#PantallaBlanca | El progreso de un proyecto
Cierto madridismo vive siempre en la zozobra, ansía poder quejarse o sentirse preocupado, muchos por puro postureo que va en auge por culpa de las redes sociales, otros porque son así. Siempre debe haber algo mal, algo por lo que protestar u ofenderse, como corresponde al signo de los tiempos. En muchos casos es síndrome millennial, del que no conoce mucha más historia que su ombligo y su presente, en otros el mal es aún mayor, porque vivieron las vacas flacas en su esplendor y 32 años sin Champions… pero nada importa. La queja, para muchos, da más placer que un orgasmo o meterse en un baño de agua caliente tras un gélido día.
Como buenos súbditos de los titulares y las consignas mediáticas, muchos pedían un modelo, un plan de trabajo, un sistema. Son los mismos que no lo ven aunque lo tengan enfrente desde hace al menos una década, con el retorno de Florentino. La queja, en ese caso, si se percataran de ello, sería que el modelo no es el que ellos quieren, que es otro distinto…
Lo cierto es que el Real Madrid es el único equipo que tiene un modelo y un plan que viene acometiendo desde hace mucho tiempo. Y tener un plan o un modelo, que conste y se oiga alto, no significa que vayas a conseguir el éxito ni que todo te vaya a ir bien y vayas obtener réditos inmediatos. Significa, simplemente, que vas a aplicar una metodología que consideras adecuada, la mejor, para intentar lograr unos objetivos, con la esperanza de alcanzarlos.
El plan del Madrid era claro en un principio. Había que formar un equipo competitivo para plantar cara a un Barcelona dominador que se encontró con una buena camada de canteranos y estrellas en ciernes en un sistema que los acogía con absoluta hospitalidad. Fue lo que hizo Florentino en su llegada, con una bestial inversión, buscando lo más brillante del fútbol europeo, gente experimentada y competitiva, con la que comenzar un proyecto lo más rápido posible… pero todo proyecto tiene su evolución.
No fue baldío el paso de Pellegrini por el club, aunque se demostró que no tenía la personalidad necesaria para dirigir al equipo. Aunque se ralentizó el ritmo del proyecto, no fue un año perdido en cuanto al desarrollo del equipo. Volvimos a ser dominantes, con un estilo decidido, atacante y con presión alta, aspectos que vinieron bien a Mourinho, el verdadero artífice del cambio, para acelerar el proceso de transformación. Recordemos que veníamos del Madrid de Juande Ramos, el único que he visto jugar decididamente al contraataque como filosofía. Toda esta idea generada en la cúpula necesitaba de un líder, un orden, que se encontró finalmente en José Mourinho.
Mourinho convirtió a aquel Madrid en una máquina competidora, que mordía la salida del balón rival, que era incapaz de bajar el ritmo sin sentirse incómodo. Fue el que rompió las barreras, el que cambió la mentalidad. El click necesario en un mecanismo bloqueado de infinito potencial.
Un potencial que, desbocado, admitía casi cualquier cosa, cualquier organización o cualquier entrenador, pero que sin un orden, con el tiempo, podía perderse en el confort, la comodidad y la sensación de superioridad, como le terminó ocurriendo a Ancelotti en su segundo año. Es por ello que la idea de Benítez no estaba mal tirada como concepto.
Así, desde hace unos años, también con la ayuda intelectual de Mourinho, que lo explicó en diversas ocasiones, advirtiendo de los problemas que acarrearían esos fichajes desorbitados por el tema del Fair Play financiero (que fueron necesarios para fundamente e iniciar un proyecto competitivo e ilusionante de inmediato, con férreas bases sobre las que ir trabajando), presumiendo de los fichajes baratos de Ozil o Kherida, se cambió el rumbo. Las grandes estrellas y los jugadores franquicia ya estaban aquí, aunque se siguieron haciendo algunas adquisiciones (Bale) de gran calado, por lo que ahora la misión era perseguir jugadores de talento, jóvenes o maduros, que alcanzarían su cima rodados de la calidad ya existente (Kroos, Modric, Bale…) mientras se iba apostando por jóvenes que se captaban de fuera o aprovechaban de la cantera (los Lucas, Nacho, Varane, Casemiro, Asensio, Kovacic y cía).
Y como sabrán muchos de estos aspectos ya se venían haciendo antes. Y es que hay que recordar, porque se olvida, las edades a las que se ficharon a Casemiro (20-21) o Varane (18), Asensio (20), Lunin (19) o Vinicius (17)… pero también Ramos (19) o Marcelo (18).
La idea es que los jóvenes que están, que van llegando, aprendan y transmitan a los que llegarán, que asuman o simplemente activen ese gen competitivo que algunos llevarán de serie, sin que suponga la renuncia a fichar contrastados o estrellas. Que los que ahora aprenden o ya llevan tiempo cogiendo experiencia y galones den paso a los Odriozola, Asensio, Mariano, Ceballos, Vinicius… Rodrygo… Mantener en el tiempo el legado y la idea con otros que vendrán para conservar esa competitividad y mentalidad superior que ha hecho creer a este club que la victoria nos pertenece por derecho propio.
Recuerden que aquí han madurado gente como Marcelo, indiscutible hoy, pero suplente en la final de Champions de 2014; Casemiro, que empezó sin contar para Zidane, por ejemplo, recibió las críticas por tapar canteranos e hizo mili en Portugal; Carvajal (que también hizo mili fuera), Varane, Isco, Nacho… que recibieron el legado de los Cristiano, Ramos, Alonso, Modric, ya veteranos, fuera del club o retirados… y son los que deben dar tiempo a que rompan el cascarón los Mariano, Asensio, Vinicius, Rodrygo, Lunin…
Es en base a todo esto (y al mercado), como se ha gestado todo este modelo y planificación del club en ese contexto especial al que hemos asistido en la última década, buscando jóvenes para formar su carácter ganador, cultivado y conseguido en este equipo de época. Forjarles escalonadamente para perpetuar una idea donde unos maduran al abrigo de aquellos que a su vez fueron incubados por otros…
Chicos jóvenes que han ido adquiriendo un nivel competitivo excelso en base a esta década surrealista que hemos pasado, la del duelo Real Madrid-Barcelona; Mourinho-Guardiola: Cristiano Ronaldo-Messi… donde la excelencia, el récord y la victoria se normalizó porque la derrota era la vergüenza y el escarnio mediático, llevando esos valores que sustentaban la Biblia madridista (más como teoría y fundamento en el que basarse que como realidad lógica tangible, ya que siempre se perderá más que se gana), a un nivel donde lo imposible se hizo rutina (ligas de 100 puntos, pichichis de 45 goles, temporadas con 121 tantos, tres Champions consecutivas y cuatro en cinco años… el sextete del que presumen nuestros amigos culés…).
Hablamos de jugadores que no habían alcanzado, ni de lejos, el nivel competitivo que hemos estado viendo estos años, donde algunos no tenían ni siquiera el carácter y otros lo tenían pero no se daba con el equipo que acompañara (Ramos, Carvajal, Nacho, Asensio, Isco, Casemiro, Lucas Vázquez, Modric, Bale…), y han terminado aprendiéndolo, imitándolo o acostumbrándose con el ejemplo, al abrigo de genios vencedores de otras latitudes o veteranos que aún recordaban (los Raúl o Casillas que se mantenían en el grupo en el cambio), de un magnífico entrenador y un escudo que significa muchas cosas. Ni los jóvenes, ni los veteranos, ni los que llevaban tiempo en el club, aunque lo tuvieran en sus genes, habían logrado recuperar aquello, porque el club y el equipo no habían alcanzado esa convicción que llegó con el entrenador portugués, pero también con ese líder y cabeza indispensable del proyecto que fue Cristiano Ronaldo.
Cristiano, como Kaká o Xabi Alonso, sabían lo que era ganar Champions y jugar finales, incluso perderlas. Ellos fueron también pieza indispensable en ese chip que cambió en el club, en lo que se apoyó Mourinho para forjar las bases del éxito, y al que se sumaron pronto otros con ese gen competitivo. ¿Recuerdan aquellas palabras de Mourinho explicando que jugadores de un talento exagerado pertenecientes a la plantilla no habían logrado pasar de octavos o jugar unas semifinales? Desde ahí venimos.
A todo ello hay que añadir la escuela española, donde la Selección se ha nutrido del buen hacer de los clubs y viceversa, como bien han explicados nuestros responsables actuales en el banquillo, Lopetegui y Celades, con un modo y estilo bien definido y competitivo. No sólo con el Barcelona, sino especialmente con aquel gran Valencia que fue base de la Selección española que tantos éxitos dio.
Una Selección que se nutrió del buen trabajo en las secciones inferiores y del gran nivel de nuestra Liga, donde Valencia o Villarreal fueron claves en la gestación de la primera Supercopa Europea (segunda de la historia) con Luis Aragonés, algo que venía pergeñándose tiempo atrás, en la anterior década, cuando nuestra Liga era la mejor, equipos nuestros llegaban y ganaban finales de Champions, jugaban esas finales entre ellos o las perdían dignamente, como el Valencia con el Bayern. Cuando el Alavés, incluso, era capaz de llegar a una final de la UEFA y las Ligas se repartían o competían entre muchos (Madrid, Valencia, Barcelona, Real Sociedad, Deportivo…).
Es por ello, que los argumentos de Florentino en sus entrevistas, explicando el porqué del cambio de Ancelotti por Benítez, exponen la lucidez y claridad del plan preconcebido, aunque la elección del que debía llevarlo a cabo se manifestara poco acertada. Florentino explicaba que el equipo estaba perdiendo la competitividad que había costado tanto conseguir, de ahí el cambio. Benítez era un actor que prometía método, orden, focalizar de nuevo, pero erró en sus propuestas y sus maneras, que maniataban esa fuerza de la naturaleza que es nuestro Madrid actual, que simplemente necesitaba unas riendas correctoras que la encauzaran.
Eso es lo que entendió Zidane inmediatamente, con autoridad, mucha más de la que supone la mayoría, y mano izquierda. Su elección parecía casi una excentricidad, los medios no sabían muy bien cómo catalogar o etiquetar al entrenador francés, si como un Ancelotti, un Del Bosque u otra cosa nueva… Y aún muchos no lo han captado, confundiéndolo con aquellos.
Zinedine Zidane es una de las mentes más preclaras vistas en los últimos años en este deporte, capaz de darse cuenta de lo que necesita un equipo como este, el más complejo del mundo. Liberarlo y motivarlo con control, dando el protagonismo a los mejores, haciendo a todos partícipes como nunca antes se vio, corrigiéndose a sí mismo cuando era menester (comenzó sin apostar por Casemiro para terminar recurriendo a él, confió en James de inicio para luego apostar por otros…). Él fue, contra todo pronóstico, el firme jinete que necesitaba el Madrid, el que supo manejar las riendas con la templanza necesaria, consiguiendo con sus innovadoras rotaciones y mano izquierda que las estrellas mostraran el camino y dejaran minutos de lucimiento a los jóvenes aprendices… pero esa tendencia, con el abrumador éxito, parecía cansada. Aquí controlada anarquía necesitaba volver a focalizarse. Aquí es donde entra Lopetegui, que a día de hoy parece la figura perfecta.
Tanto Lopetegui como Zidane son conocedores de los jóvenes talentos de Valdebebas, pero no sólo de La Fábrica (recordamos la recomendación por Varane a Mourinho), lo que encaja a la perfección con la idea y el plan del club.
Al contrario que Benítez, Lopetegui siempre apuesta por el jugador, pero además es un entrenador muy capaz desde lo táctico, de dotar de ese orden que focalice nuestra proverbial dispersión y que necesita en este momento nuestro semental blanco… que lo necesita cada cierto tiempo. Un entrenador que supone el equilibrio, el punto medio que entronca con la cultura futbolística española desde hace tiempo y con la madridista que se ha ido manifestando en este plan de cultivo joven desde hace años. Un entrenador capaz de adaptación, de universalizar el estilo para mantenerse competitivo.
En Lopetegui tenemos la continuación de un plan, el concebido, fijado e ideado desde arriba. Se le da un equipo glorioso con la calma y el tiempo suficiente para ir ejecutando dicho plan, sin premuras ni histerias, sin carestías ni necesidades, sin deudas ni complejos, para hacer lo que se tiene pensado hacer con esa base extraordinaria, forjada desde hace una década que, quizá, sea capaz de resistir la ausencia del que ha sido líder indiscutible por su competitividad y mentalidad, jerarca de este proyecto sin parangón en el fútbol moderno, la baja del mejor jugador del mundo. Un proyecto capaz de tener éxito donde cualquiera se hubiera deshecho. Algo bien hecho… por confirmar.
Una ausencia para el metódico Lopetegui que le permitirá tener mayor jerarquía si cabe, ya que la falta del jugador franquicia posiblemente lo dote de mayor poder e independencia en el vestuario de inicio.
Jamás me verán caer en la hipocresía que se aprecia en parte del madridismo, que parece afirmar que el paso de Cristiano Ronaldo ha sido un suplicio, una lacra que hemos tenido que soportar y de la que logramos sobreponernos, quizá en su intención de defender al club cayendo en el absurdo, cuestionando la propia historia. Yo quería la continuidad de Cristiano Ronaldo porque con él siempre se es mejor, simplemente. Todo lo que escribí y escribo sobre él sale de la reflexión, la pasión y la convicción absoluta, cada elogio y valoración realizada. No había ni habrá un ápice de postureo “madridista”, como ese que observo en muchos, que parecen haber abierto la veda contra él, pero que ocultaban cuando estaba aquí. ¿Falsos antes o falsos ahora? Falsos en cualquier caso.
El impacto de un jugador como Cristiano Ronaldo y su ausencia es inevitable, pero toda la planificación que explico y continuaré desarrollando, está ideada para minimizar las dependencias y crear patrimonio desde su origen.
Él era el jugador que siempre aparece. En los últimos 5 años sólo la Juventus logró eliminarnos en las semifinales de 2015, en las que CR marcó dos goles… Un líder como Cristiano libera a sus compañeros y también los condiciona. Se sienten protegidos por ese líder al que pueden recurrir en cualquier momento, en el que pueden delegar responsabilidades, mientras que en otras ocasiones pueden sentirse condicionados por sus propios errores al no contar con ese líder en determinados momentos.
Ahora, en una jerarquía más equitativa e igualitaria, sin un jugador franquicia claro o de la altura del portugués, de nuevo habrá pros y contras, donde las responsabilidades no pueden delegarse, ya no hay abrigo ni parapeto para los problemas dentro del campo ni las críticas fuera de él; pero esa necesaria obligación de tomar responsabilidades y riesgos debe impulsarles a una versión más determinante de sí mismos. Cristiano los hizo madurar, como otros, ahora les toca a ellos demostrar lo aprendido, esa madurez. Ahí radicarán las claves del éxito del proyecto a corto plazo: que esas virtudes que deben salir compensen las pérdidas, algo que, como siempre, es cosa de los que saltan al campo, porque lo demás está bien conducido. Y ni se es mejor ni peor que antes, es sólo un proceso.
Dicho esto, es un deseo, abastecido y regado además por los pocos partidos que llevamos de temporada, que ese trabajo de una década, aplicando correcciones a la ausencia del portugués, sirva al menos para extender el dominio madridista con nuevas virtudes, modos y versiones de jugadores, estilos y funcionamientos, con esos polluelos cada vez más maduros, porque los años pasan tanto para bien como para mal. Seguir siendo de otra manera, que a unos gustará más y a otros menos, el mismo Madrid determinante y competitivo de sus mejores momentos, aunque no siempre se gane…
Con Lopetegui se llega a la consolidación, el punto donde pudiendo permitirte transiciones gracias a los continuados éxitos, el proyecto puede afianzarse planteando o engarzando un nuevo ciclo, lo que sería algo casi sin parangón.
Es decir, la plasmación de ese proyecto que tanto se pedía, que fue gestándose a fuego lento, progresando y desarrollándose hasta que dio frutos. ¡Y qué frutos! Frutos que muchos no veían, que pensaban no llegarían pidiendo proyectos en los que ya estábamos inmersos, cegados por la inmediatez. Ojalá no cegara la inmediatez y la falta de análisis en el fútbol.
Nada de todo esto, de las teorías, el optimismo o el pesimismo, asegura nada. Ni el éxito ni el fracaso. Pero satisface ver que el club tiene gente haciendo las cosas bien, pensándolas y analizándolas, actuando con profesionalidad, teniendo capacidad de reacción y manteniéndose al margen de opiniones e intereses ajenos, apostando por seguir compitiendo y desarrollando un proyecto a largo plazo. Por eso sólo queda desear toda la suerte del mundo a Lopetegui, que ha tenido la valentía de encarar un reto brutal. Ser digno continuador del tricampeón de Europa. Algo inaudito.
Una bella teoría y modelo que ha dado y está dando resultado, pero que como todo, no es infalible, por lo que está por ver si podrá perpetuarse o extenderse, si se acomodarán o continuarán cosechando éxitos.
En este apasionante océano de incertidumbres nos movemos ahora, pero no puedo evitar sentirme satisfecho por el trabajo realizado desde el club para prolongar esta época casi irrepetible, o que se vuelva a repetir sin tardar mucho.
Texto: @MrSambo92
Foto de portada: El Confidencial