Opinión | El Real Madrid de las siete vidas
David Ramos / Getty Images
Los blancos se vieron por debajo en el marcador hasta en dos ocasiones y las dos veces consiguieron reponerse. Partidazo entre madridistas y cityzens, en una eliminatoria que queda abierta para la vuelta en el Etihad
El Real Madrid se enfrentó en el primer asalto al Manchester City en el estadio Santiago Bernabéu correspondiente a los cuartos de final de la Champions. La primera batalla se disputó en Chamartín y acabó siendo lo que se preveía sobre el guión: un partidazo en el que acabó sucediendo de todo de principio a fin. Con los dos mejores equipos del mundo sobre el verde del feudo madridista. Desde el recibimiento de los aficionados al bus en la llegada del Real Madrid hasta el pitido final cuando los blancos iban a sacar de banda y posiblemente ponerla en la olla. Fue un encuentro de vértigo, de alta intensidad, de táctica, de inteligencia, de contragolpes y de máxima igualdad por parte de merengues y cityzens.
Desde el minuto 1 del partido el Madrid tuvo que remar debido al golazo de falta de Bernardo Silva, con algo de fortuna tras la mala colocación de Lunin. Eso sí que no estaba prevista. Gol muy tempranero y el conjunto de Carlo Ancelotti tenía que remar para darle la vuelta a la faena. Y así fue. Empezó a gustarse el Madrid, robando en tres cuartos de campo y saliendo a correr siempre que podía, porque el City no estaba cómodo a pesar de tener el balón durante muchas fases del partido. También lo tuvo el cuadro madridista, y fue ahí, cuando los blancos supieron leer el partido a la perfección.
El empate llegó tras una posesión larguísima del Real Madrid: Kroos, Bellingham, Valverde, Carvajal… ¡y Camavinga!. Fue el francés el futbolista que se animó a golpear tras una buena conducción de balón y remató buscando la portería ‘skyblue’. Tanto dio de sí el intento que, tras golpear en Rubén Días, el zapatazo desde su casa de Eduardo se acabó colando en la meta de Ortega. Empataba el Madrid y el Bernabéu estallaba en júbilo.
Aún faltaba otro gol más, y es que tan solo un minuto y medio después, Vinicius, que se calzó las botas del mismísimo Toni para enviar una pelota en carrera a Rodrygo, dio ventaja a su compatriota para que, con mucha calma, el propio Rodrygo batiera al guardameta del Manchester City con el interior del pie derecho. Tenía dos defensores encima, pero el ’11’ blanco no se puso nervioso y con la tranquilidad pasmosa y precisa que le caracteriza para mejorar todo lo que pasas por sus botas, puso al Real Madrid por delante en la eliminatoria en apenas dos minutos. Era el 14′ de la primera mitad, quedaba un mundo todavía, pero el Real Madrid ya había resucitado. E incluso tuvo ocasiones el Real Madrid para hacer varios goles más en el primer tiempo, pero la falta de puntería madridista mantenían vivos al equipo de Pep.
Un Real Madrid que tiró de ‘coraje y personalidad’
En la segunda mitad, el equipo se encerró un poco más y se olvidó de la gran primera parte que había hecho. Y tanto va el cántaro a la fuente que al final se acaba rompiendo. Dos golazos del City -uno de Foden y otro de Gvardiol- pusieron por delante a los ingleses en el Bernabéu en un abrir y cerrar de ojos. En un partido en el que el dominador estaba siendo claramente el Real Madrid. Pero así es el fútbol.
El Real Madrid no entregó sus armas ni mucho menos porque todavía quedaba mucho partido por delante. Siguió percutiendo el Madrid y nuevamente, llegaron las oportunidades para hacer más daño al City. Vinicius tuvo una de zurda clarísima que mandó a las nubes y Bellingham, tras un regate ‘zidanesco’, chutó con la pierna izquierda y su remate se fue lamiendo el palo de la portería visitante. Quería el empate el Madrid, y finalmente, lo acabó consiguiendo.
A falta de 10′ para el final del partido, Modric -que había entrado por Kroos tras el tercer tanto del City-, comandó una contar y cedió al esférico a Vinicius, para que, con la zurda, tras mirar por el rabillo del ojo quién estaba en el área para rematar, la pusiera al segundo para la internada de Fede Valverde. El halcón blanco entró como una flecha al área y se colocó el cuerpo para empalar una volea tan preciosa como satisfactoria, golpear con el alma, y mandar a guardar a la red un golazo que ponía las tablas nuevamente en el Bernabéu. El Bernabéu entró en éxtasis y ahí murió el partido. Con el Real Madrid queriendo más y con el Manchester City resguardándose en el área para que no sucedieran más cosas.
Hasta dos veces se vio por debajo el Real Madrid y las dos veces se repuso, en el mismo partido. Posiblemente, como el año pasado, el City se escapara vivo. Pero la mentalidad y las sensaciones de este Madrid son diferentes. Ya lo dijo Ancelotti: «Si competimos así en Manchester puede pasara algo bueno». Todo queda abierto para la vuelta. El Etihad decidirá al semifinalista, pero, lo que está claro es, que el Madrid nunca muere.