Por una Minicopa sin público
Desde hace unos años la ciudad sede de la Copa del Rey acoge la fase final de la Minicopa. En esta ocasión Vitoria ha recibido la visita de ñinos de entre 13 y 14 años que adquieren la experiencia de competir contra otras canteras de España.
No me quiero imaginar la ilusión que invade a estos pequeños jugadores en los días previos. Viajar a otra ciudad con tus compañeros, estar concentrado y relacionarte con otros jugadores a los que, en algún caso, conoces de las convocatorias de selecciones. Llevarán días absortos. Sus respectivas familias les exonerarán de la dispersión que muestran. Son niños. Sueñan. Viven las alegrías y las penas con intensidad. Las vivencias de estos años marcan para siempre. Todos recordamos nuestras peripecias o nuestros pinitos en algún deporte.
Volviendo al caso, un pequeño porcentaje de los participantes en el evento se erigirán algún día en jugadores profesionales. La otra parte, más mayoritaria, estará formada por los que contarán orgullosos que alguna vez se enfentaron o compartieron vestuario con una estrella y guardarán un recuerdo indeleble de los pormenores de este viaje tan especial.
Los que hemos tenido la suerte de disfrutar de estos días de competición hemos hecho nuestros pronósticos sobre los posibles jugadores que llegarán a las más altas cotas. A mi parecer, Rubén Domínguez (Unicaja de Málaga), Juan Carlos Marín (UCAM Murcia), Alex Rubin de Celis (Joventut), Sow (Baskonia) o Alejandro López (invitado por el Baskonia pero perteneciente al Oviedo) han sido jugadores que me han seducido por su madurez, su talento y el liderazgo que han ejercido en sus respectivos equipos. Del Real Madrid no quiero personalizar demasiado, ya que todos me parecen de gran nivel, aunque Kostadinov es un jugador que desajusta cualquier defensa por su polivalencia y por el rango de tiro que va desarrollando para su estatura. También se ha podido realizar de forma tácita un recorrido por el baloncesto de otra época, gracias a la participación de los hijos de Tikhonenko, Manel Bosch, José Montero, Josean Querejeta o Joan Peñarroya.
La Minicopa para mí es una competición que aporta conocimiento. Me permite descubrir a los talentos del mañana, amén de seguir el ambiente sano del deporte en estas edades.
No obstante, en Vitoria me he sentido decepcionado por un público que ha optado por penetrar de forma indeseable en los recuerdos de los jugadores del Real Madrid. Es una lástima que el público presente en el partido de semifinales entre el Madrid y el Baskonia no haya sabido diferenciar el contexto y el tipo de competición. Aunque no coincido en las descalificaciones y en las expresiones insultantes dirigidas al rival, entiendo que no van a erradicarse en el deporte profesional.
Pep Cargol siempre está presente en los cánticos de muchos aficionados baskonistas que recuerdan su disputa con el querido Ramón Rivas en un partido de playoff de los 90. No entro demasiado en la cuestión. Todos los equipos cuentan con un sector de aficionados que siente predilección por faltar a los representantes de un determinado rival.
Lo que sí juzgo son las incidencias que afectan de forma directa a un niño que nada debe saber de odios, aversiones y malidicencias. El baloncesto para los padres es un deporte de formación. Por mucho que su hijo disponga de aptitudes. Lo que interesa es que el niño se relacione, se forme, aprenda los conceptos del juego y, ante todo, sea feliz; disfrute.
Cada vez más los clubes se niegan a disociar el deporte del expediente académico y del desarrollo emocional del niño. Todo debe ir en progreso. Se pretende formar jugadores felices, ilustrados y que respeten principios como el compañerismo y la solidaridad. Es en estas categorías cuando a nadie le extraña que un jugador rival socorra, ayude o apoye a un compañero de otro equipo. Las rivalidades no deben fomentarse en ciertas edades. Se pretende ganar, pero nunca a costa de dañar al rival.
En cambio, en el partido de semifinales entre el Madrid y el Baskonia, los niños que forman parte de este Infantil han tenido que sufrir cánticos negativos, como si se les atribuyera la pertenencia al equipo senior. Se les ha «recordado» un supuesto error arbitral con frecuencia. También los colegiados han escuchado insultos ominosos. Parece mentira que quien asista a un partido de estas características no sea capaz de refrenar su mala educación. Algún tapón que ha recibido algún jugador del Madrid provocaba una reacción casi humillante para él por parte de personas del público.
Alguno aducirá que el Madrid es el poderoso porque es el que gana. Vuelvo a repetir, la victoria no es el fin en estas edades. Se busca y se entrena para ella; pero mucho más importante es dar ejemplo, y enseñar el respeto a estos niños. Cuando se les traslada desde el entorno un odio enfermizo, unas imprecaciones, una histeria hacia una decisión arbitral, se está precipitando el fin de la inocencia para unos niños cuya ilusión era vivir un fin de semana de ensueño, y no sufrir pesadillas de unos señores que necesitan acudir a un pabellón a ofender y, especialmente, al Madrid, porque es la moda, lo que se lleva, lo que está establecido en determinados lugar.
Si un jugador debe recibir una burla porque falla una canasta que sea en la edad en la que ya está preparado mentalmente para ello. No antes. Sobre todo porque, como hemos apuntado al inicio, la mayor parte de los niños que estaban hoy en Vitoria no llegarán a dedicarse al baloncesto como profesión y se incorporarán a la sociedad como individuos y, ante todo, nadie querrá que cuando así sea, no sepan comportarse, y reproduzcan los comportamientos de los que alguna vez fueron objeto.
Y, si no se puede garantizar el respeto hacia los niños, pues hay que proponer una Minicopa sin gente. Es una medida preventiva necesaria. La única forma de que los tontos comprendan que con los niños «no se juega».