#OpiniónRMB | Rudy, el fichaje que nos hizo creer
En las últimas dos semanas, desde que Felipe levantó La Décima hacia el cielo de Belgrado, se viene hablando mucho (de nuevo) de la notable mejoría del Real Madrid a raíz de la llegada de Pablo Laso al banquillo. Ya se sabe: desde el fichaje del vitoriano, se han ganado más títulos que en los 25 años anteriores (14, que esperemos que sean 15 en tres semanas, a 13). No obstante, tampoco podemos olvidar que, en aquel verano de 2011, el del último lockout de la NBA, también llegó Rudy Fernández. Un punto de inflexión en la historia reciente de la sección.
El del español ha sido, sin duda, el fichaje de mayor trascendencia en estos años y el que más ilusión despertó en el madridismo desde, quizás, el de Bodiroga. Fue el que nos hizo creer que la casi perenne dinámica negativa en la que estábamos inmersos era reversible. Y no solo a nosotros, los aficionados, también al club y, seguramente, a sus propios compañeros. Esto último no es un tema baladí, el primer paso hacia la grandeza es creer que puedes alcanzarla… y la contribución de Rudy en ese sentido fue colosal.
En 2012, después de unos meses en Dénver, el “5” volvía para quedarse. Ya había dado muestras, durante el curso anterior, de lo que implicaba para el equipo tener un jugador así: contar con el mejor exterior defensivo del continente y con uno de los mejores en ataque, todo en uno, era un arma poderosísima. Diferencial como pocos en Europa, puso al Madrid en una dimensión diferente. En una mucho mejor. Se volvió a ser un club dominante tanto en España (con él, tres títulos de liga de cinco y cuatro de seis de copa) como en Europa -cinco Finales a Cuatro de seis y dos títulos, único equipo que ha repetido en este período-. El madridismo volvía a sonreír.
A principios de la 15/16 retornaron los graves y recurrentes problemas de espalda que han ido minándolo desde aquel salvaje `hachazo´ que le pegó Ariza hace casi una década, pero esta vez lo hacían de manera aun más agravada. Era la tercera operación en la zona y, a partir de ahí, el rol de Rudy tuvo que cambiar. Siguió formando parte de la élite en defensa, pero, a la hora de atacar, su protagonismo empezó a estar más limitado. No obstante, hoy en día, esta nueva situación tampoco supone un gran problema; él aporta donde más se le necesita, no se le caen los anillos por hacer el trabajo sucio cuando toca (rasgo poco común en las estrellas) y se mantiene como una amenaza exterior peligrosa para el rival. Quien tuvo, retuvo.
Porque Rudy sigue siendo un pilar para el Madrid. Su intensidad, su inteligencia y ese acierto en el tiro (103 de 228 desde el triple en esta temporada, un potente 45 por ciento) están siendo claves para los de Laso este año. Además, su momento actual es francamente bueno. Mejoró sustancialmente a los blancos en Belgrado a base de “rusticidad”, esa habilidad tan importante de la que hablaba con frecuencia Nocioni y que tanta falta hace para ser campeón de Europa, y en los Playoffs está siendo de los más destacados del equipo -segundo máximo anotador tras Carroll y tercer mejor valorado por detrás de Tavares y Doncic-. Además, a su contribución en la cancha hay que sumarle su peso en el vestuario, donde es uno de los “jefes” y de los que más influencia tiene sobre los jóvenes.
El mallorquín acaba contrato a finales de este mes. Algún periodista -de los fiables- comenta que su renovación está encaminada. No puede ser de otra manera, el Real Madrid y Rudy están condenados a entenderse. Es uno de los nuestros, esta es su casa, no está en mala edad todavía y puede seguir siendo muy útil para el equipo durante unos cuantos años más. Hágase.
Texto: @GLP_87