Opinión | No creo en el adiós

Opinión | No creo en el adiós

Todo principio tiene su final, gran verdad, pero no todo final es amable, no todo final ha sido precedido de un camino digno de recordar, no todo final puede ser tan cercano a lo idílico cómo el que va a tener Karim Benzema en el Real Madrid, y el benzemista que creció en paralelo a la carrera de Karim difícilmente pudo haber imaginado hace unos 7-8 años, en el momento más difícil, que en la despedida de Karim podríamos relatar que es el propietario de un Balón de Oro.

Un galardón que fue posible gracias a que Karim nos diese la Champions de nuestras vidas, porque Karim ya había ganado alguna que otra, en todas ellas dejando pinceladas de arte, trazas que sólo podían salir de un jugador que no dibuja con tinta, ni con pintura, dibuja con magia, y en la magia puedes creer o no, pues siempre hay un truco, parece, pero hay veces en las que ahí sí, ahí te ves obligado a creer en eso, en ese algo que no puedes atrapar, que no puedes explicar, que no puedes imitar, que no tiene receta… eso es el fútbol de Karim.

Ese fútbol lleno de intangibles, de delicadeza, de huecos vacíos, de jeroglíficos, de injusticias, de «peros», de críticas, de burlas, de comparaciones, de faltas de entendimiento, Karim hablaba otro idioma… ¿y qué debe pasar para que entiendas a alguien que no habla tu idioma? que lo aprendas, y Karim ha sido un profesor extraordinario… y cuando se fue Cristiano, Karim tuvo la delicadeza de vocalizar mejor, de hablar más despacio, de pasar a utilizar expresiones más fáciles de entender, empezó a transformar ese mundo intangible, ese otro idioma, en números, en expresiones menos enrevesadas, y todo ello cristalizó en la Champions de nuestras vidas… y ese trabajo de Karim dio por fin sus frutos, el mundo era bilingüe, lo había conseguido… ese jugador que tenía por ídolos a Ronaldo Nazario y Zinedine Zidane -de los que trató de descifrar e imitar el fútbol de ambos- cayó en la cuenta de que no se podía, que si quería llegar a la altura de ellos debía ser eligiendo su propia receta, y la encontró.

Esa Champions, esa Champions que nos regaló fue el sello, la firma final a una historia cuyo libro se escribirá en letras de oro… y que, no sé quién lo hará, pero le pido por favor que sea justo, y que comprenda que deberá escribir ese libro con la mano vendada; quizá ese haya sido el elemento que le faltaba, la venda… o quizá ha sido haber conseguido mezclar todo aquello que fue añadiendo y/o perfeccionando, y todo eso apareció en el momento clave… ese «idioma» diferente, la magia, la venda, el chaleco, el recuerdo de sus ídolos, las sesiones de «cupping», la esencia de ese gol imposible al Chelsea en la Champions anterior (controló un balón de cabeza en un área repleta de rivales y la metió de volea sin que cayese…) el recuerdo reciente del que tuvo al lado durante años -haciendo aquello que le tocaba hacer a él- de alguna manera consiguió que todo ello -más la inestimable ayuda de un gigante belga con guantes- se alinease y le/nos llevase a un estado de trance, porque para hacer lo que hizo a PSG, Chelsea y MCity tienes que alcanzar un estado mental difícil de explicar, y más si no crees en la magia.

Porque esa es otra, Karim ha enseñado a toda una generación que la magia existe, que en el camino podrás dudar, quizá incluso fuese lo más lógico, dudar… pero al final no te quedará más remedio que aceptarlo, que hay algo a lo que los mortales no alcanzaremos a entender y que no queda otra que claudicar; pero estamos hablando de Karim, un tipo que huye de la palabra simpleza, pese a que sea capaz de jugar tan fácil que parezca, en efecto, algo sencillo… ante un tipo así no puedes simplemente hincar rodilla, ya que te dispones a hacer ese gesto, cámbialo por una sentida reverencia, no sólo será una muestra de respeto hacia ese jugador en el que no creías, es un ejercicio de sinceridad interna, de reconocimiento de tu aprendizaje; ya si eso, al final, hincas la rodilla… híncala igual que él hincó esa bota para meter aquél panenka a Ederson, acompaña ese gesto con el brazo al igual que él cuando no podía creer que había terminado de remontar al PSG con un hat trick en 20′ -un doblete en un fugaz minuto-, déjate llevar, déjate imbuir por ese momento, igual que Karim, cuando en esa misma celebración llegó, por un micromomento, a soltar lágrimas, en ese momento la vida le pasó por delante tan rápido como se suele decir cuando llega tu momento fatal, en su caso fue todo lo contrario, llegó a su cénit.

No creo en el adiós a Karim porque Karim es parte de mi, de mi forma de ver el fútbol, de analizarlo, e incluso de jugarlo… Karim es todo aquello que me gusta de este deporte y más, porque la historia de Karim también ha sido un ejemplo de evolución constante, de fe, de trabajo, de talento… tenía tanto fútbol dentro que era capaz de hacer lo que el momento demandase de él, Superman se quitaba las gafas… Karim se puso la venda, se llenó el cuerpo de copas chupasangre y se torturó entrenando con un chaleco que le da descargas eléctricas, visto así, no sé si Karim ha llegado a dejar el mundo humano, a mi personalmente no me afecta mucho, para mi ya era un mago, un mago por el que, he de confesar, tengo una mezcla de sentimientos que van desde la satisfacción y generosidad de que todos lo hayan podido disfrutar, hasta el fastidio de que todo el mundo haya acabado por entender a ese jugador que considerábamos sólo nuestro -mío y de unos cuántos como yo-, porque, madridista que me estás leyendo, si en su día no estabas en aquella trinchera llamada «benzemismo» no eres capaz de entender hasta el punto que ha significado su gloriosa etapa final para nosotros, porque defender a Karim ha sido realmente difícil (no hay más que echar un vistazo a su balance con la Selección francesa). Pero, en un mundo dominado por las estadísticas, cómo explicarte, sin parecer un loco, que en este deporte existía un lenguaje propio, oculto… ese que finalmente fue descifrado, el del 2° máximo goleador de la historia del Real Madrid, o el 4° de la historia de la Champions League y eso que en su etiqueta ponía «es muy bueno pero no hace números».

Pues ese tipo, es el mago del intangible, al que no diré adiós porque forma parte de mi, Karim sólo se irá cuando mi corazón deje de latir, y ese día ya no estaré vivo para asumir su marcha.

Texto: @FootNes
Foto: Florencia Tan Jun/Getty Images

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