos formadores.
Otra tenía que ver con la ascendencia que tenía sobre él Florentino Pérez. Se le llegó a acusar de «pelota del Presidente» y de que las alineaciones no iban tener ninguna impronta por su parte. La ignorancia es atrevida. Solari, modesto dentro de la estructura, nunca osó distraer a ningún alto cargo. Él departía con Ramón Martínez, su gran valedor. Sí, muchos detractores no saben ni quién es el tal Ramón.
En una fase intermedia las teorías reprobatorias se centraron en denunciar que Solari no era atrevido, que no era capaz de sentar a Marcelo y de dar la alternativa a Reguilón. Que era muy incisivo al decidir que Isco no tenía sitio pero que no aplicaba el mismo rasero con Bale (como si Vinicius no lo jugara todo sin importar su edad y reducida experiencia) y, sobre todo, con Marcelo.
Una teoría adicional, avalaba la necesidad de que el Solari prescindiera de Lucas Vázquez por su falta de talento. Solía acompañarse de alguna burla, aludiendo a un supuesto parentesco arcano entre el gallego y el entrenador.
Este sábado el equipo -sin que Solari lo buscara porque a personalidad no le gana nadie- el once titular aglutinó algunas de las teorías «constructivas». No estaba Lucas -me incluyo entre los que pienso que con Bale debe intentarse ante la falta de gol del equipo-, no estaba Marcelo y jugadores como Asensio e Isco dispusieron de sus minutos ante un Barcelona mediano. Yo suponía que ese once podría contentar más al madridismo.
Sea como fuere, la derrota y, curiosamente sin Lucas, la pérdida de fuerza en el juego con respecto a la Copa, no supuso que la gente echara de menos a Lucas, sino que directamente se acusará a Solari por no querer, por cerrarse en banda y por renunciar al talento.
Ante esto solo contaré una anécdota. Una persona presente en las sesiones de entrenamiento del Castilla, me revelaba que Solari tenía que cambiar los hábitos de los laterales izquierdos que subían a entrenar con el primer equipo en la época de Zidane. Detenía el entrenamiento para pedirles que no trataran de imitar a un genio, a un elegido como Marcelo. Solari tiene predilección – según me cuentan – por el brasileño. Utilizo este caso para contrarrestar a todos los que aducen que Solari no reactiva a jugadores clave.
Pensar que Solari se resigna y que «prefiere» que determinados jugadores no recuperen su nivel me resulta antológico. Un entrenador está ante la oportunidad de su vida y prefiere alejarse, supuestamente y según estas teorías, de jugadores que le podrían allanar su carrera como entrenador.
Nada más que añadir. Solo un punto. Qué esté tranquilo todo lector. Cuando Solari deje de ser entrenador mantendré lo mismo. Y, aunque sea duro para un madridista poder no ganar nada este año, le agradeceré cosas, como por ejemplo que esté realizando una transición silenciosa sin que medie de su parte ni una mala palabra hacia nadie. Un ejemplo.
Foto: El Español