Opinión | Camavinga y Valverde, a la vanguardia de la táctica
Tras tiempo negados a encontrar relevos confiables a la Triple Entente (Casemiro, Kroos, Modric), la savia nueva llegó al césped del Bernabéu.
Los ritmos han cambiado. Quedaron anticuados jugadores de 1,60 m con buen toque y precisión en el pase horizontal, por lo menos en Ligas de Campeones. En la actualidad, los equipos aspirantes contienen en sus plantillas un ceñimiento extremo al dogma físico, que paralelo a seguir las indicaciones de la libreta, deben cumplir por cuenta individual una preparación que se aleja de la anarquía que reinaba en décadas anteriores. Será complicado volver a ver jugadores que se pegan una calada mientras corren, dichosos profesionales que “se pasan de la raya” a la hora de confundir el día con la noche.
No hace mucho, el conjunto madridista vivió las consecuencias de la inadaptación, o del simple conservadurismo de las 4 Copas de Europa en 5 años, cuando ya habían pasado otros 4 años desde esos éxitos. Seguir con la inercia inerte de los Isco o Ceballos dejó las vitrinas en el año de Lopetegui y Solari limitada a un Mundialito de Clubes, y sobre todo a una bochornosa eliminación contra el Ajax de 4 goles encajados en el Bernabéu. A partir de ese baño de realidad, la conciencia de la situación cambió, por lo menos entre la afición. Porque todavía tuvimos que impacientarnos otras dos campañas más con el retorno de Zidane, la apuesta ciega por la pasividad y el “laissez faire” en el mismo momento que Liverpool y el Bayern daban lecciones reflexivas sobre el nuevo fútbol.
Bajo la firma alemana, ideada por Ralf Ragnick y delegada en aprendices ya maestros como Klopp, Flick o Naggelsmann, los equipos han modelado sus planteamientos en virtud del músculo y la intensidad, el complemento causante del vértigo y el fútbol de ataque. Claves como la presión incesante y compartida entre todas las líneas de equipo y el constante ida-y-vuelta, requieren un cuerpo que aguante el minutaje completo del partido, y más allá de un partido, sobreviva en el otro de la semana. Ya no solo se necesita que las voluntades se forjen en los gimnasios. Cosas de la edad, diría la canción, no todos pueden sobrevivir al ritmo en plenos 35.
Tras tiempo negados a encontrar relevos confiables a la Triple Entente (Casemiro, Kroos, Modric), la savia nueva llegó al césped del Bernabéu. Uno es uruguayo, en continua escalada de jerarquía y madurez. Otro es francés, (como todos los canteranos prometedores últimamente), con el gen privilegiado para entrar de lleno en la dinámica de la nueva Europa con apenas 19 años. Dos jugadores que con sus aparentes diferencias, vienen y van al mismo sitio. Más que un centro y un todo. Las posibilidades que brinda sus capacidades se equiparan a los medios TOP, aún con un todavía margen de mejora. De nuevo, el conjunto blanco tiene velocidades con las que descarrilarse del centro hasta la banda, con zancada suficiente para eliminar rivales. De nuevo, se cuentan con baluartes del corte defensivo y la instantánea respuesta para unirse a la segunda línea y aportar una alternativa fiable de disparo. De nuevo, esta vez en manos de Ancelotti, la polivalencia con esto jugadores vuelve a ser un recurso utilitario en situaciones desesperadas, con la contundencia y fiabilidad de adaptarse a un rol (más reculado o no en el campo) que van desde la línea lateral hasta la posición de extremo. Y de nuevo, al ser jóvenes se cuenta con ello, la inocencia es sinónimo de compromiso, en suplencia de los que ya la perdieron.
Con la inclusión a medio plazo (ya sea fichaje o canterano) de otro jugador en el medio, el Madrid construirá su centro del campo del futuro con el poder mantenerse en sus 13. Y más allá.
Texto: Miguel Robles (@mike2000mk)
Foto: Denis Doyle / Getty Images