Blanco Y En Botella | Luces y sombras de Iker Casillas como futbolista
Mucho se está recordando ahora de la carrera de Iker Casillas, tras el anuncio de su retirada como jugador de fútbol, llevado a cabo por el exportero madridista. Como no puede ser de otra forma, al igual que se hace cuando una persona fallece, es típico hacer panegíricos sobre su figura, hechos y logros profesionales, alabando su trayectoria y, por lo general, exagerando muchos de sus aspectos positivos, que sin duda, los tuvo y muchos.
Sin embargo, en esta ocasión, la cosa ha ido un poco más allá y Prensa Nostra, en concreto el club de mamporreros casillistas, su “clá” mediática, ha aprovechado de forma rastrera y miserable que el Pisuerga pasaba por Valladolid para meterle un estacazo a José Mourinho, al que culpan de todos los males que acuciaron a Iker Casillas en sus últimos años, especialmente entre 2012 y 2015, sus últimas tres temporadas en el Real Madrid.
Nada más injusto ni, como digo, rastrero porque si analizamos en profundidad la trayectoria deportiva de Iker Casillas veremos que si ha habido un único culpable en su incontrolada e innegable debacle como deportista, ése ha sido el propio Iker.
El verano de 2012, el principio del fin de Casillas
Y es que parece imposible que el Iker Casillas que dejó el Real Madrid para marcharse a jugar con la Selección Española y ganar brillantemente la Eurocopa de Naciones el verano de 2012 fuese el mismo Iker Casillas que se reincorporó tras los distintos fastos, celebraciones y homenajes que recibió por doquier tras su vuelta a casa.
El Iker Casillas que volvió en 2012 fue un Iker errático, fallón, inseguro y, sobre todo y lo peor, en un alarmante estado de forma, pasado de peso y con síntomas más que evidentes de no haberse cuidado lo más mínimo tras su merecido periplo vacacional, tras ganar la Eurocopa.
Acrecentando de forma exponencial unos errores que, históricamente, había venido arrastrando desde su histórico debut en septiembre de 1999 en San Mamés, como era el juego por alto, las salidas y el juego con los pies, Iker Casillas encadenó una serie de pésimas actuaciones. Actuaciones que, para más inri, fueron determinantes en que el Real Madrid de aquella temporada, que había ganado con autoridad la Liga la temporada anterior, estuviese fuera de combate a las primeras de cambio en el mes de noviembre.
Así, tras varios meses de incertidumbre, a finales de diciembre de 2012 se desató el Apocalipsis. Mourinho tomó la decisión deportiva de darle una ración de banquillazo para ver si espabilaba, dándole la alternativa a Adán.
Un Adán al que, por cierto, algún amigo y beneficiario de las constantes filtraciones de Casillas a la prensa, le llegó a arrojar de forma vergonzante el currículum de Iker a la cara y al que trataron poco menos que de “okupa” por cometer el delito de lesa patria de ponerse bajo los palos del Real Madrid.
A partir de ahí, si Mourinho ya tenía mala prensa y era el blanco favorito de la Prensa, desde ese momento fue el pim-pam-pum generalizado, especialmente de aquella “Fuerza de Corps” casillista que tenía presencia prácticamente en todos los medios de comunicación, convirtiendo algo que debería haber sido asumido con naturalidad como es que un jugador en baja forma fuese al banquillo, en algo poco menos que una cuestión de Estado.
El caso es que Iker Casillas acabó volviendo a la titularidad unas pocas semanas después pero cayó lesionado gravemente en una mano tras un golpe recibido por su compañero Arbeloa en un partido de Copa del Rey ante el Valencia en Mestalla.
Dada la bisoñez y la poca entidad mostrada por Adán, aquella lesión obligó al Real Madrid a reforzarse con Diego López. Un exportero madridista y que atravesaba por una mala racha en el Sevilla.
Desde ese momento, se inició una cacería extrema sobre el meta gallego quien, a pesar de todo y haciendo gala de una fuerza de ánimo excepcional, se sobrepuso a todas las críticas e insultos de la prensa para ganarse el puesto de titular en el equipo con unas magníficas actuaciones.
El caso es que Iker Casillas se recuperó a finales de esa temporada pero, dado que Diego López había mostrado un nivel inmejorable, lo cierto es que el meta mostoleño no volvió a vestirse de corto con José Mourinho.
Por cierto, el mantra reiterado tantas veces por la prensa de que Mourinho hundió a Casillas es falso, entre otras cosas porque si hubo en entrenador que contó con él fue el portugués, al que concedió la titularidad incluso en los partidos de Copa durante sus dos primeras temporadas al frente de la dirección técnica del club. Pero ésa es otra mentira más de tantas.
Con Ancelotti tampoco hubo piedad
Lo divertido de todo esto es que cuando se marchó Mourinho, “El Gran Satán” de Prensa Nostra, del casillismo y por desgracia de una parte creciente de la afición, y llegó el tranquilo Carlo Ancelotti, “El Pacificador” y decidió que Iker Casillas no podía ser titular, las aguas volvieron a enturbiarse.
Iker Casillas cedió nuevamente su puesto ante Diego López pero, inexplicablemente, el técnico italiano, bastante menos aguerrido que su predecesor y, sin duda, prevenido por la que le estaba cayendo encima por no contar con el Mejor Portero de la Historia, como pomposamente decían de Iker sus mamporreros periodistas, optó por una solución tan salomónica como incomprensible.
Carletto optó por dejar a Diego López como portero del equipo únicamente para el Campeonato de Liga y le dio a Iker Casillas la titularidad en Copa y Champions.
El caso es que la apuesta le salió bien, no tanto por las actuaciones particulares de Casillas, que no destacó especialmente por grandes paradas más allá de alguna actuación puntual, sino porque el Real Madrid llegó a las finales de Copa y Champions y las ganó. A pesar incluso de la lamentable actuación del portero en Lisboa, cuyos fallos -algunos de ellos groseros como la salida que dio lugar al gol del Atlético- a punto estuvieron de costarnos el título.
El caso es que, viendo que su nivel era ya indefendible (especialmente viendo el pobre papel desempeñado con España en el Mundial de Brasil), muchos dábamos por hecha la salida de Iker Casillas del club, con el recuerdo y el honor de haber levantado la Décima y en loor de multitudes. Pero entonces ocurrió lo inesperado.
El Real Madrid, que había fichado ese verano a Keylor Navas, un meta que venía con la vitola de haber sido el mejor portero del Mundial de Brasil con Costa Rica, inexplicablemente, no sólo le dio la baja a Diego López, del que el entrenador de porteros de Ancelotti, Vecchi, dijo que era el portero más profesional que había entrenado jamás, sino que además le concedió la titularidad absoluta a Casillas.
El resultado de aquella decisión pudo verse al final de aquella lamentable temporada. Un año prácticamente en blanco donde sólo se ganó el Mundial de Clubes y la Supercopa de Europa y que, por el contrario, nos dejó paupérrimas actuaciones de Casillas bajo los palos.
Un Casillas absolutamente cuestionado por la grada y cuya trayectoria tuvo como tristísimo epílogo aquel saque de banda fallido en los últimos minutos del Real Madrid-Juventus en las semifinales de la Champions y en la que quedamos eliminados.
La triste salida de Casillas en 2015
Con Carlo Ancelotti cesado y fuera del equipo, se le buscó a Casillas una salida lo más digna posible y por eso llegó como agua de mayo la oferta del FC Porto, entrenado entonces por el exseleccionador español sub-21, Julen Lopetegui.
El técnico vasco se empeñó en su fichaje y, tras unas durísimas negociaciones entre Casillas y el club, en las que cuestiones económicas impuestas por el de Móstoles estuvieron en un tris de dar al traste con la operación, finalmente se concretó su fichaje por el club portugués e Iker Casillas abandonaba el club con 35 años al que había llegado con casi 25 en el seno de la institución.
Al igual que ocurrió con Raúl en 2010 y su marcha al Schalke 04 alemán, Casillas se iba al Porto con el 100% de su salario garantizado por el Real Madrid, complementado la ficha que el portero de Móstoles iba a percibir del conjunto portugués.
Su despedida, esperpéntica, estuvo al nivel de sus últimos años con el Real Madrid. En completa soledad institucional, sin nadie del club (ni compañeros ni directivos) y con la única compañía de sus más allegados periodistas, a los que tan jugosamente había nutrido de información procedente del club (alineaciones, interioridades, fichajes, etc.) a cambio de la protección mafiosa que suponía culpar siempre a sus compañeros de los errores propios y ensalzar sus cada vez menos acertadas intervenciones como si fuesen fenómenos paranormales y milagrosos. Pero fue la que él deseó y así se lo hizo saber al club.
Pero cómo fue de triste la cosa que, hasta sus amigos de la prensa -que habían aprovechado el lamentable espectáculo de su rueda de prensa de despedida para atizar al presidente- y el propio club, le obligaron a repetir el acto un día después, rodeados al menos de Florentino Pérez y los trofeos que ganó como jugador blanco.
Un gran jugador pero un pésimo capitán
Que Iker fue un magnífico jugador y una Leyenda cuyo nombre merece estar escrito con letras de oro en la historia del Real Madrid es algo tan innegable y justo, como lo es afirmar que en paralelo, nunca fue un buen capitán. Es más, puedo afirmar y afirmo que fue un pésimo capitán, de lo peor que hemos tenido en el club en los últimos años.
Casillas logró un status de intocable, tanto en el Real Madrid como en la Selección Española, de la que también llegó a ser capitán, que le confundió tremendamente, lo que unido a una ingente catarata de halagos, sobre todo tras los triunfos de España en Europa y en el Mundial de Sudáfrica entre 2008 y 2012.
Una época en la que el Barça dominaba con puño de hierro el panorama futbolístico y en el que el Real Madrid empezaba a sacar la cabeza y a sacudirse ese dominio de la mano de la labor de José Mourinho.
El Farsalonismo, que era esa especie de falsa religión laica trufada de falsos “valors” y de aquella política farsante de Cantera Vs. Cartera, en la que se trituraba sistemáticamente el juego de un cada vez más triunfal Real Madrid frente al pensamiento único del tikitaka culé y de la Selección Española, lo abarcaba todo.
Y llegaron los enfrentamientos Real Madrid-Barcelona de aquellos años, en los que a pesar de que se ponía el acento en la dureza de los de Mou y su juego (que ponía cada vez más en jaque al Barça de Pep y del malogrado Tito Vilanova). Y con ellos las provocaciones culés, el teatro y la marrullería, amparados por arbitrajes indecentes, un régimen casi dictatorial de blanqueamiento mediático, en partidos en los que saltaban chispas, muchas de ellas provocadas por los jugadores azulgranas.
Partidos en los que Busquets llamaba “mono” a Marcelo (a pesar de que la verdad oficial nos vendió que dijo “Mucho Morro”), Villa y Busquets daban lecciones de arte drmaático sobre el césped, Dani Alves nos llamaba “llorones”, Piqué a vejar constantemente al Madridismo o Xavi a decir eso de que “hostitú, que no saben perdre”, lo cierto es que todo acabó fatal.
El colofón a toda esa tensión se vivió en la vuelta de la Supercopa de 2012 y acabó con aquel dedazo de Mou en el ojo a Tito Vilanova, en una tangana provocada tras una entrada dura de Marcelo a Cesc. Eso sí, después de que desde el banquillo culé se habían pasado todo el partido dirigiéndose al banquillo madridista diciéndoles eso de “sois un hatajo de hijos de puta”.
La maldita llamada
Pues bien, en una maniobra absolutamente indecente y del todo punto incomprensible, Iker Casillas, ante el aluvión de críticas sobre el Real Madrid, presentándonos como un conjunto de macarras y pendencieros frente a los pobres y sufridos culés, Casillas que ya era capitán del equipo, optó por la peor de las soluciones.
Anteponiendo los intereses de la Selección y, en una bajada de pantalones sin precedentes en la historia del club, hablando además en calidad de capitán del Real Madrid, no sólo no le exigió disculpas al Barça por sus constantes provocaciones, insultos y actuaciones antideporivas contra su club dentro y fuera del campo, sino que asumió como buenos los argumentos de la prensa y llamó a Pujol y Xavi Hernández para pedirles perdón por lo ocurrido.
“Lo estamos jodiendo todo” fue la excusa argumentada por el capitán madridista y, en aras del sacrosanto buen ambiente de la Selección Española, como si eso le importase una higa al Madridismo, dejó a los pies de los caballos a su entrenador, a sus compañeros y, en general, al Real Madrid, que quedó como culpable de todo lo ocurrido y generador de una crispación que había hecho irrespirable el ambiente entre culés y madridistas.
Ese gesto fue acaloradamente aplaudido por Prensa Nostra, culés y antimadridistas varios y no le fue mal a Casillas porque, junto a Xavi Hernández, fue galardonado meses después con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.
Una concordia a la que, dicho sea de paso, nunca ayudó ningún jugador culé, más bien todo lo contrario, dedicados por boca de su amigo Xavi y sobre todo de Gerard Piqué a emponzoñarlo todo.
Desde negarle el mérito a los triunfos blancos hasta Insinuaciones de prevaricación o de favoritismo institucional, pasando directamente por insultos a compañeros de Casillas (como el famoso “Cono-cido” a Arbeloa) o mofas al madridismo (las manos al aire de Piqué en 2010 y 2018 o el “vamos a celebrarlo y que se jodan en la capital”) y por lo que, a diferencia de Iker, nunca pidieron perdón ni nadie les pidió cuentas sobre si enturbiaban ambiente alguno o no.
Iker Casillas y sus vergonzantes silencios
Por último, aseguro que fue un pésimo capitán porque, si bien es cierto que nunca dijo una palabra de más sobre su situación en el club, especialmente desde que cayó en desgracia, tanto con Mourinho como con Ancelotti, lo cierto es que nunca le hizo falta. Ya tenía quien “rajara” por él en los medios.
No pudo ni, lo más triste, hizo nada por detener la campaña mediática brutal que se desató contra Mourinho, primero, y Ancelotti después (al que llegaron a tildar de loco por sentar a Casillas en Liga) Es más, la alentó permanentemente desde la sombra mientras callaba cobardemente, sentado en el banquillo madridista.
Pero es que tampoco quiso parar el boicot a su compañero Diego López, al que hicieron la vida imposible desde el mismo momento en que se calzó los guantes en enero de 2013 y se puso bajo los palos hasta el día en que se marchó, año y medio después rumbo a Milán. Le negaron el pal y la sal al meta gallego, al que sojuzgaron con fuerza y al que martirizaban en cada gol recibido, tuviese o no culpa, bajo el estigma diario de “ésta la hubiese parado Iker”.
Asimismo, permitió el linchamiento de compañeros suyos, como Xabi Alonso y Arbeloa, ridiculizado incluso públicamente por su entonces compañero de selección Piqué ante las risas del personal y machacado indecentemente por la prensa y Del Bosque, sin que Iker moviese un dedo por él.
Lo único que deseo es que, ahora que todo apunta a que Iker volverá a la que fue su casa tantos años, todos hayamos aprendido la lección y el Casillas que se fue, lleno de rencor y absolutamente envenenado por los mismos que, una vez se instaló en Oporto, dejaron de contar con él y sacaban, ahora sí, sus errores en los medios y las redes sociales, llegue con otra idea de club y, como Embajador madridista.
Texto: @DiegoJMontero2