
La revista ha visitado
 al solemne y al abuelo,
 a la tumba y a la peña,
 en su Almansa de su cielo.
Benavides abanderó
 los ojitos del curioso,
 del respeto que calló,
 del silencio ante su foso.
Un ciprés se arremangaba
 entre pinos madridistas,
 una malva que gritaba,
 «¡nuestro himno resucita!»
Las mocitas madrileñas
 van al mármol de la cripta,
 a dejar sus rosas blancas
 sobre el frío de Castilla.
La Castilla de Albacete,
 que limita con Valencia,
 que te trae en su paella,
 lo mejor de cada puerta.
El arroz de su castillo,
 las judías troceás,
 langostinos coloraos…
 y las manos preparás.
Es un pueblo de descanso,
 de la España que se fue,
 del orgullo y del botijo,
 del ‘buen día’ y del ‘usted’.
La reliquia de la Iglesia,
 del abrazo de aquel gol,
 que viví con aquel padre
 que me dio La Comunión.
Una hostia que sabía
 a tintorro resultón,
 un equipo y una tumba
 que al recuerdo no mató.
Presidente duerma en polvo,
 polvo fue de aquel ‘usted’
 que un ‘buen día’ fue el botijo
 desde Almansa hasta mi sed.
Antonio Carrasco Martín.