El Rincón de Apple Tree | Duro de matar
Hubo un tiempo que pensaba en ello. Se me había metido esa escena en la cabeza. Los meses de febrero, marzo y hasta abril. La resaca de la copa fue devastadora, terrible. Nada que hubiéramos visto antes en nuestro equipo. Partidos indecentes de marcadores de liga de barrio, errores groseros en jugadores profesionales, actitudes explosivas que dinamitaban vestuarios. Y lesiones, muchas y variadas lesiones. Pues eso. Yo pensaba en las múltiples adaptaciones del famoso video viral de la película de “El Hundimiento” con un Hitler – Laso (perdón por la comparación, coach) que se dedicaba a dar instrucciones a sus ayudantes, jugadores, utilleros y todo el que se acercara por allí, tratando de remontar la peor situación de juego y resultados, que ha vivido la casa blanca de la pelota naranja.
Hasta los más fieles perdían la fe, en lo que pudiera estar ordenando este Laso con pelo de mofeta y bigote de Groucho Marx. Que movamos la pelota con criterio dice. Si se nos ha roto Alocén, Heurtel va a su bola y Llull anda entre algodones. ¡Confiad en Nigel Williams-Goss! ¡Este tipo se acabará adaptando! Los del corro, se miraban entre ellos como los que escuchaban a Carlos Jesús (Michael) hablar de Ganímedes y Raticulín. ¡Hay que meter a Deck en dinámica! Él conoce nuestros sistemas y nos va a venir muy bien a la larga. Pero Pablo, desde que ha venido Deck, él no mete una y se ha cargado la progresión de Yabusele. Fue MVP de enero de la Euroliga y mira ahora.
El culmen de esta travesía de tres desiertos fue la última jornada de liga regular de Euroliga. Ya hemos hablado aquí de ello. La traca final contra el Bayern, fue el último baile (literal) de este equipo en una cancha de baloncesto. A partir de ahí, todo cuadró, engarzó y fraguó para que el juego fuera volviendo poco a poco a los Laso boys. Hemos sido testigos de la transformación más increíble de un equipo en dos meses, consiguiendo ganar el título, a priori, más complicado y creciendo en solidez a la vez que sorteaba obstáculo tras obstáculo (cada vez más grande) en el camino. Porque lo de esta temporada del Madrid de basket es la más increíble, a la par que meritoria, que se ha visto en toda la etapa de Laso al frente del equipo. Veamos:
Si te dicen a mitad de temporada que el Madrid va a ganar al Barcelona en un playoff a cinco partidos, no te habrías jugado ni un euro por ello.
Si, además, te relatan que el equipo jugará la serie sin bases y habrá que buscar soluciones de emergencia en cada partido, pensarás que tu interlocutor está bajo los efectos del alcohol.
Si, encima, te cuentan que Randolph se lesiona de gravedad y que la final la dirigirá Chus Mateo, por un infarto de Pablo Laso, buscarás la cámara oculta.
Y, yendo a lo estrictamente deportivo, si te aseguran que el porcentaje de acierto en tiros de tres del Barcelona es 11 puntos superior al del Madrid (38% vs 27%), pensarás que es una broma pesada.
Y es que todas esas cosas son ciertas. Los antecedentes, los datos y las desgracias que le han ido ocurriendo al equipo. Igual de ciertas que el Madrid supo ir solventando todos los problemas que le fueron surgiendo.
El equipo fue ganando en solidez y mostró de lo que podía ser capaz, compitiendo brillantemente en la F4 y, a la vez, dando un golpe de efecto al sambenito de “El Barcelona les tiene tomada la medida”. Los chicos (como les llama Laso) dieron una lección de competitividad y arrearon un tortazo de realidad al eterno rival, privándoles del ansiado título al que parecían estar dirigidos sus esfuerzos esta temporada.
Pero quedaba la liga local. Y, en este caso, como suele pasar tantas veces, la teoría de los vasos comunicantes se volvió a probar de nuevo, con la evolución de ambos equipos en este final de temporada. A cada paso adelante del Real Madrid, se adivinaban nuevas dudas sobre el rendimiento de los culés. A todo esto, no ayudaba un “abroncador” Saras que, como alguna vez hemos dicho, parece que iba minando la moral de los suyos. La sensación que transmitía este Barcelona era de un gran equipo que se ha ido desgastando por chocar con la roca blanca y la fricción propia de su banco. El resultado final ha sido el mismo que sufrimos nosotros en 2014 tras el fracaso de la final de Euroliga en Milán. Caída en picado hasta perder la liga de manera inverosímil
Hay ciertas similitudes y diferencias entre ambos casos: El Madrid de 2014 era un proyecto joven a largo plazo que puso en peligro el puesto de Laso, cobrándose, como mal menor, el de sus dos ayudantes. El Barcelona de 2022 era un proyecto maduro y cortoplazista, ante este fracaso, se está desmontando para crear uno nuevo. Es curioso que en ambos proyectos (blanco y azulgrana) ha estado Mirotic sufriendo en sus carnes las derrotas como nuevas piedras en su mochila. De Madrid emigró a la NBA y de Barcelona… espera que cumplan su millonario contrato, al menos.
Y es que el acorazado culé, con Jasikevicius a la cabeza, estaba destinado a destronar el proyecto de Laso en el Madrid y lograr el cambio de ciclo que tanto vienen anticipando desde sus filas. Más si cabe tras su exitoso 2021, al cual no pudimos dar mucha batalla por nuestro “turbulento hasta el esperpento” año. Pero todo parece indicar que tendrán que volverlo a intentar. Este Madrid de Laso, capaz de ganar la liga tras su propio infarto, se ha repuesto y vencido a un rival diseñado y construido para derrotarlos y sacarlos de circulación. El Madrid ha logrado empequeñecer a un verdadero destructor que arrasaba a velocidad de crucero durante el primer tercio de la temporada. Invencible parecía y victorioso se anticipaba por cualquiera al que se le preguntara. La Copa del Rey era su primera pieza. Pero febrero es un mes engañoso en el mundo del baloncesto. Gigantes de hielo en invierno, se comienzan a fundir en primavera y se licúan si el calor aprieta. Sobre todo, si en casa no tienen buena climatización. Guiño, guiño, codazo.
Este Madrid de Chus Mateo/Pablo Laso ha agigantado sus piezas, menores de inicio, a la vez que empequeñecían a las, reconocido por todos, superiores en el lado culé. Muchas veces se ha “justificado” el éxito de Laso con el consabido “ha tenido siempre la mejor plantilla”. No en esta ocasión, a priori, claro. Porque las plantillas se valoran jugando juntas y en los partidos decisivos.
Se ha demostrado por enésima vez, que el cambio de ciclo no está ni se le espera. Este proyecto blanco tiene más vidas que el policía de Nueva York, John McClane: por mucho que la banda de Hans Gruber le acorralaba y daba por muerto en el laberíntico Nakatomi Plaza, no lo conseguían derrotar. Me estoy imaginando a Laso con el walkie-talkie y una camiseta de yayo blanca de tirantes ensangrentada, dando carpetazo a la temporada a su “Saras Gruber” particular, acabando con el famoso “Yippee Ki Yay motherfucker”. Este equipo, con sus chavales al frente, ha dado otra (esta vez, soberbia) demostración de carácter y solidez. En las manos y corazón, nunca mejor dicho, de Laso y su cuerpo técnico está seguir con este proyecto “Duro de matar”, como el título original de la película. Por todo lo que se ha visto y se adivina estos días, hay renovación en marcha hacia el siguiente nivel, para mantener su reinado y extender el ciclo ganador.
Foto de portada: E Cobos / ACB Media