Sentimiento Real | Rafa Nadal, la persona
Nadal se planta en las finales de Roland Garros como quien llega a su casa cada día, saca las llaves del bolsillo, abre la puerta y se tira en el sofá. Por si fuera poco, encima va y las gana llenándonos a todos de orgullo por el camino.
He tenido la suerte, como cada uno de nosotros, de ver al manacorí morder veinte Grand Slam, otros tantos Masters 1000 y 500 y unas cuantas Copas Davis, amén de los Juegos Olímpicos. Pero más allá del excepcional tenista y deportista que es, yo me fui enamorando de otras muchas virtudes que tienen más que ver con su manera de estar en el mundo, con su forma de ver la vida.
Su humanidad, su capacidad para empatizar con los demás, que somos nosotros, desde su posición privilegiada. Todos tenemos grabada en la retina de la memoria esa imagen de Rafa lleno de barro hasta los ojos achicando agua en Mallorca cuando unas inundaciones desvistieron las calles y las vidas de muchas personas. El traje de héroe siempre lo lleva puesto, pero se empeña en ser como tú y como yo. En la celebración del último Roland Garros conseguido no hubo aspavientos en su celebración. Lo celebró de manera eufórica por dentro y más comedido por fuera, consciente de la situación en el mundo y en su país, que es el mío: España. Él estaba ahí para ganar su Roland Garros, pero también para entretenernos, como dijo en la rueda de prensa previa a la final. Él no sabe que no sólo nos entretiene, sino que también nos hace felices y eso, en estos tiempos que corren, ya es mucho.
Su madridismo. Nadal no es solamente del Real Madrid, del club de fútbol con sede en la calle Concha Espina. Rafa es madridista, con todo lo que eso implica. De su garra, de su corazón, de levantarse tantas veces cuando le dan por muerto, de luchar hasta el final, de lograr lo imposible y hacer que lo difícil parezca fácil tiene mucho también el Real Madrid. Van de la mano en esto del deporte. Enemigo en la contienda que cuando pierde da la mano. Tan orgulloso de su madridismo que cuando menos te lo esperas aparece en el palco del Bernabéu y celebra un gol como si de un punto suyo de partido se tratara. Como madridista, Nadal es de los míos.
Su españolidad. Defiende su país no solamente cuando se enfunda la camiseta de España y pelea por una Copa Davis, sino también desde su casa, como demostró durante el confinamiento, siendo crítico con un gobierno incapaz sin importarle que le señalen cualquier tendencia política. Es demasiado auténtico, demasiado visceral, demasiado pasional como para callarse ante las injusticias. Si suena el himno nacional él se emociona porque está orgulloso de ser lo que es, español. Y a quien no le guste, que no mire.
Los días que él juega también son todo lo que soy. El mejor deportista español de todos los tiempos y yo viéndolo con mis propios ojos, sucediendo en tiempo real delante de mí. Nadie me lo tendrá que contar jamás porque yo lo viví, yo lo sentí. Yo vi jugar a Rafa Nadal y, sobre todo, lo vi ganar. Lo vi no parar de ganar.
Texto: @7Sempiterno7
Foto: Julian Finney/Getty Images