La angelical cruz de Prosinecki
¿Se imaginan ahora que el Real Madrid cediera a Gareth Bale al Alavés para que recupere su nivel de juego con tanta lesión acumulada? Posiblemente resultaría difícil de imaginar que un jugador de renombre y que costó tantos millones, pasara a jugar en un equipo más modesto. Pues eso mismo sucedió hace 25 años cuando Robert Prosinecki jugó cedido en el Real Oviedo durante la temporada 94/95.
El futbolista croata recalaba en el conjunto carbayón el 13 de agosto de 1994, después de tres temporadas en el Real Madrid llenas de sinsabores y múltiples lesiones, provocando que la aureola de futuro crack con la que llegaba a Concha Espina tras jugar el mundial de Italia 90, y ganar la Copa de Europa se apagase por completo. Siendo protagonista de gags televisivos en horario de máxima audiencia, o de apodos desde la otra acera como “Lesioneski”.
Ese calvario en el conjunto blanco hizo que Prosinecki decidiera finalizar su ciclo en Madrid, pero al haber fumata negra en su rescisión, su gran valedor cuando llegó a la capital y gran amigo Radomir Antic, le presentó la posibilidad de jugar con él en el Real Oviedo en calidad de cedido.
Su llegada a la capital del Principado no sería tarea fácil, ya que se tuvo que realizar una jugada a 4 bandas entre los dos clubes, el ayuntamiento de Oviedo y el propio Prosinecki, donde el jugador tuvo que rebajar su ficha hasta los 230 millones de pesetas, para posteriormente ambos clubes acordar que los asturianos, junto al ayuntamiento, asumirían 100 millones de la ficha del croata (90+10), y el Real Madrid los 130 restantes, estableciendo además como compensación un partido amistoso donde se llevaría íntegros los derechos televisivos por la retransmisión.
En su puesta de largo congregó a 1500 personas en el Carlos Tartiere, casi las mismas que se reunieron para ver la presentación en sociedad de la plantilla (una tradición veraniega que hoy por hoy es historia), confirmando que su llegada a la capital del Principado fue todo un acierto. Primero porque la afición había recuperado la ilusión después de un verano aciago por no haberse realizado ningún fichaje más que consolidaciones de jugadores del Vetusta. Pasando porque el club podría aspirar a subir en gran parte su número de abonados; sin olvidar a la hostelería y los locales nocturnos donde era habitual encontrar su Porsche 911 color rojo aparcado en la puerta y ver al croata fumando y de copas. Aunque, a decir verdad, nadie se lo reprochó porque en un año se ganó el cariño de los ovetenses.
Durante su estancia por Oviedo fue de menos a más. Al principio generó varias dudas que hacían despertar algunos fantasmas del pasado, y más con el gran esfuerzo económico que había hecho el club ese verano. Pero una vez que terminó de entonarse físicamente, fue cuando los ángeles de la noble y leal ciudad ovetense, iluminaron su cruz maldita y volvió a ser ese jugador que destacaba tanto en jugadas individuales, como a la hora de elaborar ocasiones en ataque gracias a su visión de juego y a la hora de marcar el tempo frente a sus rivales. Con su aportación en la mediapunta y secundado por un Jokanovic que se las bastaba solo para destruir y crear juego en el mediocampo, unido a la velocidad que aportaba Berto junto a su habilidad para robar el balón, y el gran olfato goleador de la dupla que formaron Carlos y Oli, pudimos ver a un Real Oviedo que se convirtió en el equipo de moda mediáticamente por el gran fútbol desplegado, y por el nivel que mostró aquella plantilla que rozó la clasificación para las competiciones europeas. Un objetivo que no fue posible por pinchazos inesperados ante equipos de la zona baja como fueron la derrota en Valladolid que truncó 11 jornadas de imbatibilidad o la derrota en casa contra el Albacete en las jornadas finales.
Esa temporada también fue cuando Prosinecki tuvo más continuidad en su aventura española porque, de los 40 partidos disputados entre liga y copa, el croata solamente fue baja en 8 de ellos por sanción, lumbalgias en el inicio liguero, compromisos con su selección; o por ser uno de los pioneros en lo que hoy llamamos la cláusula del miedo, porque cuando el Oviedo iba a jugar en el Santiago Bernabéu, el Real Madrid le pedía 25 millones más – prácticamente lo que se había rebajado el jugador en verano – por jugar un partido especial tanto para el entonces “7” carbayón, como para Antic, por la manera que salió del banquillo blanco. Eso sí, en el partido del Tartiere jugó sin problemas y contribuyó para lograr el triunfo frente a los de Valdano por un ajustado 3-2, siendo los blancos uno de tantos equipos grandes que durante aquella liga 94/95 doblaron la rodilla frente a los asturianos.
También comentar que Prosinecki no era un jugador que destacase precisamente por su acierto de cara a gol, pero el Oviedo le sentó tan bien que dejó su segundo mejor registro en nuestra liga al anotar 5 tantos, dejando para el recuerdo el que endosó de libre directo en el último minuto para derrotar al Zaragoza que esa temporada ganó la recopa, o el que marcó en Riazor para empatar un épico partido que se llegó a ir perdiendo 2-0 y jugando con uno menos por expulsión de Armando.
Su último acto como jugador oviedista llegó en el partido más especial para los carbayones como es el derby asturiano, aunque lamentablemente no tuvo la despedida que le hubiera gustado porque, a pesar del triunfo azul 1-0 y siendo además uno de los más destacados, el jugador balcánico salió prematuramente del terreno de juego debido a que fue expulsado con roja directa por un pique con Pablo; momento que el Carlos Tartiere se vino abajo para despedir y mostrar su agradecimiento a la que fue su estrella durante esa temporada.
Finalizada su cesión, Prosinecki regresó a la capital para rescindir definitivamente con el Real Madrid y optó por coger el puente aéreo en lugar de irse a orillas del Manzanares junto a su amigo Antic. Pero su paso por la ciudad condal le haría volver a las andadas, y tras un efímero paso por el Sevilla con descenso incluido, regresaría a Croacia para comandar al Dínamo y lograr un tercer puesto en el mundial de Francia con la ajedrezada, haciendo historia por ser el único jugador en marcar con dos países distintos, y siendo tan prominente como cuando en el Real Oviedo consiguió que su cruz en España se volviera “angelical”.
Texto: Javier Atance