#LaBoticaMadridista | Diecinueve banquillos y una silla eléctrica
Cualquier entrenador del mundo, salvo rara excepción, aspira a entrenar al Real Madrid. Es algo lógico, todo el mundo en su trabajo desea llegar lo más alto posible. Pero llegar al banquillo del Bernabéu no es llegar a cualquier otro banquillo. El entrenador que alcance el deseado objetivo, tiene que estar preparado para perder su tranquilidad en el trabajo y ver cuestionadas todas sus decisiones.
En cualquier otro equipo vemos cómo el entrenador tiene total autonomía y puede hacer lo que considere mejor para el equipo. Así, mientras unos rotan, el entrenador del Madrid castiga; mientras otros eligen el once inicial, en el equipo blanco el míster se pliega a las vacas sagradas o se le impone desde la planta noble; si las lesiones son un problema para cualquier equipo, para el entrenador del Madrid son una solución, porque no tiene que elegir. Y así podemos seguir con todas las cuestiones que rodean al trabajo de un entrenador.
Ejemplos muy claros de todo esto los tenemos a diario. El caso Malcom, de haberse producido en el Real Madrid, hubiera supuesto un terremoto fuera incluso de la escala Richter. No digamos ya si Dembelé hubiera fichado por el equipo madridista. Si el entrenador lo alinea, se diría que cómo puede permitir que juegue alguien tan díscolo. Si por el contrario lo deja en el banquillo, se hablaría de lo que costó y de cuánto le cuesta al club los pocos minutos de los que disfruta.
Si nos vamos al vecino, los ejemplos son aún más sangrantes, puesto que no hay un entrenador al que se le cuestione menos todo lo que hace como a Simeone. Lo de Vitolo sería impensable que transcurriera con esa naturalidad en Chamartín. Y el final de Fernando Torres en el equipo rojiblanco, con el Cholo y el futbolista lanzándose dardos, hubiera supuesto una pira en el centro del Santiago Bernabéu en la que habrían ardido hasta los documentos fundacionales del club.
Con el actual entrenador del Real Madrid ya lo estamos viendo. No lleva ni un mes al frente del banquillo blanco, y ya hay caso Isco. Cuando juega Vinicius, por supuesto lo hace porque la directiva quiere verlo en el campo y fue lo que le costó el cargo a su antecesor. Y si decide acabar con la rotación en la portería, es porque se lo han impuesto y no porque él considere que Liga y Champions tengan que ser para un solo guardameta.
El inquilino del banquillo del Madrid, es el único en el mundo que no dispone de independencia. Todo lo que haga será porque se lo ordenan o porque no tiene arrestos para hacer lo contrario. El entrenador que venga al Real Madrid, tiene que hacerlo preparado para todo esto. Si lo consigue, y a pesar de la falta de proyectos que siempre sufren los entrenadores madridistas, tendrá allanado el camino hacia una nueva Champions, esa que últimamente no sale de las vitrinas blancas.
Texto: José Valenzuela