Mirada Blanca | ADN
Según la Real Academia de la Lengua en su segunda acepción, ADN significa «esencia, naturaleza de alguien o de algo». SI profundizamos un poco más en algunas enciclopedias nos daremos cuenta que es algo totalmente intransmutable pero a la vez transmisible de generación en generación. Algo que nos identifica y nos diferencia de los demás.
Durante esta temporada, aplicado al fútbol se ha hablado mucho del ácido desoxirribunucleico. Primero en relación a nuestro eterno rival, un Fútbol Club Barcelona que, tras traer a Xavier Hernández como entrenador decía recuperar ese ADN de fútbol de toque y calidad impreso en La Masía desde que Johann Cruyff era entrenador del primer equipo. Sin embargo, cualquiera que no se deje engañar se dará cuenta de que esa argumentación es falaz en todos sus argumentos. Ni Cruyff trajo el futbol de toque al Barça (Samitier, Kubala, Maradona o el propio holandés ya eran jugadores muy técnicos en su época), ni buscar siempre la victoria a través del toque es algo que les diferencie del resto tal y como atestigua el hecho de que Cruyff usara a menudo a Alexanco como «9» o que Xavi ahora se dedique a meter balones al área para ver si «caza alguna Luuk De Jong» y por supuesto jugadores como Pedri o Araujo son «Made in La Masia» por mucho que nos lo quieran vender así.
La realidad es que un equipo juega de una manera determinada porque así lo determina su camiseta es absurdo, por lo que podría parecer que el ADN aplicado al fútbol es imposible. Y aunque teóricamente es así, si que hay actitudes que definen a un club o a un equipo. Algo que en el caso Del Real Madrid queda perfectamente definido con la preciosa frase de «Hasta el final, vamos Real». El no rendirse, el nunca dar nada por perdido es lo que ha hecho grande a este club, más incluso que los gigantescos jugadores que ha tenido a lo largo de su historia. No en vano, en plena época de éxitos culés, el propio Cruyff reconocía que si hubiera sido el Madrid el que tuviera esa diferencia de plantilla con su respecto a su eterno rival el Barça se habría rendido mientras que el Madrid no solo no lo había hecho sino que había logrado ganar dos ligas consecutivas. Esta incapacidad para rendirse es lo que al equipo blanco le ha llevado a ser el mejor club de la historia y lo que viene demostrando la primera plantilla de fútbol durante toda esta Champions League, primero remontando al PSG cuando todo parecía perdido, después sobreponiéndose a la gigantesca remontada del Chelsea para acabar pasando la eliminatoria y, por último, sobreviviendo a un partido en el Etihad en el que empezó con dos goles de desventaja en menos de 10 minutos.
Sin embargo, este curioso ADN no es patrimonio exclusivo del equipo de futbol . De hecho, si algo ha caracterizado al conjunto de la otra pelota, la naranja, es precisamente no haberse rendido cuando peor han ido las cosas. Tras perder la Final Four de Londres en 2013, el equipo logró sobreponerse y ganar la Liga a un Barça que había ganado las dos últimas, cuando cayó en Milán y todo el mundo daba por acabado el proyecto de Pablo Laso lograría la Perfect Season al año siguiente, cuando en 2018 se lesionó «hasta el apuntador» y tuvo que afrontar la Final Four de Belgrado con un Llull recién recuperado de su grave lesión, con Facu lesionado y un imberbe Doncic acabó alzándose con Liga y Euroliga y cuando el año pasado tuvo que afrontar los Playoffs tras la marcha de Deck y Campazzo y perdió de paliza los dos primeros partidos, acabó poniendo contra las cuerdas al futuro campeón.
Así pues, está más que comprobado que este ADN está impreso hasta en el último hilo de cada una de las camiseta del Real Madrid Baloncesto a lo largo de estas once temporadas. Sin embargo, esta temporada, y tras un inicio espectacular, pareció que este aún había desaparecido por completo del equipo madridista. Han sido más de dos meses horrorosos en los que, lejos de luchar hasta el final, se ha visto a un totalmente irreconocible, que saltaba a la cancha con los brazos caídos y la mirada abajo, que perdía constantemente partidos que tenía ganados, en los que (salvando a Llull y Rudy)ninguno parecía tener ganas de cambiar la dinámica y en una crisis profundísima en la que Laso daba sensación de ser totalmente incapaz de dar la vuelta a la situación. Para colmo dos de los jugadores que prometían ser claves en este final de temporada como eran Heurtel y Thompkins eran apartados «definitivamente» con unas explicaciones un tanto vagas para después ser readmitidos (aunque, hasta el momento, sin haber vuelto a la cancha). Por si fuera poco, el que por entonces era el mejor del equipo, Gabriel Deck, se lesionaba de forma indefinida.
Es cierto que tras el desastre consumado ante el Bayern y el «castigo» a los dos jugadores, el conjunto blanco dio un halo de esperanza no solamente plantando cara, sino incluso este en condiciones de ganar el partido (lo habría hecho de no ser por los árbitros) al todopoderoso Barça y en el Palau. Sin embargo, estas esperanzas de recuperación se diluirían apenas un par de días después con la derrota ante el Bilbao. La situación era crítica y, para colmo, el Madrid se jugaba la temporada ante el equipo más en forma de toda la Euroliga, un Maccabi que había hecho un Rush final espectacular y ante el que el Madrid parecía una víctima propiciatoria. Es más, no eran pocos los que pronosticaban que no solo recuperaría el equipo de Avi Even recuperaría el factor cancha en el primer partido, sino que acabaría arrasando a los blancos por un inapelable 0-3.
Pero como decimos, dar por muerto al Madrid siempre es un error. Nadie confiaba en el equipo y de hecho muchos se temían que la escena de los alemanes conquistando el Camp Nou tanto en el césped como en la grada, se repitiera apenas una semana después con los macabeos en el WiZink. Craso error. No solamente la afición blanca pobló los asientos del pabellón de la Calle Goya, sino que apoyó hasta la extenuación a su equipo permitiendo que los madridistas lograsen un primer punto que pareció romper por fin la mala trayectoria de los blancos.
Eso supondría un auténtico empujón para el equipo madridista, un punto de inflexión al menos en la eliminatoria, y en el segundo partido no solamente el Madrid mejoraría, sino que completaría su mejor encuentro de la temporada dando un espectáculo tanto en ataque como en defensa como no se veía desde el último año completo de Facundo Campazzo al timón del equipo. Aunque ante el Betis volvieran algunas dudas el Madrid (inexplicable que la ACB no aplazara la jornada, por cierto) no quería dejar escapar esta oportunidad y si el segundo encuentro ante Maccabi se vio al Madrid más espectacular de la temporada, el tercero fue el más serio y el Madrid, lejos de dejarse impresionar por el ambiente en La Mano de Elías, se convertía en el primer clasificado para la Final Four de Belgrado.
Por supuesto, el trabajo no está terminado y clasificarse para una final a cuatro tal vez fuera suficiente para el Real Madrid depresivo que cogió Laso en 2011, pero sin duda ahora no lo es. Además, por impresionante que sea la reacción, una crisis tan profunda como la que han atravesado los blancos no se soluciona con un par de partidos buenos solamente. Sin embargo, más allá del pase a la Final Four, lo importante es haber recuperado ese ADN, ese espíritu competitivo que siempre ha caracterizado al equipo de Laso y que ahora ha vuelto a verse. Toca pelear por los dos titules que quedan en juego, enfrente habrá enemigos muy poderosos, probablemente alguno más incluso que los madridistas, pero si el Madrid sigue sacando a la luz ese ADN ganador que nadie dude de que peleará hasta el final y que no hay absolutamente nada que los pupilos de Pablo Laso no puedan hacer.
Foto de portada: Real Madrid