Opinión | Un revés de los que duelen
Yasser Bakhsh/Getty Images
La goleada culé en la final de la Supercopa de España ha provocado un seísmo en el Real Madrid. El madridismo busca explicaciones que justifiquen la humillación que sufrió un equipo sin ideas y herido de muerte defensivamente
Sigue pareciendo una pesadilla, un mal sueño. Parece imposible que un equipo cambie tanto de una temporada en la que gana liga y Champions a otra en la que clama piedad a su eterno rival. Estamos de acuerdo en que el periplo del Real Madrid de los galácticos 2.0 no comenzó bien. A finales de octubre, la continuidad de Ancelotti pendía de un hilo y el madridismo se tambaleaba en un mar de pena y desgracia.
Todo comenzó a mejorar para tocar de manera efímera el liderato de LaLiga, reconducir la situación en Champions y darle el primer empujón a eso del septete. Todos nos convencieron de que podíamos marcar nuestra huella en la historia de una manera más profunda, pero no estábamos preparados. Nos avisó el Barça en el Bernabéu y nos lo volvió a explicar en Yeda.
Cuesta asimilar como se puede empezar un viaje tan bien y acabarlo tan mal. Supongo que lo sabrán los más aventureros. No me gustaría decir que lo de la final de la Supercopa de España fue una paliza, pero sí un revés. Un golpe con la mano abierta, de los que duelen y dejan marca. Aquella trágica noche perdurará en la memoria de los madridistas.
Perder sí, así no
Costó dormir y más costó levantarse para reconocer que te han superado. Así es el fútbol y como dijo Florentino: «Alguna vez teníamos que perder una final, ¿no?«. Claro que puedes perder una final, pero no siendo goleado y sometido por tu eterno rival. Es impresionante que, con lo claro que parecía Ancelotti en rueda de prensa hablando de la solidez defensiva, ese volviera a ser el lastre que evitó la victoria merengue.
El invento de Tchouaméni de central no estaba convenciendo mucho, pero contra el Barça se demostró por completo. El francés no está hecho para jugar ahí. Más de lo mismo con Lucas Vázquez en el lateral, aunque toda la defensa en conjunto fue un cuadro. Más allá de lo abultada que fue la derrota, dolió aún más al ser cuando parecía que los de Ancelotti habían realzado el vuelo por completo.
Enhorabuena a Mbappé y Rodrygo por sus golazos. Al menos dieron un rayo de luz en una tormenta que parecía interminable. El Real Madrid se levantará, como ha hecho siempre. Solo falta ver cuanto tardará, de qué manera lo hará y si costará mucho. El madridismo está decepcionado y enfadado. Una pitada en la vuelta al Bernabéu sería lo más normal del mundo y, tal vez, algo sanador.
Hay mucha rabia contenida, pero queda mucha temporada. Carletto está a tiempo de solucionar los problemas en la defensa y volver a recordarle ese compromiso que necesitan todos. Sea quién sea, hay que trabajar para tocar la gloria. Da igual si Mendy tiene que meter un gol o Mbappé hacerle una entrada a un rival en nuestra área.
Los problemas defensivos, un lastre permanente
Es raro el día que nadie se queja de la defensa en el Real Madrid. Dejando a un lado los nombres propios. No sin antes recalcar que Mbappé fue el mejor del Madrid reencontrándose con él mismo. No se puede salir así a una final. No había táctica, se jugaba a lo que surgiera como siempre. Los goles nublaron la vista y la defensa las veía venir sin saber que hacer.
Es cierto que Ancelotti tiene gran parte de la culpa como capitán del barco, pero hay actitudes inaceptables de algunos jugadores. No hablo de faltas de respeto, sino de aspectos del juego. Los 4 fantásticos de arriba no pueden quedarse sin defender mientras ven que Raphinha se desvive por cada balón. Si no hubiera sido por la expulsión de Szczesny, la humillación habría sido mayor.
No vienen refuerzos, Ancelotti parece superado por las circunstancias y la temporada sigue avanzando. Todo parece oscuro en Chamartín, pero el Real Madrid debe demostrar su poderío. De nuevo, hay que estar unidos para olvidar una noche en la que a más de uno de se saltó alguna lágrima. No hay septete, pero quién nos dice que no ganamos el resto de títulos. Confíen y dejen trabajar. Pero hacedlo bien, Carletto y compañía.