La Ciudad de las Estrellas | ¡Cuanto hemos cambiado!
Decía Rust en «True Detective“ (ese genial Matthew McConaughey) que el tiempo es un círculo plano („time is a flat circle“), que todas nuestras acciones se acaban repitiendo. Que todo lo que un día hicimos, lo volveríamos a hacer. No sabemos si Rust manipuló el sorteo de Champions, pero sí sabemos que tuvo razón: otra vez el Chelsea en Cuartos. Otra vez el City en Semis.
No nos ha dado tiempo a desarrollar nostalgia del paraíso perdido cuando ya lo tenemos de nuevo delante. Un año es poco tiempo y, sin embargo, pasa tanto. El Real Madrid ha cambiado, por ejemplo. O eso parece.
Con su esencia tan marcada, llevamos ya un buen rato esperando del Madrid que se comporte como siempre: ser un equipo irracional y que juega a ritmo de galope, siempre confiando en que su sexta marcha solucione sus momentos de desconexión. La realidad está siendo otra: con escepticismo (y casi con cierta decepción), hemos observado al Madrid pasar rondas sin obstinación ni insistencia por parte del equipo. Manteniéndose sereno ante los contratiempos y lejos de volverse loco. Dejando que el cauce natural de las cosas, y esa Champions que al final siempre acaba contando con su equipo favorito, lo vuelvan a poner en el camino de una nueva final.
Una competición, cuya relación con el Madrid históricamente se ha comparado con un matrimonio, porque llevan años buscando razones para no dejarse del todo. Discrepo aquí. Yo creo que ya es hora de aceptar el término más moderno de “amigos con derecho a roce”, porque, seamos serios, ¿quién aguanta a nadie tanto tiempo hoy en día si no es porque puede irse y volver cuando le dé la gana? Concretamente, 11 veces en 13 años.
Esta Champions le acaba de entregar al Madrid estas semifinales contra el City a modo de recuperación de examen de universidad. Para ver si esta vez lleva el temario estudiado y no necesita luego un gol salvador en el descuento, sino si es capaz de ganar también de otra forma: por parciales, por ejemplo. Poniendo así a prueba a un equipo siempre tendente a las pulsaciones altas, y al cual suele ser mejor no tentarle.
El Madrid lo ha aceptado, porque siempre atiende a las oportunidades de hacer historia. Y a buen seguro por ese brillo incomparable de la Copa de Europa. Aunque está vez lo está haciendo como parte de su rutina: con las pantuflas de andar por casa puestas, volviendo de la oficina donde rellena Excels de manera religiosa y cumple objetivos, entre sesión y sesión de gimnasio. Buena prueba de ello es que se ha metido en la final de Copa del Rey goleando al Barça por el camino. Temas menores a los que el Madrid no suele hacer caso.
Entiendo que haya gente a la que esto le extrañe y que aún no se crea del todo esta nueva versión. Yo, por el contrario, estoy cada vez más convencido de que el Madrid (y, por lo tanto, el amor) debe ser justo eso: Una jugada, o una conversación, preciosa e interminable, como el 0-2 ante el Chelsea, avión de vuelta y llegar a tiempo para ver juntos vuestra serie favorita. No un gol de cabeza inverosímil, caído del cielo tras centro en el descuento para volver a creer. El amor no puede ser volver a creer en el minuto 90, el minuto 90 no es ya tiempo para creer ni decidir nada, es para meterse en la cama a leer. What else is there?
Guardiola, por su parte, se ha encontrado con su profecía cumplida: „para ganar la Champions, hay que ganarle al Madrid“ ha repetido hasta la saciedad esta temporada. Yo estoy seguro de que estaba invocando el ya tan famoso contragafe, sin saber que el Madrid no entiende de eso. Ni de cartas del tarot, ni constelación de estrellas, ni horóscopos. El Madrid se ha vuelto a plantar a las puertas de una Copa de Europa, de la única manera que uno se planta delante de las cosas importantes: levantándose a tiempo, pegándose una ducha, desayunando fuerte y llegando puntual. Sin esperar un favor divino en forma de golpe de inspiración.
Con una nueva Champions esperando en el horizonte, estamos a punto de comprobar si esta nueva variante del Madrid sigue igual de estable cuando el City se adelante en la eliminatoria y se le escape la oportunidad de una nueva final. Si, entonces, vuelve a colgar centros al área buscando agarrarse al clavo ardiendo o si confía, por el contrario, que las cosas caigan por su propio peso.
Ya lo decía Milena Busquets, mejor que nadie, en uno de sus libros: „ya no soy la misma que hace un año, pero sigo siendo la misma que hace 45“.
“Time is a flat circle” sí, querido Rust, pero… ¡Cuánto hemos cambiado!
Foto: David Ramos/Getty Images