#CrónicaReal | El Madrid de Zidane escribe su leyenda.
Ganar esta Champions es completar una obra maestra. Desde que Zidane se hizo cargo del primer equipo, suma Champions por temporada. Algo tendrá el entrenador francés -tan sorprendentemente discutido- para dirigir un equipo capaz de derrotar a todos los rivales en Europa y de ser inasequible. Para conquistar la Champions en 2018 el equipo se ha batido ante los equipos de los países europeos con más tradición. En cada eliminatoria Zidane ha tenido que afrontar planteamientos de todo tipo, trampas, escollos, jugadores rivales deseosos de consagrarse eliminado al campeón. Nadie ha podido con el Madrid.
El Liverpool ha sido un digno finalista. Klopp lo tenía claro. Un equipo atrevido, intenso, capaz de soportar un derroche físico. Muy fuertes en los duelos. Rápidos en las basculaciones y dificultando sobremanera la salida de balón. Los primeros 25 minutos el Liverpool ha marcado la pauta. Isco y Cristiano recibían en estático y de espaldas. No encontraban apoyos. La medular del Liverpool apretaba. Interceptaban el esférico y se desplegaban con velocidad. Salah era la referencia. Distraía a la defensa con su movilidad, y a su espalda Mané hacía peligro.
Los pases errados por el Madrid eran frecuentes. Las entregas eran inseguras. Faltaba precisión. Isco y Marcelo no generaban superioridades. El Liverpool se sentía fuerte.
Pese a que llevaban el partido a su terreno los ingleses no llegaban en condiciones a zona de remate. Siempre aparecía una pierna de Varane o de Ramos. Unos puños de Keylos. Una ayuda de Casemiro. Cuando este Madrid no carbura en el juego, no deja de luchar y vigilar la defensa. Salvo un remate de Alexander-Arnold en el interior del área, el Liverpool no tradujo sus buenas sensaciones en disparos a puerta.
Después de esos primeros 25 minutos, el Liverpool se quedó descompuesto. Salah caía lesionado. Rompía a llorar desconsoladamente. Los gestos de abatimiento de Klopp fueron captados por las cámaras de televisión. El aficionado inglés también dejó de creer -si alguna vez habían confiado en la hombrada- y el Madrid empezó a sacar el balón con más confianza.
Ya se anuló un gol al Madrid por fuera de juego de Benzema. Carvajal caía lesionado también, pero Nacho cumplió con su papel. El Liverpool ya no salía a la contra. Mane ya no se aprovechaba de los movimientos de Salah y se replegaron mucho.
En la segunda parte se acentuó esa tónica. Isco dispuso de dos grandes llegadas por sorpresa. En una se topó con el travesaño, en la otra apareció la mano de Karius. Benzema y Cristiano no se encontraban como siempre, ni Marcelo avasallaba por su banda, pero este equipo tira de ingenio. Karius me había sorprendido en la primera parte, por actuar tan adelantado y por tratar de jugar siempre en corto.
Benzema leyó su intención. En un saque sencillo con la mano, el francés extendió el pie y consumó un gol de listo. La desventaja despertó al Liverpool. Se fueron arriba con pundonor. En una acción de estrategia, Lovren gana la jugada por arriba, y Mané, el mejor de ellos, entra con todo en el segundo palo. De nuevo el empate.
El Madrid necesitaba más recursos arriba. Zidane se encomendó a Bale. El galés emergió una vez más como en casi todas las finales que disputa. Segundos después de reemplazar a Isco, se sacó una chilena de la nada que, para mí, es el gol de más dificultad que he presenciado en una historia de la Champios. No conforme con ello, trabajó en defensa, ayudó lo indecible por su carril y comandó las operaciones ofensivas. Mané amenazó con un disparo ajustado que fue repelido por el poste, pero Bale sentenció con un chut que provocó un exceso de confianza de Karius que se lo acabó tragando.
Bale le había concedido a Benzema poco antes la oportunidad de la sentencia, con un gran apertura con su empeine exterior. Luego no vio a Cristiano en otra arrancada. Daba igual. Era el nombre de la final.
Una final que se midió por la disposición de recursos alternativos. El Madrid los tiene muy sólidos, como Bale. El Liverpool, sin Salah, fue un equipo con coraje pero sin confianza y fe para prodigarse en su juego de contrataques.
Además de la calidad, es una cuestión de tener un gran gestor en el banquillo. Zidane llama para entrar a Nacho y a Bale y ellos están preparados para todo. Klopp, apesadumbrado, llama a Lallana y el barco se resiente.
Zidane lleva 3 de 3. Y no habrá otro entrenador que pueda emularlo. Disfrutémoslo.
Texto: @DbenavidesMReal
Foto: realmadrid.com