#SentimientoReal | ¡Corre, Marcelo, corre!
Marcelo es muy bueno. Buenísimo. Hay que serlo para llevar doce años siendo jugador del Real Madrid. Cuando parecía que la banda izquierda se quedaba huérfana con el adiós de Roberto Carlos, Brasil nos parió otro lateral para más de una década.
Marcelo es muy bueno en ataque y del montón en defensa. De hecho, hay jugadores del montón que en defensa son mejores que él; pero atacantes muy buenos que no son mejores que Marcelo cuando se trata de llevar peligro a la portería contraria. El internacional brasileño es capaz de ir desde el medio campo hacia adelante bailando Samba con el balón en los pies, pero cuando se trata de bajar…ahí Marcelo se convierte en un futbolista vulgar que olvida sus funciones, bajando al trote, olvidándose de su marca y regalando goles que más de una vez han costado partidos. Aún así, Marcelo da más de lo que quita y hay que quererle como es.
Me enfada muchísimas veces, me cabrea verlo vagar, me indigna su indisciplina a la hora de fajarse con el contrario para defender. Pero luego lo veo subir con alegría, regateando incluso a su sombra, dejando rivales atrás, sentaditos en el suelo, uno detrás de otro y enciende el piloto de la felicidad. A veces incluso, muchas veces, de hecho, marca gol. Y agarra el escudo y nos lo enseña y lo besa y se va andando hacia su campo después de la celebración, porque es que Marcelo es así, no sabe volver corriendo.
Pero así lo quiero. No lo cambio. Sé que es de los míos, a pesar de más de una declaración fuera de lugar, conformista o sobrada. Es madridista. Lo viene demostrando desde que llegó. Sé que no besa el escudo en vano, sé que no quiere una foto bonita para la posteridad. Llegó aquí con el pelo corto y pelusa en la cara y ha terminado echando raíces en su cabeza y con barba en la faz. Nació en Brasil y se ha hecho hombre en Madrid. En el Real Madrid. Me volverá a indignar mil veces más, le gritaré a la tele «¡corre, Marcelo, corre!», y él no correrá, pero al final del día, cuando se pasan las facturas y se echa la vista atrás, una se da cuenta de que todo lo que quita lo da mil veces más.
Foto: GOAL