#Opinión | Benzema y el paraguas blanco
En las semanas como la de este último parón liguero las agencias de viajes regentadas por periodistas deportivos ofrecen jugosos descuentos para visitar un destino que, aun siendo demasiado recurrente, apenas ve mermada su capacidad de atracción. Lo llamaremos el Club de los Damnificados.
Teóricamente todos aman a la selección española, pero ya que la Liga se toma un descanso y los partidos con la Bosnia de turno no dan para mucho, aprovechemos el instante para alimentar el antimadridismo. Los malos resultados en este arranque de temporada han sido un caldo de cultivo ideal para disparar contra casi todos los miembros de la plantilla blanca, empezando por uno de los socios más antiguos de este Club de los Damnificados, un tal Karim Benzema.
En menos de un mes (el 19 de diciembre) cumplirá 31 años, lleva casi diez defendiendo la camiseta del Real Madrid, pero, intentando analizarle desde un punto de vista neutro, da la sensación de que, a juicio de la canallesca y del piperío más recalcitrante del Bernabéu, Benzema sigue siendo ese chico tímido, recién llegado, que debe que ganarse el respeto a través de actuaciones convincentes.
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Y un servidor, que de tanto huir del corporativismo casi acaba avergonzándose diariamente de compartir gremio con ciertos personajes, trata de encontrar respuestas, que a la vez sean argumentos para no quedar como el loco que predica el desierto, para tratar de eliminar tanto escepticismo a base de una realidad tan cruda como inmutable: desde tiempos inmemoriales, cualquier jugador que se enfunda la camiseta del Real Madrid está sometido a tal nivel de exigencia que ni un supuesto trato de favor del presidente o de algún entrenador compatriota (Zinedine Zidane) le puede salvar.
Pero, ¿por qué el aficionado y, especialmente, el juntaletras de turno, se empeña en pedir que Karim cumpla un rol que quizás no le corresponde? Puede que la respuesta esté en el origen de la era benzemiana. Las urgencias del periodismo deportivo por bautizar al fichaje de turno, por demostrar que sigues al detalle cualquier campeonato del globo futbolístico, aunque ni siquiera sepas cómo se pronuncia ese país, llevaron en el verano de 2009 a hacer un asociacionismo fácil, de primero de Google: si el Madrid ficha a un jugador rapado, con una potencia considerable y que tiene como ídolo a Ronaldo Nazario, para qué quebrarse más la cabeza con análisis que no le interesan a nadie. Decimos que Benzema es un goleador, un ‘9’ de toda la vida y que será la versión rejuvenecida de ‘El Fenómeno’ y salimos del paso. El chico, a pesar de no ser español, debía de caer bien, porque encima, en el primer Trofeo Bernabéu que disputa, deja un gol propio de un jugador de área. Estupendo, otro motivo más para alimentar nuestra teoría:
Han pasado nueve años desde aquella presentación galáctica en una calurosa tarde de julio y, visto a través del frío cristal de las estadísticas, Benzema ha contraído méritos de sobra para haberse ganado un hueco en el corazón del buen aficionado blanco: a nivel colectivo, ha ganado 2 Ligas, 4 Champions, 2 Copas del Rey, 3 Supercopas de Europa, 3 Mundiales de Clubes; a título individual ya es el séptimo máximo goleador de la historia del club, superando a unos tales Paco Gento y Emilio Butragueño, dos DonNadie.
Y usted, querido/a lector/a, habrá comprobado que he llevado este intento de debate hacia unas arenas movedizas donde Benzema es blanco fácil para la crítica. Sin duda, a un delantero del Real Madrid se le pueden y deben exigir mejores registros que los 5 goles que hizo el año pasado en la Liga, pero, aun a riesgo de ser tachado como un ultra, insisto: Karim no es un ‘9’, afortunadamente, es mucho más que eso, es el Sabonis de la NBA que no metía decenas de puntos, pero que se hartaba de dar asistencias, el jugador que sin ser el mejor hace mejores a sus compañeros.
Para resumen de toda esta trayectoria como delantero madridista, de este pulso de filias y fobias, pongo sobre el tapete un ejemplo que, a mi juicio, es muy representativo. La gente de memoria fácil sólo recordará que en la última final de la Champions, Benzema anotó el 1-0 gracias a la inestimable colaboración de Karius. Claro, que uno se sale de ese análisis simplista, se vuelve a mirar el partido con cierta atención, sin distraerse con chanzas a pie de barra o a golpe de WhatsApp, y descubre que un tío que llevaba el ‘9’ firmó una de esas actuaciones que demuestran por qué es indiscutible en este equipo.
https://www.youtube.com/watch?v=mSo7bwJRqfg
Ante un rival como el Liverpool, cuya presión ahogó al Madrid durante muchos minutos, que haya un jugador que no se acomode en su rol de ‘9’, que dé una opción a sus compañeros, que lea el juego de una forma tan clarividente y sea capaz de encontrar caminos donde solo hay piernas del rival, es una auténtica bendición. Si es aficionad@ al baloncesto, vuelva unas líneas más arriba para rescatar la comparación con Sabonis y ver que Karim fue en Kiev ese pívot que se convierte en base desde el poste.
Por todo lo expuesto hasta aquí, uno se alegra especialmente por partidos como el que firmó Benzema recientemente en Balaídos. Parece que el galo tiene que sumar generosas cifras goleadoras para que se dé el relieve adecuado a su nivel. Es como si al mejor chef del mundo se le criticara por no incluir hamburguesas en su carta. Y sí, Karim no se sentará en la famosa mesa de Ronaldo, Messi y… (¿está ya Griezmann?) ni falta que le hace. El de Lyon ya es historia viva de este club, le pese a quien le pese, aunque el exaltado de turno del Bernabéu le niegue el aplauso por no haber corrido un balón imposible. Esa es parte de su grandeza, seguir regalando actuaciones exquisitas bajo el chaparrón de la crítica, la del público ajeno y la del propio, porque las nubes que genera Benzema impiden que se analicen la sequía de otros. Sí, soy ventajista, y por eso recuerdo que Diego Costa lleva sin marcar en Liga desde febrero de 2018. Y que hay que remontarse tres años (¡¡¡tres años!!!) para encontrar el último tanto de Luis Suárez en Champions como visitante.
Recuerde que es otoño y que es bueno salir de casa con el paraguas bajo el brazo por si llueve. Pero nunca coja el paraguas blanco; con él, Benzema se cala, mientras otros viven muy a gusto bajo su resguardo.
Texto: Francisco Quirós Soriano
Foto de portada: ESPN