El Rincón de Apple Tree | La institucionalización
Ya no nos acordamos, nos hemos acostumbrado a la buena vida. Vivimos desde hace unos años entre los grandes y pensamos que lo que se consigue cada año por estas fechas es lo normal. Pero no, no es normal. Por lo menos en la historia moderna de nuestro baloncesto.
La victoria del Real Madrid en el tercer partido, ante Panathinaikos, clasificaba al equipo blanco para la Final Four de Vitoria-Gasteiz; sexta vez de Pablo Laso. Tardé un rato en darme cuenta de lo que acababa de ocurrir. Otra Final Four, otra vez a luchar por la corona europea. No hubo saltos en casa, ni gritos de alegría, ni cánticos para la ocasión. No fui consciente de lo gordo que es esto (aunque se haga habitual) hasta pasado un buen rato. Y fue a raíz de un debate tuitero al poco de acabar, recordando la clasificación para la F4 de Barcelona 2011. Viendo los vídeos que grabé desde la grada de los minutos finales del partido, me di cuenta (además de que estoy más viejo) de la emoción y alegría que desbordaba la Caja Mágica aquel 7 de abril de 2011. Yo lo recuerdo como si fuera un título. ¡Hacía más de 15 años que no pasaba! Lo que ahora vemos como normal, en ese momento era todo un acontecimiento.
Y es que es un acontecimiento sobresaliente. Más si cabe, cuando habíamos estado sin pisar moqueta durante tres lustros. Pablo Laso ha devuelto al Real Madrid al grupo perseguidor del inalcanzable CSKA de Moscú en apariciones en Final Four, si hablamos de la final de la Copa de Europa desde que se constituyó como tal. En este grupo están los griegos del Olympiacos y el Panathinaikos, el Maccabi Tel Aviv y el Barcelona, ante los que presentamos una tendencia completamente distinta. Mientras griegos, israelitas y culés luchan por nuevos proyectos o superar ausencias como la de Diamantidis, Navarro o el declive de Spanoulis, el Real Madrid de Laso se ajusta año tras año a la erosión de la NBA en los jugadores sobresalientes del equipo (Mirotic, Rodríguez o Doncic). Eterno agradecimiento a Sergio Llull por preferir ser la insignia de un equipo histórico en Europa a un rol secundario de una franquicia (ahora sí, gracias a Harden) que lucha por un hueco en los grandes allende el Atlántico.
Volviendo al recuerdo de 2011. Cada año que pasa es más necesario hacer este ejercicio de memoria para poner la actualidad en perspectiva. Ganar es complicado y se valora (de manera efímera) cuando se logra, pero competir al más alto nivel con la regularidad a que ha llevado Pablo Laso Biurrun al Real Madrid es digno de elogio. La mayor parte de la afición así lo entiende, aunque siempre habrá depredadores oportunistas esperando su momento. Los habituales del Palacio sí que lo valoran, mención especial a la ovación al equipo tras la eliminación en el playoff de 2016.
Esta costumbre de habituarnos a jugar finales (locales y europeas, sobre todo) cobrará mayor relevancia cuando nos quiten nuestro juguete favorito. Decía Morgan Freeman en “Cadena Perpetua” (traducción demasiado libre del título en inglés “The Shawshank Redemption” – que coloca a la prisión como protagonista): “Estos muros embrujan. Primero los odias, luego te acostumbras y al cabo de un tiempo llegas a depender de ellos. Eso es institucionalizarse”. Ése es el efecto que ha logrado el Real Madrid: Ha institucionalizado el jugar finales y lograr unos cuantos títulos. Ay de nosotros cuando nos falten con la asiduidad conseguida durante este ciclo. Será duro volver a la vida fuera de estos muros que nos han proporcionado tan acogedora y emocionante competitividad.
Foto: El País