#LaBoticaMadridista | Bolas (no tan) calientes
Viernes 13 de abril. Sorteo de Champions. En una cafetería cercana al Santiago Bernabéu, un aficionado mueve nervioso un café que ya se le ha quedado frío. Sale el papel del Bayern, resopla y da un sorbo de la taza. El siguiente papel es el que no quería ver, el del Real Madrid. Otra vez se van a ver las caras alemanes y españoles. Otra vez un partido que tiene la sensación de vivir cada año, como si la Champions no existiera hasta que llega ese cruce.
Al chico se le va la mente a eliminatorias anteriores, muchas en los últimos años. En las de los años 2000, 2002, 2014 y 2017 el Madrid no sólo pasó la eliminatoria, sino que acabó ganando la Champions. Es un partido repetido ya infinidad de veces. No puede ser de otra manera, son dos equipos que casi siempre llegan a las cotas más altas de esta competición.
Mientras apura el café, el joven aficionado se da cuenta de que las dos escuadras comparten muchas cosas. No en vano, jugadores como Paul Breitner, Robben, Xabi Alonso, Kroos o James, han vestido las dos camisetas. También el actual entrenador del equipo alemán, Jupp Heynckes, estuvo sentado en el banquillo madridista, consiguiendo además la ansiada séptima. Más tarde, Ancelotti conquistó la copa de Europa con el Real Madrid, para poco después, hacerse cargo del equipo bávaro. Además, en ambos clubes ocupa la presidencia de honor un mito de cada equipo, Gento en el equipo blanco y Franz Beckenbauer en el Bayern.
En la televisión empiezan a poner imágenes de los mejores momentos de la historia entre estos dos gigantes de Europa, y el chico empieza a recordar la tensión que se suele vivir cuando se enfrentan ambos. El pisotón de Juanito a Matthaus, el “loco del Bernabéu” y su puñetazo al árbitro, los árboles ardiendo de Rummenigge y las bravatas de Vidal son sólo algunos de los episodios más destacados. Especialmente intensa fue la tanda de penaltys de 2012. Aquel balón lanzado al cielo de Madrid por Ramos pudo cambiarlo todo, pero la Décima tuvo que seguir esperando.
Sí, definitivamente aquel joven temía aquella eliminatoria. Siempre es un partido bonito de ver, pero las posibilidades de hacerse con la copa de Europa se reducen drásticamente. La liga ya está finiquitada y ya todo se centra en la competición más importante. A su alrededor, tampoco nadie parecía contento con el resultado del sorteo, pero él se había puesto ya extremadamente nervioso.
Decidió marcharse de allí. Pagó el café, dio las gracias al camarero, quien le guiñó un ojo de forma cómplice y salió a la calle. Se quedó mirando el templo madridista y entonces lo vio claro; sabía que todo estaba perdido. Con lo que había costado llegar hasta allí, al final era nadar para morir en la orilla. La historia de su equipo era grandiosa, pero en frente había un coloso. Tras aquellos muros reposaban majestuosamente doce copas de Europa y esperaban ansiosas la llegada de la Trece. El chico suspiró resignado mientras negaba con la cabeza. Empezó a caminar Paseo de la Castellana abajo, pensativo, mientras guardaba la bufanda del Bayern con la que había seguido el sorteo.
Texto: @boticario_81