Opinión | Ídolos del cuero
En realidad, creo que no me gusta el fútbol. Me gustan las historias que puede contar el balón. Quizá por eso siempre he sentido un magnetismo insalvable hacia el Real Madrid; cuenta la historia más grande de todas. Decía el poeta Pier Paolo Pasolini que el fútbol es el heredero natural del rito religioso. Popular y mitológico, en esencia.
Una ventaja que tiene el deporte sobre la religión es que los profetas, los santos y los ídolos; toda su mitología, es tangible en tiempo real. Vemos a seres humanos que una vez fueron corrientes, como nosotros identificables, elevarse a los cielos reclamando una historia digna de grabarse en mármol. Buscando el milagro adecuado que permita su beatificación. Historias por contar.
Me hace mucha ilusión ver las presentaciones de jugadores muy jóvenes en clubes enormes e históricos; la de Jude Bellingham, por ejemplo. Toda su historia está por escribir, y se le presenta como un lienzo en blanco en el lugar donde semanas antes nos despedimos de Karim Benzema; que no fue un jugador, sino una de las historias más bellas que nos ha contado el fútbol. Y fue bella porque tuvo curvas. Dudas, dramas y derrotas que regalaron contrastes a sus victorias. Soy un firme defensor de que el trauma es necesario para la evolución. El sufrimiento surge en la necesidad del cambio o mejora de una situación, porque estamos donde no queremos estar.
En esas presentaciones de jugadores jóvenes me veo a mí mismo y a millones de otros niños del mundo, plagados de futuras historias. Sueños desde las canchas de cemento de barrio, entre pases sobre la arena de la playa y chutes pasando por medio de dos mochilas. Muchos de ellos sin ser conscientes de esa obra de teatro que están por protagonizar. También le gustaba a Pasolini ir a los estadios de fútbol, no a ver el partido como tal, sino sobre todo a mezclarse en las gradas populares y entender.
Cuando estuve en el Santiago Bernabéu viendo la Final de la Champions League de 2022 en las pantallas, con mi amigo Rodri a mi derecha, varias veces me fijé en el público durante el partido. Alguna vez me giraba hacia atrás a mirar las reacciones y averiguar qué les hacía reaccionar. Aquello que les comunicaba.
Estábamos esperando al inicio del partido cuando nos enteramos de que había un retraso en el saque inicial, debido a robos y asaltos a aficionados que intentaban entrar al Stade de France. Lo comentaba con Rodri, y con un conocido presentador de la televisión española, que estaba con sus hijos a mi otro lado. Me giré:
—Por cierto, me suena tu cara, ¿eres famoso?
—Si no me conoces, supongo que no tanto…
O algo así me dijo entre risas. Le interrumpió su hijo pequeño cuando saltaban los jugadores al campo por fin, y se besó el escudo de la camiseta. La clave tras el gol de Vinícius, rematando un pase de Valverde con la fuerza de los ochenta mil aficionados que nos abrazaríamos entre nosotros segundos después.
Cada uno con historias diferentes antes de entrar al estadio, pero compartiendo la misma al salir; añadiéndola al túnel del tiempo del Tour de Bernabéu, que tuve el placer de visitar hace unas semanas con una colchonera. Se sorprendía cuando mi elemento favorito entre todos los trofeos y curiosidades expuestos en el Tour, fueron las botas gastadas con las que metió
Zinedine Zidane el mejor gol de la historia de la Copa de Europa. No tenía nada que ver con las zapatillas, sino con la historia que contaron una vez.
La historia que ponemos en manos de esta nueva generación de estrellas, y que cargarán con su peso. Los anhelos de todos los que soñamos con subirnos las medias blancas y no pasaron de sueños. Bellingham, Vinícius, Militao, Rodrygo, Valverde, Camavinga, Tchouaméni, Brahim, Fran García… aparte de, por supuesto, los que quedan por venir.
Me marcó mucho un diálogo de Asteroid City (no es la primera referencia que hago al cine de Wes Anderson), entre un actor de una obra de teatro confudido por las motivaciones de su personaje, y el director de la propia obra:
—Todavía no entiendo la obra.
—No importa. Tú sólo sigue contando la historia.
A todos ellos les recomiendo verse esta película porque llegará el día en el que no entiendan su rol dentro de la historia blanca. Pero eso no importa. Sólo tienen que seguir contándola, que de la beatificación ya nos encargaremos los aficionados.
Texto: @Cruzetus
Foto: JAVIER SORIANO/AFP via Getty Images