#Opinión | A César lo que es de César
Anda el Juvenil A del Real Madrid enfrascado en un particular mano a mano con su homólogo del Atlético por hacerse con el título de campeón en el Grupo V de la División de Honor. El 1-1 reciente en el Cerro del Espino dio casi media copa a los rojiblancos, en un duelo directo que dejó varias certezas (que Miguel Baeza tiene una zurda de seda, el crecimiento de Moha…) y una incógnita en forma de penalti en contra de los chicos de Dani Poyatos que se plasmó en el definitivo empate.
A la espera de un tropiezo ajeno y con varias piezas clave buscando un billete para la Euro sub-19 con la selección española, el 1-0 de este sábado con el Alcorcón dejaba una buena noticia numérica (tres puntos más que casi certifican el pase a la Copa de Campeones como mejor segundo) y otra de cara al futuro. Ha vuelto César Gelabert, y cuando uno escribe esto le dan ganas de usar mayúsculas y un cuerpo mayor de letra.
Su DNI marca que aún tiene 18 años y eso invita y obliga a tener paciencia y calma con el palentino, pero su fútbol invita a soñar con grandes cosas. Lleva desde 2015 en la Fábrica, año en el que llegaba desde el Hércules, y, desde entonces, su paso por las categorías inferiores estaba siendo meteórica. Basta con un ejemplo para ilustrarlo. Temporada 2016-2017, Guti dirigía a una generación espectacular, en la que el hoy pepinero Óscar Rodríguez movía los hilos, Manu Hernando mostraba una jerarquía inaudita en un juvenil y Dani Gómez se hartaba en convertir en goles las continuas incursiones de dos puñales como Franchu y Alberto Fernández.
Con tanta materia prima, especialmente de medio campo hacia delante, uno creería que no había necesidad de buscar más abajo. Pero es que César Gelabert no llamó a la puerta de Guti, directamente la derribó. Con el paso del curso se fue ganando minutos, y remató su temporada con el cuarto y definitivo gol de la final de la Copa del Rey ante el Atlético de Madrid en Calahorra. Sí, es cierto, el tanto llega en la prórroga, con el rival roto física y tácticamente, y tras un mano a mano con el guardameta rival, pero les invito a recordar cuando tenían 16 años y ver si hubieran sido capaces de sacarse de la chistera tal definición.
LA MADUREZ
Llegó el curso siguiente y a César le tocó coger el testigo de una camada que se había ganado el derecho de dar el salto al Castilla. No le tembló el pulso al palentino, que como referencia en el ataque no se cansó de marcar ni de asistir. Además, le dio tiempo a dejar su sello en el Mundial sub-17 de India, donde España fue subcampeona, con dos goles y algunas actuaciones, especialmente en la fase de grupos, más que interesantes.
A cada partido que pasaba Gelabert se iba ganando papeletas para ser considerada la gran joya de Valdebebas. Hay futbolistas que nacen con un don en el apartado técnico, pero a los que les falta la personalidad para echarse un equipo a la espalda. Si esa duda planeó alguna vez sobre la figura del joven palentino quedó despejada de golpe en la Copa del Rey. En unas eliminatorias locas con el Zaragoza y el San Félix, César siempre apareció cuando el Real más le necesitaba, pero la graduación definitiva llegó con el Valencia en cuartos de final. Y esto merece un aparte.
En la ida el equipo aún dirigido por Guti se imponía por 1-2 en Paterna, pero el Juvenil de A del Valencia, con otro ilustre en el banquillo, Mista, se plantó en Valdebebas con la intención de darle la vuelta a la historia. Cerca estuvo de lograrlo, cuando a falta de pocos minutos para el final ganaba por 1-3. Contra las cuerdas, bajo un diluvio inaudito en el mes de junio, con el rival crecido… Era un terreno propicio para ver qué jugadores habían mamado de verdad ese gen tan madridista de no tirar la toalla. Se podría hablar del gol milagroso y polémico de Diego Hernández o del derroche de coraje de Gorka Zabarte, pero fue Gelabert el que hizo que el equipo no dejara de creer. A la hora de la verdad, se disfrazó de Casemiro para venir a recoger el balón entre centrales, de Modric para batir líneas rivales y de Isco para aguijonear el área contraria. Fue todo en uno.
Así, entre exhibiciones y distracciones que pudieron costar muy caro, el Juvenil A se plantó en la final de Copa del Rey para intentar aguar el triplete del Atlético, pero en las horas previas al choque de Cuenca llegaba una noticia muy negativa: César Gelabert se había roto el cruzado.
La apuesta del Madrid por el jugador no se quedó en meras palabras y el palentino tiene esta temporada ficha con el Castilla. Ese fue un pequeño guiño que harían más soportables las numerosas horas de trabajo en el gimnasio, de sesiones de fisioterapia, de un túnel que a un futbolista se le puede hacer casi inaguantable, y más cuando tus 18 años te piden minutos de juego y balón.
La espera tocó a su fin este sábado, cuando Gelabert volvió a sentirse jugador. Ahora solo falta tener paciencia y confianza, y mimar al chico desde el club y su entorno (su padre fue jugador profesional) para que el Madrid disfrute de una de esas joyas que se andan buscando en el mercado internacional y que está mucho más cerca de lo que cabría esperar. Tiempo al tiempo, y a César lo que es de César.
Foto: El Español