Opinión | Y por encima, las estrellas
Una de mis actividades favoritas en verano es volver tarde a casa para, mientras vuelvo, mirar al cielo y ver las pocas estrellas que no nos ha arrebatado la revolución industrial y su consecuente contaminación lumínica.
No tengo ni idea de constelaciones, a veces no distingo ni la estrella polar, pero tiene su magnetismo. Al no conocer sus nombres o sus historias, puedo inventármelas durante ese pequeño lapso de tiempo hasta entrar en mi portal. Y la próxima vez que las vuelva a ver, seguiré sin reconocerlas para volver a vivir otra pequeña historia en el tiempo que llego a casa. Mi pequeño momento de evasión mental.
Todo viaje del héroe comienza con un personaje que sale de casa, para viajar lejos en busca de algo, sólo para darse cuenta entonces de que el verdadero objetivo era volver a casa, real o metafóricamente, siendo una persona distinta. Eso es lo que conocemos como cambio, o lo que le ha pasado a Benzema en esta década.
Y por eso el verano futbolero, como en todo, es tan importante. Es época de cambio, de fichajes y de debates sobre cómo se desarrollará la siguiente temporada.
Probablemente, acabamos de vivir la summeriana más loca y decepcionante de la historia. Los madridistas hemos pasado de tener el mundo en nuestra mano, a perder a los dos ídolos de la nueva generación. He visto hordas de facciones madridistas ir a la batalla este verano. No sé muy bien quién, ni cómo, pero han conseguido enfrentarnos en una guerra civil justo después de la temporada más emocionante que hemos vivido. Nuestra mayor derrota.
Hemos tragado humo como carboneros, y hemos sido los peones de un juego superior entre medios, agentes y directivos. Para colmo, nuestro mayor rival ha fichado a Los Vengadores y además nos metieron un repaso en el partido más importante del año. El amistoso de Las Vegas.
Si ya el año pasado nadie se explicaba cómo esta plantilla de abuelos y niños pudo ganar la Liga y la Champions League, ni hablemos de lo que va a pasar este año después de, además, escapársenos cierta tortuga francesa y cierto vikingo noruego; dos de los cuatro jinetes del Apocalipsis.
Supongo que esa es la eterna carga del madridista. Ganar es simplemente un pequeño oasis en una travesía eterna por el desierto. Ni los advenimientos de Tchouaméni y Rüdiger han aplacado las revueltas, antorcha en mano, adorando a falsos ídolos.
Hace no mucho debatía con un amigo; él me dijo que lo que más odiaba de la comunidad de Twitter futbolera, era la gente que convertía a su equipo de fútbol en un aspecto principal de su personalidad, que no lo entendía.
Y ahí estaba yo, incapaz de entender cómo hay alguien a quien esta última temporada del Real Madrid, no le inspira en su día a día a esforzarse y seguir adelante. Mirando a la televisión, desde el desierto. Viendo a esas pocas estrellas de blanco, las que no nos ha arrebatado la revolución qatarí, intentando contarnos una nueva historia.
Una que yo no me habré inventado. Una nueva temporada.
Texto: @Cruzetus
Foto: JAVIER SORIANO/AFP via Getty Images