Opinión | Destronado Rey
Ya dijo Rocky que la vida no tiene que ver con cuan fuerte puedes golpear, sino con cuantos golpes puedes recibir sin dejar de avanzar. La propias leyes de la naturaleza favorecen que sea más fácil caer al suelo que subir, por pura gravedad. Imaginemos pues si se ha de escalar desde un profundo abismo. O desde el mismo infierno.
Una frase se me quedó grabada del documental que hizo RMC Sport sobre la remontada al Chelsea: “los madridistas regresan desde el infierno”. El Real Madrid de esta temporada es ese personaje de leyenda que es capaz de bajar al más profundo de los infiernos, y aún así encontrar una salida. De no aceptar bajo ningún concepto la corrupción divina sobre su condición de mortal. De negar la voluntad de algo infinitamente más poderoso por puro orgullo, y además salir victorioso a pura voluntad. Tres veces.
El Real Madrid de esta temporada también es un Julien Cadazio que, armado con ochenta y tres céntimos, una nuez moscada y cuatro cigarrillos, compra ese arte que nadie más supo ver y que posteriormente el resto admirarían. Es fácil comprar, pero es difícil saber qué comprar. El verdadero valor de las cosas importantes de la vida no tiene nada que ver con ceros en una cuenta, o con petróleo en un depósito.
La lealtad de todo un ejército se compra con el sacrificio propio, no con dinero. Una vez un mercenario recibe la bolsa con monedas de oro, se olvida del emisor. Pero un hombre que se precie no olvida a quien arriesga su vida por él. Vida antes que muerte, fuerza antes que debilidad, viaje antes que destino. Liderar desde el ejemplo antes que desde la tiranía. La inspiración motiva más profundamente que el oro, por eso una idea es el parásito más resistente que hay.
El final es como el principio, la nada más absoluta. Lo único que importa al final es el viaje. Tal vez, el Real Madrid sea el mayor ejemplo de que el fin nunca justifica los medios. Y no hablo de juego, sino de sentimiento. De arte. De la capacidad de producir en el espectador el más basto rango de emociones durante noventa minutos. Para el resto de equipos, ganar la Final de la Champions es el fin, pero para el Real Madrid es sólo un medio para sobrevivir un año más. Una oportunidad más de seguir respirando. De existir un año más. Eso, tal vez, y entre otras cosas, sea lo que haya llevado a la grandeza a este equipo.
El ser humano sólo es derrotado cuando se rinde, aún perdiendo. Por eso los madridistas vuelven del infierno. Creo que decir “no traten de entenderlo” o “no se puede explicar” cuando el Madrid remonta, es frivolizar demasiado y quedarse en la superficie. Arañar la punta del iceberg. Como si sólo fuera casualidad, y yo, como madridista, me niego a ese destino. A que todo sea producto de la casualidad, y a que cualquiera pueda conseguirlo. No es cierto. Lo que nos diferencia del resto es la voluntad de vivir. Una vida más. Diez minutos más. Y luego, repetir. Es la única forma de ser eternos hasta que el tiempo nos consuma.
El Real Madrid no es místico, es indomable. Es un rey destronado y traicionado, negándose a ser vencido, que peregrina descalzo hacia París, tal vez encontrando, con buena suerte, lo que se le escapó en los lugares que alguna vez llamó hogar.
Y eso sólo se compra con ochenta y tres céntimos, una nuez moscada y cuatro cigarrillos. Ni más, ni menos.
Texto: @Cruzetus
Foto: Champions League