La Ciudad de las Estrellas | Amar en tiempos de COVID
Hay cosas que no se pueden entender. Hay quien hace un año dejaba su pareja, dispuesto a triunfar en buena lid por los bares y aprovechar su libertad, y de repente se vio encerrado en casa por la primera pandemia desde hace cien años.
El Madrid, por su parte, estaba a 17 puntos virtuales del liderato de liga y este finde, tras ganar al Barça, se ha puesto a 1. Por no hablar de una Champions de la que realmente ya estaba eliminado al perder 2-0 en Donetsk y en la que ya avista las semifinales sin necesidad de prismáticos. Hay cosas que no se pueden entender.
El club ha llegado hasta aquí tras optar, en un mercado marcado por el COVID, por no dejarse llevar por la locura, cerrar el grifo del gasto y apostar por lo que ya se tiene.
Por eso que ya se tiene también ha optado el ciudadano de a pie. En una época en la que lo de salir a la discoteca y servirse al gusto del consumidor no ha sido posible, es importante saber elegir bien tus cartas. Me hizo gracia aquello de que en pandemia hay que arrimarse al fuego que más abrase. Que era el momento perfecto para que esas amistades donde se respiraba cierta tensión por fin se tomaran una libertad que hace tiempo merecían. Algunos incluso han recorrido el camino más sencillo, que es el de vuelta a tu ex, cosa que parece querer hacer también Cristiano, siempre y cuando le hagamos caso a la prensa. Total, más vale malo por conocer que bueno que ahora mismo ni siquiera podía conocerse. La pandemia nos ha cortado la vorágine a la que vivimos acostumbrado, en la que los proyectos son un animal en peligro de extinción. Puede ser que la necesidad en esta época nos vuelva a poner los pies sobre la tierra, aunque solo dure hasta que la vacuna haga su efecto.
Zidane, ante la dificultad, ha hecho lo mismo, ir a full con lo conocido. Por lo que sabe que ya ha funcionado. Como acabo de terminar la serie “Gente normal”, basada en el libro de Sally Rooney, se me ocurre la analogía fácil: Zidane vuelve a sus soldados como Connell vuelve siempre de algún modo a Marianne. Sus soldados son nada menos que el mediocampo que dominó Europa, Sergio Ramos (aunque ahora lesionado) y Benzema viviendo una segunda juventud y unos actores secundarios que, ante la necesidad, han dado un paso al frente en el que solo el propio Zizou confiaba. A Odegaard y Jovic, por el contrario, no los ha incluido en su plan, hasta tal punto de que ninguno de ellos juega a día de hoy en el Real Madrid.
A mucha gente esto no le ha parecido bien, pues es Zidane la única persona en la faz de la tierra que, al parecer, no puede tener gustos. No se le permite poner a Lucas Vázquez (aunque algunos de estos ayer lloraban su lesión) ni no contar con Odegaard. Está mal que le guste jugar, a veces, con defensa de 5 pero tampoco vale cuando sale con defensa de 4. Igual habría que probar jugar un día con 2 defensas, como en el futbolín. Lo mejor sería que siguiera los gustos de los demás, a poder ser mediante referéndum en Twitter. Yo nunca me he considerado un talibán de nada, pero, como Zidane y el resto del mundo, tengo mis debilidades. A saber, las chicas altas. Las de tez morena. Y todo lo que huela a Italia. Y no sabría explicar porque.
Dentro del contexto tan difícil que nos ha tocado vivir, cuando veo a Modric corriendo a defender (o poniendo en su sitio a Piqué) o a Vinicius intentando tirar del carro, me invade el optimismo. Es lo que yo espero sentir cuando vuelvan a abrir los bares hasta altas horas de madrugada: gente joven queriendo comerse el mundo y gente mayor queriendo aprovechar su último baile. Porque en el fútbol, como en la vida, como hace un tiempo dijeron Ramos y Luka, el DNI no importa. Lo que importa son las ganas.
Ganas de volver a los bares y bailar, como lo está haciendo Vini sobre la línea de cal, me sobran. Lo que no sé es qué pasará el día que, en alguno de ellos, se interese por mí una chica alta, morena y que venga de Italia. Lo imagino parecido a ver jugar en tu equipo juntos a Casemiro, Kroos y Modric, pero no logro ponerle palabras. Será que hay cosas que no se pueden entender.
Texto: @apuntesflaneur
Fotos: Imago