Un Madrid que nunca se rinde.
Partido 500 de nuestro entrenador Pablo Laso, dinamitador de la nueva historia de nuestro queridísimo. Siete temporadas llenas de color, magia y títulos, muchos títulos. En este día marcado en el calendario, visita harto complicada. Nada más y nada menos que Moscú. Líder y por supuesto una de las canchas más complicadas del continente, hecho que se demostró desde el inicio.
Las estadísticas al final de los 40 minutos muestran una igualdad sustancial. 51,2-45,5-91,3 del CSKA por 51.2-39,1-72,7 en porcentajes de tiro, 31 rebotes rusos por 37 del Real Madrid, 17 a 14 en asistencias y así hasta una valoración de 95 para los moscovitas por 97 de los de Laso. Y si es así, ¿qué no terminó de funcionar?
Pues bien, a la primera unidad blanca le costó funcionar, salió algo desengrasada en el inicio del choque. Nuestro quinteto titular de carrerilla, salvo mínimas variaciones, Campazzo-Rudy-Yusta-Thomkins-Tavares, resistía al ataque soviético gracias a la intimidación y el poder del caboverdiano pivot, quien dominaba el rebote a sus anchas en ambos lados de la pista.
Durante estos minutos, Sergio Rodríguez manejaba a su antojo los ritmos. Ya le conocemos lo suficiente y sabemos de lo que es capaz. Pues bien. Hizo el partido suyo, tal y como hacía en esos días de brillar en el Palacio de los Deportes (ahora WiZink Center). Sin apenas fallos en el lanzamiento y moviéndose por el Megasport Arena como si estuviera sólo, a pesar de los esfuerzos de nuestros jugadores que intentaban frenarle, anotaba posesión por posesión. Con él, Clyburn, Higgins, Kurbanov y otro antiguo conocido de la afición, Othello Hunter se sumaban a la fiesta, de la cual, Rodríguez seguía siendo el anfitrión.
Nuestro equipo no supo manejar en esos instantes las situaciones de uno contra uno que se iban generando mientras Pablo continuaba buscando soluciones para voltear el partido. Y ahí estaba. La lupa eslovena afinaba la mirilla. Luka Doncic carburaba de poco en poco, pero de forma firme y decidida. Como de costumbre. La perla, nuestra perla, siembra pánico allá donde va y solamente a golpe de remo es posible pararle.
A sabiendas de la dificultad de jugar en el frío de la Plaza Roja, donde sin ser una pista de altos decibelios sientes ese regusto de no saber qué va a pasar, el 7 blanco ponía toda su magia para vencer. Allí, no sólo te enfrentas a la escuadra de Dimitris Itoudis, sino que eres consciente de que vas a recibir mucho y te van a dar poco. Pero da igual, allí estaba nuestra espada más en alza (con el beneplácito de Llull y del resto de guerreros), tirando del carro, desde atrás.
Las amplias diferencias se reducían gracias a un aumento de la actividad defensiva que permitía correr con mayor fluidez. El buen hacer del lado débil en el ataque estático complicaba el juego entre postes que tanto les había dado a los locales en la primera mitad, además de unos emparejamientos más duros para las balas exteriores. Rapidez de manos y ayudas defensivas ágiles jugando con un small-ball, sin Tavares y con un quinteto móvil, donde Trey Thompkins y Felipe daban aire al contraataque del Madrid, que conseguía disipar las ventajas rusas.
De esta forma, el acierto de Sergio Rodríguez en la primera mitad se redujo ostensiblemente por las piernas de Facundo Campazzo, que agazapaba al canario jugada tras jugada, llevándole a hacer tiros forzados con pocos segundos en el reloj de posesión. CSKA Moscú empezaba a precipitarse y abusaba del tiro de tres puntos sin la fiabilidad que había tenido.
Juego fácil entre interiores y exteriores. Facu, Carroll y Rudy abrían huecos y conseguían penetrar en el entramado defensivo rival, al mismo tiempo que los grandes martilleaban inteligentemente contra Othello Hunter y compañía para alcanzar una distancia de 8 puntos, merecida y heroíca, tras los 26 que llegaron a existir.
El Real Madrid nunca se rinde, siempre está, pase lo que pase. Ni el 16-4 rojillo, ni las casi 13.000 personas allí presentes, ni el primer cuarto aciago de los nuestros, con 5 puntos hasta faltar 3 minutos de partido, ni el 54-31 al descanso y así con un gran número de factores que se han dado la vuelta en el día de hoy. Aún a pesar de todo esto, a lo que podemos sumar las bajas existentes (Llull, Ayón o Kuzmic) o que nuestra más inmediata estrella, Luka Doncic, se retirara ayer lesionado del entrenamiento. Pablo Laso y sus pupilos no dan un balón por perdido hasta que suena la bocina final que nos cita la jornada próxima en casa frente a otro grande de Europa, el Olympiakos griego. Queremos más y lo vamos a tener. El campeón de Europa tiene nombre y apellidos, Real Madrid.
Autor: @hugales4JN
Imágenes: realmadrid.com