#JuegasEnVerso | Réquiem VII. Por el alma de mi alma
Siempre he pensado que el Real Madrid es el último juguete que a todo niño le queda cuando se hace adulto. De repente, llega un día, en el que los peluches, playmobils y dragones dejan de divertirnos, empezando entonces a distinguir el plástico de su piel. Las aventuras mueren, el patio se cambia por la calle y el acné comienza a asfixiar cada segundo de la niñez.
En estas circunstancias de vida, podemos imaginar cuanta tristeza siento cuando el héroe de mi patio, Cristiano Ronaldo, decide abandonar mi casa para no volver a esconderse más entre los zócalos y macetas de mi madre.
-«Arrivederci, adeus, adios…amigo».
El Réquiem debe comenzar. Misa de difuntos. Corona de flores y ataúdes de Madeira pasean al mito por el verde del Bernabéu mientras el pueblo lo despide en blanco luto. Madrid. España. Mi infancia muere.
Poco se puede decir cuando nadie ha dicho nada. No siento rabia, ni odio, ni empatizo con aquel que se va, ni con aquel que se queda. Amo a Florentino y a Cristiano por igual…pero sin embargo culpo a los dos por no haber sabido ambos cambiar las pilas a mi juguete:
-«Florentino, ¿tanto te costaba mejorar el contrato del mejor jugador del mundo?»
-«Cristiano, ¿tanto te costaba conformarte con el contrato que tú mismo firmaste el año pasado?»
Siempre he pensado que la labor del presidente debe ser distinta a la de la propia afición. La afición suele juzgar a un jugador por lo que ha hecho en el presente y pasado en el club. Y el presidente, en cambio, debe juzgar el presente y futuro que el jugador en cuestión le puede dar a dicho club. Por ello si la afición mira hacia atrás agradecida y atada a su corazón, Florentino debe mirar hacia delante, frío y basado en su razón. Y es que es tan complicado hacer que caminen juntos sentimientos tan contrapuestos como la idolatría que sentimos por Cristiano con el análisis estadístico que el presidente debe tener de Ronaldo, que en ese impás de espera, la afición, el presidente y el propio jugador sufren hasta que llega lo inevitable.
Por ello, el sacerdote carga su cáliz, el destino sus cenizas y el sollozo suena en la iglesia de Padre Damián de un modo tan ensordecedor que hasta aquel crucificado del altar mayor siente cierta pena por verlo partir.
Entonces un niño coge la palabra, y en perfecto latín lee unas líneas de carácter sacro, a aquel que cada mayo nos subió al cielo los últimos nueve años. Decía…
Réquiem por el alma de Cristiano Ronaldo. Misa de difuntos:
Me sangran los ojos al verte marchar,
viudas desfilan pisando las malvas,
el blanco se viste de negro dolor,
cipreses y cruces acogen su alma.
El siete se vuelve eterno por fin,
Alfredo le cede su asiento en la gloria,
los niños se duermen soñando con ser
aquel portugués, mejor de la historia.
Despido a mi amigo de infancia adornada,
de copas y noches de aceras doradas,
Cibeles maldice el gris del cemento
al ver que su Apolo se escapa del cuento.
Lamento del llanto, leones al suelo,
rugidos se oyen, Madrid sin su fuego,
un pueblo que sufre del sueño despierta,
el padre a su hijo lo abraza en la puerta.
Antonio Carrasco Martín.