Opinión | Contra el supremacismo estilístico
Julian Nagelsmann, entrenador del Bayern de Munich, soltó una perla después de que su equipo cayera eliminado ante el Villarreal en los cuartos de Champions. Tras el 1-0 favorable al Submarino Amarillo en la ida, los bávaros se lanzaron en avalancha a por la remontada en el partido definitivo. Más de veinte tiros en casi noventa minutos les sirvieron para ir venciendo 1-0 en su feudo, pero el Villarreal, en una contra, puso el 1-1 en el marcador en los minutos finales. Fue el cuarto chut en todo el partido del conjunto español. «Es parte de la mentalidad española y de los equipos del sur», dijo Nagelsmann al referirse al juego económico de los de Unai Emery, una afirmación en la que es imposible no intuir -y quizás la Historia induce a ello- cierto desprecio supremacista.
Dos días más tarde, el FC Barcelona cayó de forma estrepitosa por 2-3 ante el Eintracht de Frankfurt, un equipo teóricamente inferior a los culés, y quedó apeado de la Europa League, un torneo teóricamente inferior para el Barça. Los alemanes hicieron del contragolpe su arma más letal durante el encuentro, una cuestión difícil de asumir para un club como el blaugrana, autoproclamado garante de la belleza balompédica, la que ellos dictan, claro. Además, el escozor por la derrota creció en decibelios después de que el Madrid eliminara el martes al Chelsea en Champions de una forma tan épica como fangosa, carente de toda clase de estética e inexplicable con argumentos terrenales: tras ganar 1-3 en la ida, los ingleses le dieron la vuelta a la eliminatoria con un 0-3 incontestable, pero los blancos, a base de fe, casi a la fuerza, a trompicones, pudieron empatar el resultado global con un gol en las postrimerías del partido y luego rematar la faena tras los 90 minutos con otro tanto que fijó el 2-3 final. «Nosotros tenemos la obligación de ganar y jugar bien. No nos sirve sólo ganar porque se genera un debate toda la semana. Por eso el Barça es el club más difícil del mundo», manifestó el entrenador del FC Barcelona, Xavi Hernández, tras su derrota. Y es que, ya se sabe, como escribió Borges en ‘El Aleph’, «el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable”.
Para gustos futbolísticos los colores, por supuesto, pero el problema viene cuando la defensa de un estilo florido y vistoso desprende un tufo elitista y, por tanto, también en ocasiones -sólo cuando se gana-, condescendiente. Creerse el dueño de una idea sólo llama a la intolerancia, cerrarse en banda y alimentar la tozudez sólo conduce al fracaso, despreciar a quien no comparte tu credo sólo te hace más ridículo.
Foto: LLUIS GENE/AFP via Getty Images