#MiradaBlanca | Sueño cumplido
Hace ya 18 años y medio que entré en Los Ojos del Tigre, peña que presido a día de hoy y que ha vivido desde los años más oscuros del “Imbrodato” hasta esta tercera época de oro que vivimos en la actualidad. Durante estos años he realizado incontables viajes durante la Liga Regular, un par a la fase regular de la Euroliga, otros tantos para los Playoffs de la misma, además de tres a cuartos o semifinales de Playoffs en Liga. Además, he estado en una fase final de la Supercopa, en 8 Copas del Rey y en 4 Final Fours. Sin embargo, hasta esta semana no sabía lo que era vivir en directo un Playoff final de la Liga Endesa fuera del WiZink Center.
En efecto, en 18 años por unos motivos u otros nunca había viajado en el momento en el que el campeonato liguero se decide. A veces era por problemas de fechas o de horarios (muchas estas veces estos partidos se juegan entre semana que impiden compatibilizarlo con el trabajo) y otras por motivos personales, pero la cuestión es que aún tenía clavada esa espina.
Bueno, no sólo yo. Tampoco mi peña en sus 26 años de existencia (cumplimos años el pasado día 20) había organizado viaje para una final. De hecho,en 2005 nos quedamos todos a las puertas de ir a Vitoria para vivir ese espectacular quinto partido resuelto con el triple de Herreros pero a última hora no pudimos ir y nos quedamos sin vivir ese histórico momento. Trece años después la vida y la competición nos devolvería la oportunidad.
Cuando Baskonia finalmente logró clasificarse para la final ni nos lo pensamos. Esta era nuestra ocasión. Cierto es que el horario del tercer partido no invitaba (lo que impidió a mucha gente de nuestra peña ir) pero no pensábamos dejar pasar la oportunidad de vivir lo que podía ser un golpe importante a la Liga. Si el Baskonia había ganado una vez en el Palacio porque el Madrid no iba a hacer lo mismo en el Buesa Arena. Así pues, tres coches de la peña salieron desde la explanada del Santiago Bernabéu rumbo a Vitoria a primera hora del domingo, y tras disfrutar de unos deliciosos pintxos en la ciudad que tan bien conoce Dani Benavides , fuimos directos al infierno del Buesa Arena.
En efecto, en el hogar del Baskonia cariño, lo que se dice cariño, no nos tienen y el ambiente era espectacular en nuestra contra. Sin embargo, aunque las crónicas digan lo contrario, el pabellón baskonista estuvo lejos de registrar un lleno al menos en lo que a ocupación se refiere y en las alturas (allá donde las cámaras no alcanzan) los huecos eran más que meridianos. Algo sólo entendible para una final si atendemos a lo poco que trabajan los responsables de nuestro deporte por darle visibilidad a nuestra Liga.
Como era de esperar, al igual que en los anteriores, el choque estuvo cargado de alternancias y emoción pero finalmente el Madrid y los madridistas que allí estábamos (destaca la presencia de más de 40 Berserkers) fuimos los que pusimos la voz al final del choque. El 2-1 ya estaba en nuestro casillero y el viaje de vuelta esa misma noche se antojaba feliz esperando ver en casa como nuestro equipo alzaba la Liga en el quinto ¿o no?
Y es que durante los casi 400 kilómetros que separan Vitoria de Madrid un rún-rún amartillaba nuestras cabezas. Era improbable pero.. ¿y si el madrid sentenciaba antes del quinto partido? Es verdad que ya estábamos rumbo a Madrid, que el cuarto partido era la noche de un martes, que el lunes (e incluso el propio martes) teníamos que trabajar pero… ¿Nos lo íbamos a perder? Toda la temporada dejándonos la voz y ¿no iba a haber ni una sola presencia de la peña en un momento tan importante? Imposible. Cierto es que apenas 4 miembros podíamos viajar en un día tan complicado pero no podíamos dejarles solos. Puede que dos de ellos ya hubieran vivido en directo la conquista de la Décima este mismo año pero no estábamos dispuestos a perdernos un momento que ya es historia de nuestro club. Son nuestros héroes y si había que acompañarles a pecho descubierto así lo haríamos. De esta forma nos decidimos a afrontar unos de los viajes más locos que hemos hecho en los últimos tiempos.
Eran casi las cuatro de la tarde del martes cuando salimos de Madrid rumbo a una ciudad que habíamos dejado menos de 36 horas antes, a un pabellón en el que la presencia madridista sería prácticamente nula y en el que las opciones de victoria no eran grandes (la del domingo fue la tercera derrota de los de Pedro Martínez en casa en toda la Liga). Tras dejar las cosas en el hotel llegamos al Buesa apenas media hora antes del inicio del choque. Allí, todos los presentes eran conscientes de la trascendencia del resultado, pese a que la ocupación era mucho menor que 48 horas antes la presión ambiental era mayor. Con un speaker saltándose a la torera la absurda normativa que les impide animar a su equipo y 14.000 gargantas enfurecidas, el Baskonia saltó a la pista presionando a los blancos y obligándoles a cometer errores. Y cuando no era así, era uno de los fondos de Baskonia los que interrumpían el partido a base de lanzar objetos.
Sin embargo, cuando peor pintaban las cosas aparecía un hombre al que mucha gente le debe disculpas para destrozar a Baskonia en uno de los partidos más espectaculares que recuerdo a un solo jugador. Si mirabas las caras de los baskonistas que nos rodeaban eran todo un poema, su desesperación cada vez que a Rudy le llegaba el balón era total y es que durante todo el choque cada vez que Rudy se decidía a lanzar todos allí eramos conscientes de que los únicos que celebraríamos esa jugada eramos los pocos que vestíamos de blanco. Con el balear como arma el Madrid acababa de conquistar su Liga número 34. Mientras 14 jugadores y todos los miembros del staff saltaban en la pista de alegría, cuatro “tigres” hacíamos lo mismo en lo más alto de uno de los pabellones más antimadridistas del planeta. Probablemente cualquiera que no viva este deporte nos pueda tomar por locos pero os juro que la alegría que sentíamos era inmensa. Habíamos visto en directo la consecución de la Liga número 34 del Madrid, una exhibición espectacular de Rudy y con casi total seguridad el último partido de Luka Doncic en Europa. Sin duda, la locura había merecido la pena y nos dispusimos a abandonar el pabellón en mitad de felicitaciones de nuestros compañeros de asiento (tengo que agradecer a los baskonistas su generosidad ya que no solamente no sufrimos una mala mirada sino que algunos incluso nos aplaudieron) no sin antes acercarnos a la salida del autobús del Madrid dispuestos a despedirnos , inconscientes de que lo mejor estaba aún por llegar.
Y es que al vernos allí y ser la única peña de baloncesto presente, el club tuvo la deferencia de permitirnos despedir a los jugadores mucho más cerca de lo que jamás hubiéramos soñado y tener para la posteridad un álbum de fotos histórico junto al equipo de la Décima y de la trigesimocuarta (ves como no es tan difícil decirlo Siro). Uno a uno los jugadores fueron despidiéndose de nosotros y nosotros haciéndonos fotos con ellos: desde Radoncic hasta Llull, desde Yusta a Doncic, desde el utilero Óscar Muñoz hasta el coach Pablo Laso. Estábamos viviendo unos momentos históricos que disfrutamos exactamente igual que Ander y su padre Asier, dos de los peñistas de la Peña Madridista de Sestao que nos acompañaban. Y justo cuando ya pareció que nos teníamos que marchar, apareció ella en manos del delegado Pepe Blanco. Un trofeo resplandeciente que tuvimos el honor de poder sostener pese al miedo de poder hacer un “Sergio Ramos” debido a su gran peso. Había cumplido lo que 96 horas antes junto a algunos miembros de Madridista Real le había prometido a la leyenda Biriukov, traernos bajo el brazo la 34ª de Vitoria.
Texto: @jmcanasv