#SentimientoReal | Que nadie te borre la sonrisa
Seguramente la alegría de la decimotercera Copa de Europa haya sido la más efímera de las últimas ganadas por el Real Madrid. En plena euforia, Zidane anunció que se marchaba y fue como si nada hubiera pasado el día 26 de mayo en Kiev. La mañana siguiente, cuando una se despierta, desea que todo haya sido un mal sueño, pero no. La realidad seguía estando ahí, Zizou ya no era nuestro entrenador. «Un momento», me dije. «Lo que sigue siendo verdad es que somos campeones de Europa», murmuré para mis adentros. Y con esa máxima me sumergí en un nuevo día.
No se es campeón de Europa todos los años. Bueno, si eres madridista sí, pero conscientes de la dificultad que entraña semejante hazaña. Nada ni nadie debe impedirnos celebrar hasta la saciedad ser los reyes del viejo continente. Intento dejar aparcada la tristeza que supuso el adiós de Zidane, por lo inesperado y por el amor que le profeso, y caminar por la vida, durante todo el verano, con la sonrisa de quien ha visto a su equipo ganar la competición más importante a nivel de clubes por tercer año consecutivo.
En mi balcón sigue ondeando limpia y blanca que no empaña la bandera del Real Madrid. Raro es el día que no le recuerdo a algún culé o a algún atlético que me encuentro por la calle lo acontecido en Ucrania. Desde hoy tengo en mi poder la camiseta conmemorativa de la Copa de Europa número trece y no habrá semana que no me la ponga allí donde esté, a cualquier sitio que vaya irá conmigo. Nada más dañino para los ojos de cualquier antimadridista que encontrarse este verano el número trece junto al escudo del Real Madrid en cualquier piscina o playa.
Las alegrías en el fútbol suelen durar poco. El tiempo que tarda en llegar el siguiente partido. Y el próximo es el 15 de agosto. Hasta entonces, voy a celebrar la Copa de Europa exactamente igual que las anteriores, como si la hubiéramos ganado el día de antes. No sabemos cuándo volveremos a ver otra, si el año que viene, dentro de cinco o de treinta y dos, que son los que pasaron hasta que alzamos la Séptima. Dios no lo quiera.
He visto al Real Madrid ganar siete Copas de Europa. Siete. Algo impensable cuando durante toda mi infancia hablaba de las seis que teníamos sin saber lo que era. No voy a sacarme del cuerpo la felicidad inmensa que me volvió a regalar mi equipo el 26 de mayo. Hago partícipes de esta celebración a todos los que están a mi alrededor cada día, sobre todos a los niños, que piensan que lo normal es que el Madrid sume Champions cada primavera. Les hablo con el freno de mano echado al mismo tiempo que lanzamos cohetes por lo conseguido, por todo lo vivido.
Que nadie nos borre la sonrisa, que somos campeones de Europa otra vez, que el antimadridismo no es capaz de digerirlo. No somos conscientes, pero qué más da. Celebremos sin perspectiva, como si mañana ya no hubiera nada más. Aprovechemos la ocasión de poder estirarlo más que nunca, hasta el próximo partido. El día 15 de agosto será el momento de volver a calzarse los nervios y ponernos el traje de sufrimiento. Mientras tanto, enséñale al mundo lo feliz que te hace que tu equipo sea campeón de Europa.