#MonstruosRM | Mi mujer, mi padre y el Mus

#MonstruosRM | Mi mujer, mi padre y el Mus

‘-Cariño, ¿de qué escribo? ¿Alguna idea?

Iba a la desesperada. La hora para entregar el artículo se acercaba y solo me quedaba el comodín de mi mujer. Para un supersticioso como yo escribir el día que el Real Madrid se juega una Copa de Europa sin hablar del partido (o haciéndolo de tal manera que mis cábalas no sufran más de lo necesario) es un reto que a estas alturas, cuando ya he agotado todos los caminos, solo puedo superar con la ayuda de mi mujer.

-Obstruyen es con y griega, ¿verdad?

La pobre no da más. Ni me ha oído. Después de estar toda la tarde corrigiendo exámenes ya ve fantasmas en cualquier palabra. Y no me extraña, hace media hora me ha comentado que un par de alumnos han conseguido que Benito Pérez “Galgos” escriba “Juan y Jacinto”. Tal cual. Ya ven, a Galdós (de casta le viene al galgo) lo meten en un canódromo y “Fortunata y Jacinta” salen del armario y cambian de sexo. Vivo yo esto semana tras semana y ostrullen se lleva mi visto bueno y un aplauso.

-Sí, cariño, con y griega. Tengo que entregar un artículo hoy mismo sobre el Real Madrid. ¿De qué escribo?

-¿Mañana no es la final?

¿Mañana no es la final?, repito, ¿Mañana no es la final? Lo ha dicho así, sin pestañear, desde el sofá donde está corrigiendo, y rodeada de exámenes que se desparraman. Mi mujer es de las que no tienen claro cuándo es la final. Hay gente así en el mundo. Existen. Y yo vivo con una de ellas. Sí, créanme, muchos llevamos contando cada minuto desde hace veinte días y a ella con “Galgos” le basta para llenar su vida.

Esperen un momentito que voy a hacer una prueba…

-¿Sabes contra quién juega el Madrid la final? –le pregunto con una sonrisa

-Contra el…Manchester.

Ven, a eso me refiero. Lo único que me falta es que “Juan y Jacinto” sean los delanteros centro.

-No, contra el Liverpool.

-Eso, contra el Liverpool. Es que los confundo. Para mi son los dos iguales. Tendrás que escribir sobre la final, ¿no?

-No puedo. Soy muy supersticioso.

-Pues entonces escribe sobre tu padre.

Hoy, olvidando por primera vez mis supersticiones y dejando de lado las sabias sentencias de Lola Flores, voy a hacer una excepción y voy a hablar (¡por fin!) del parti…de mi padre.

Conozco a personas, a veces yo mismo no me resisto a hacerlo, que en lugar de en años cuentan su vida en Copas de Europa. Mi sobrina va a cumplir seis años y ya tiene tres. Lleva un ritmo increíble. Mi padre tiene doce, que dentro del madridismo es como ser mano y tener dúplex de reyes caballos al Mus. La Primera la cumplió barbilampiño y la Duodécima un año antes de ser octogenario. Entre la Quinta y la Sexta aparecí yo, que llevo siete, algo así como tener 31 real.

Cada uno vive cada Copa de Europa como si fuese el día de su boda. Hay gente que está tan nerviosa que se pone su camiseta de la suerte del revés y gente tan tranquila a la que no le tiembla el pulso ni cuando le toca besar a la novia. Algunos llegan tarde a la ceremonia e incluso hay unos pocos que son incapaces de entrar a la iglesia y prefieren enterarse de que el Madrid ha ganado cuando les cae el arroz encima. Mi padre (tengo que hacerle caso a mi mujer y centrar el artículo más en él) lo vive de forma sosegada. Imagino que la edad lo suaviza todo aunque en mi caso cuantos más años cumplo más nervioso me pongo.

Igual llamo a mi padre y hablo con él del partido. Alguien que atesora doce Copas de Europa (a él eso de las Champions siempre le ha sonado a micología) sabe de qué va la vida. No sé, igual…si…puede…

-¿Qué tal vas? –me pregunta mi mujer sacándome de un peligroso letargo después de un par de minutos en los que me ve con el codo debajo de la barbilla, a lo Rodin.

-Regular. Estoy un poco estancado.

-¿Quieres que te ayude?

-Vale, échale un vistazo.

Me levanto, le cedo el sitio delante del ordenador y me pongo detrás de ella. Es muy capaz de encontrar media docena de obstrullen. Espero su veredicto acojonado. Suele tener buen ojo. Veo como va bajando con el ratón. Está a punto de llegar al final. De momento no ha dicho ni ha corregido nada y sinceramente no sé si eso es buena o mala señal.

-No está mal –dice levantándose cuando termina. Un poco deslavazado, le falta algo de unidad, pero no me disgusta.

En ese momento pienso en quitarme la camiseta como Cristiano y gritar pero mis michelines me frenan. No ha dicho que le guste pero tampoco lo contrario. Y estoy seguro de que si el texto no le hubiese convencido me habría dicho que empezase otro nuevo. La conozco como si me hubiese casado con ella.

-¿No empiezo nada nuevo? ¿Está bien?

-No, sigue con esto. Trabájalo un poco más.

Mi padre hizo la mili en caballería y desde entonces se le quedaron las piernas arqueadas, con forma de Copa de Europa. En los años cincuenta cuando… ¡Pero qué cincuenta, ni qué cincuenta! ¡A quién voy a engañar! ¡Que empiece el partido, por Dios!

A mi me importa un carajo el artículo, un carajo. Y a ti, que me estás leyendo, te pasa lo mismo, confiesa, sé sincero, hoy tú lees para lo mismo que yo escribo: para pasar el tiempo, para que llegue la hora, para que este tiempo que falta hasta el comienzo del partido corra lo más deprisa posible y una vez más suceda lo que tu cabeza, y la mía, y la de millones de Madridistas de todo el mundo, llevan soñando semanas y yo soy incapaz de escribir porque como bien sabes el tema de este artículo es mi mujer, mi padre y el Mus.

Texto: @FGWynne

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