Opinión | ¡Ave, César! Los que van a jugar te saludan
Bien podría ser esta la nueva frase dentro de unos meses ante el descomunal proyecto del nuevo Santiago Bernabéu. Mucho se habla del nuevo estilo futurista del exterior, de sus soportes en forma de panel de abeja, incluido el techo retráctil. Pero la verdadera obra culmen de toda las nuevas instalaciones será su césped retráctil.
Al igual que entonces en Roma, donde el coliseo era el centro del mundo debido a la gran obra arquitectónica desde donde podías ver una lucha de gladiadores a una representación naval de alguna batalla, el coliseum blanco avanza impaciente para recibir a la multitud que aclamara a las nuevas estrellas de nuestro club. Lo que más sorprenderá a nuestro público es que al igual que una cancha de baloncesto de universidad americana cuando vaya a representarse otra función que no sea el fútbol, el césped quedará oculto en la grada oeste mimado por un sistema de mantenimiento avanzado.
Así mientras nuestro nuevo coliseo se levanta, nuestros jugadores se preparan al lado de él, cual escuela de gladiadores en la antigüedad. Forjando el nuevo destino del club y ayer consiguiendo una gran victoria, con un gran Toni Kroos que nos dejó atónitos ante el chut que se colaba en las redes del estadio Alfredo Di Stefano, para más tarde ver a nuestro capitán como auriga espoleando a sus caballos rematando otra gran jugada, con Marcelo como artista invitado final del espectáculo. Cierto es que luego pasó factura el segundo tiempo teniendo a un Salvador bajo palos que nos evitó más de un gol.
Todo esto se va fraguando con gran estructura sólida, y al igual que el nuevo estadio va avanzando hacia su trayectoria final, nuestro equipo sigue unido con los objetivos más frescos de principio de temporada para alcanzar el máximo esplendor.
Cada encuentro será una lucha, cada lucha será una batalla, cada batalla será una victoria.
Así, mientras el nuevo templo blanco va respirando y tomando forma, sus jugadores van completando cada gesta dedicándole cada victoria para que se llene de orgullo cuando los jugadores defiendan su escudo en su interior y el público pueda volver a corearlos, dando ese calor y empuje de las grandes citas.
N. Exvil