La Ciudad de las Estrellas | Gareth Bale, el chico que no hacía la cama
Tras un letargo que ya dura dos años, finalmente Gareth Bale se marchó hace unos días dirección a Londres, buscando en el Tottenham una motivación que pareció perder en su último tramo en el Real Madrid. Las lesiones, una relación complicada con Zidane y unas actuaciones más que discretas han relegado el que parecía ser el sucesor de Cristiano (casi nada le hemos pedido) a una grada que se ha convertido en su sala de estar.
No quiero obviar en este texto el descalabro de Bale tras aquella final de Cardiff. En los últimos años, Bale ha perdido indudablemente el valor que, en mi opinión, tenía al principio. El problema es que algunos ya lo habían sentenciado después de temporada y media. Según ellos, porque no hizo más que algún que otro gol en algunas finales. Cosa que ellos hacen a menudo entiendo. Peor aún, lo criticarían igualmente si hubiera cumplido religiosamente en el día a día, pero no hubiera participado en las grandes finales. “Es que no aparece en las grandes citas” habría sido el lema de aquellos que hoy le quitan valor a esas mismas. Una cosa y la contraria siempre bajo sospecha.
A mí me resulta curioso con qué parámetros medimos a veces lo bueno o malo. Seguramente será porque yo soy justamente ese chico de letra ilegible, que vive con la cama deshecha continuamente o que cocina por pura supervivencia. Aún recuerdo la rabia que me causaba que me pusieran como ejemplo mi compañera de al lado con sus apuntes preciosos y letra perfecta. Que esos apuntes luego a duras penas servían para aprobar parecía ya menos importante. A las risas de ellas, yo siempre contraponía la mía cuando no podían explicarse su suspenso, a pesar de toda la parafernalia de tener un cuaderno que no se sabía muy bien si era de matemáticas o de diseño artístico. Make it simple but significant, como diría Don Draper.
Parece que sencillamente tenemos prioridades diferentes y por eso no todo el mundo puede medirse con la misma lupa. Con uno de mis mejores amigos nos reímos mucho de esto. Por lo visto no basta con tener tu vida en orden, hay que tenerla en el orden como lo pide el de al lado.
“Bale no ha cumplido las expectativas” es mi frase favorita. No habrá cumplido vuestras expectativas, que son altas o bajas dependiendo de si hablamos de un futbolista del Real Madrid o de vuestro resultado en el próximo examen. Esperamos de los futbolistas que cumplan en el día a día, marquen en todas las grandes citas, no digan nunca nada que no nos guste y, si puede ser, nos hagan la cena por la noche. Hay a quien, en estos años, le ha importado más un mal partido de Bale que alguna derrota personal. Siempre digo lo mismo, espero que no tengan la misma exigencia con su pareja que con Bale. Esto lo explicó muy bien Jabois en su artículo “leyes naturales”, en el que se reía de toda la locura que siempre rodeaba al Real Madrid. Nos dura más el recuerdo de una actuación regular que de una genialidad.
Ya me gustaría a mí hacer en mi vida lo equivalente a lo que hizo en Valencia con aquella carrera en la Final de Copa. Por no hablar de las 4 Champions ganadas, 3 goles incluidos y alguna que otra exhibición. Aunque luego en el día a día en la oficina fuera un tipo del montón, desapercibido entre tanto compañero con letra perfecta y que llega siempre a su hora. Yo sé que suena pretencioso, pero a mí me hace muchísima ilusión que piensen en mí si pueden llamar a una única persona en la ronda final de “¿quién quiere ser millonario?” y no tanto que esperen de mí una cena cinco estrellas. Siempre me ha puesto más que confíen en mí para una tarea para la que uno difícilmente se pueda preparar. Una chilena en una final de Champions igualada, por ejemplo. Lo que se llama marcar la diferencia.
Cierto es que hace falta gente de todo tipo, aquellos con los que puedes contar siempre son imprescindibles. Los cumplidores, como los llaman algunos con desprecio. Pero personas que de vez en cuando te dan momentos tan gloriosos como los que nos ha dado Bale son igualmente importantes. Lo que no podemos pedirle a la gente es que valga para todo, siempre y en cualquier situación. Ese tipo de perfección por lo general es aburrida e impostora. Hay incluso quien se atreve a decir: “dame 30 minutos de Guti y quédate tus 90 minutos de cualquier mediocentro que nunca se sale de su línea”.
Confieso que soy el primero que quemaría a media plantilla cuando parece salir con esa desidia al campo. Se me pasa en pocas horas. Nunca voy a olvidar cuando tuve que decidir si compraba tickets para aquel Real Madrid-PSG justo después de que el Leganés nos eliminara de la Copa del Rey ganando 1-2 en el Bernabéu. Acabé apostando, el Madrid ganando el partido y, a la postre, aquella Copa de Europa.
A veces, convendría, a mí también, bajar el ritmo y disfrutar del futbolista el doble de lo que le exigimos. Es más sano.
Algún diría dirán algo cómo: “Solo salvó una ciudad de la destrucción absoluta, pero dime.. ¿saca la basura a diario?” Supongo que entonces nos daremos cuenta de lo absurdo que es exigir la perfección.
Tal y como pinta esto, en unos años algunos tendrán que explicarles a los niños que aquel chico de la maravillosa chilena al Liverpool “no valió lo que costó”.
Yo podré recordarlo como lo que fue: un chico, muchas veces extraordinario, al que se le olvidaba hacer la cama la mayoría de días.
Texto: @apuntesflaneur