#BlancoYEnBotella: Jose Mourinho y los fantasmas del pasado.
Con motivo de la vuelta de la eliminatoria de octavos de final de la Champions vivida esta semana entre el Manchester United y el Sevilla, que acabó con la victoria de los de Nervión por 1-2 en Old Trafford, muchos hemos visto cómo viejos fantasmas del pasado asomaban en la mente de muchos, especialmente en la casta periodística, en la figura de José Mourinho, actual entrenador de los Diablos Rojos.
El ridículo del conjunto dirigido por el portugués, porque no puede ser calificado de otra forma, que ha hecho su equipo en la Champions, siendo eliminado por un rival sensiblemente inferior como el Sevilla, no tiene excusas ni paliativos.
Sin embargo, sorprende el ensañamiento que, como digo, gran parte de la prensa patria y algún madridista despistado (que sorprendentemente apoyó a un equipo que nos odia como pocos) desató contra Mourinho a raíz de su eliminación.
Así pues, y como si del Cobrador del Frac o el Torero de los Morosos se tratase, todos estos, envueltos en una impostada alegría por la clasificación sevillista para cuartos, se dedicaron a pasarle al portugués decenas de facturas pendientes que estaban en el cajón, pendientes de cobro.
Resulta curioso ver cómo un tipo, que a finales del próximo mes de año va a hacer cinco años que anunció su marcha del Real Madrid, siga desatando ese odio africano en una parte tan grande de la prensa española (e insisto una cierta parte de la afición blanca, que no me atrevería a definir como minoritaria).
Seguramente, su odio -como el que genera a diario entre estos mismos el propio Real Madrid- viene dado de su propia grandeza. La de un entrenador, el más laureado de la historia y cuyo currículum asusta y parece sencillamente irrepetible, que ha hecho historia allá donde ha ido.
No sólo por lograr dos Champions con dos equipos distintos (algo que muy pocos entrenadores lograron) ni por ganar ligas y Copas en nada menos que cuatro países distintos, algo que no ha logrado ningún entrenador en la historia del fútbol.
De hecho, Portugal, Inglaterra, Italia y España han sido testigos de su exitosa forma de entender el fútbol y allá donde ha entrenado ha sido sinónimo de éxito.
José Mourinho y el gen ganador
Curiosamente, lo que más grande ha hecho a Mourinho ha sido su forma de ser y de entender la vida, algo que en lo que a mí, como madridista respecta, supuso un antes y un después y, sinceramente creo que para gran parte de los seguidores blancos.
José Mourinho fue el primero en abrir los ojos a gran parte de la afición, que vivía -que vivíamos- abducidos por un Régimen despótico, en el que muchos ya habían interiorizado que el papel del Real Madrid era ser una mera comparsa, los segundos de a bordo de un tiránico sistema, impuesto de arriba hacia abajo, una excusa para el sistema como lo era el Partido Campesino en la Polonia comunista.
Federación, Comités, CSD, árbitros, prensa… todos al servicio del Régimen que Villar y Laporta impusieron tras unas infaustas elecciones a la presidencia de la RFEF allá por el año 2004, en las que la traición del FC Barcelona y del Athletic de Bilbao a la disciplina de voto que había impuesto la LFP para apoyar Gerardo González, el rival de Villar en aquellos disputados comicios, fue el detonante para un cambio en el statu quo y la igualdad vivida hasta ese momento en la Liga española.
Pues bien, la llegada de José Mourinho supuso un soplo de aire fresco en aquel hediondo pozo ciego, además de derrocar a un equipo al que empalagosamente todos se empeñaban pomposamente en vendernos como “El Mejor Equipo de la Historia”, despojando de su oscura capucha a gran parte de la afición.
Una afición que ya había empezado a asumir que el Real Madrid no pasaría jamás de ser una simple acompañamiento para un régimen dictactorial en el que no había más forma de entender el fútbol que no fuese la culé , donde gran parte de la afición ya había interiorizado que no había más valores que los manidos “valors”, “seny” ni más “humildat” que la blaugrana.
Un antes y un después de Mourinho en el Real Madrid
Pero es que desde el punto de vista meramente deportivo las tres temporadas de Mou supusieron un antes y un después en la historia del club, a pesar de que se fue del Madrid sin lograr la ansiada Décima Champions para el club y la tercera en su palmarés, algo que muchos le reprochan, tildando de pobre el bagaje de título logrados con el club blanco.
No, amigos, es muy fácil hablar de títulos, sobre todo después de la exitosa racha vivida estos años. Sin embargo hay que ser justos y recordar dónde y cómo se encontró José Mourinho al Real Madrid y cómo lo dejó tres años más tarde.
A algunos se les ha olvidado que cuando llegó al club en mayo de 2010, el Real Madrid deportivamente era unos zorros. El club era un despojo futbolístico al que Manuel Pellegrini , el “Rey del Puntaje”, fichaje directo del entonces Director Deportivo, Jorge Valdano y responsable directo del bochornoso Alcorconazo, había desaprovechado un equipo plagado de estrellas.
A pesar de la vuelta de Florentino Pérez y la llegada de jugadores como Cristiano Ronaldo, Kaká, Benzman, Xabi Alonso o Arbeloa, la mala temporada del técnico chileno hizo inútil el enorme desembolso del club realizado para renovar una plantilla y un modelo agotado, que venía de sendas humillaciones históricas, como fueron el 4-0 de Liverpool y el 2-6 ante el Barça.
Merced a un nuevo ridículo en Europa, otra vez eliminados en octavos de final de la Champions por el Olympique de Lyon y tras tres temporadas consecutivas cayendo a las primeras de cambio, la UEFA nos privó por vez primera de nuestra histórica condición de cabezas de serie en el sorteo de la máxima competición continental.
Pues bien, en su primer año, Mourinho logró revertir una sucesión de derrotas consecutivas ante el Barça, ganando una histórica Copa del Rey en Mestalla en abril de 2011, superando además el duro varapalo de aquel 5-0 en el Nou Camp en su primera visita al feudo blaugrana.
Pero lo más importante, logró devolver al Real Madrid a la élite europea, cayendo, merced eso sí, a sendos escándalos arbitrales ante el equipo de Guardiola en semifinales de la Champions, una fase a la que no llegábamos desde la temporada 2002/2003.
Su segundo año fue sencillamente brutal, destrozando al Barça en la inolvidable Liga de los Récords, donde a pesar de la “verdad oficial” que decía que era un entrenador rácano y defensivo, llevó al Madrid a sumar 100 puntos y marcar 121 goles, una marca aún no igualada por nadie en la historia de la competición doméstica. Pero que, sobre todo, desmontó la gran mentira sostenida años atrás de que para ganar sólo valía el maldito tiki-taka culé.
Un año en el que el Madrid fue, de largo, el mejor y más fuerte equipo europeo y al que sólo un escandaloso arbitraje de Teixeira Vitienes en el Nou Camp en cuartos de final de la Copa del Rey y aquel maldito penalti a las nubes de Sergio Ramos en las semifinales de Champions ante el Bayern de Munich, privaron a los de Mou de un más que merecido triplete.
Su tercer año, ya con una presión infernal desde los medios y con una camarilla miserable de jugadores que se decidieron a hacerle la vida imposible, fue el peor.
A pesar de empezar la temporada con una brillante victoria sobre el Barça en la Supercopa, el equipo se deshizo como un azucarillo en el agua a las primeras de cambio y, tras los infaustos partidos de Dortmund y, sobre todo, la vuelta en el Bernabéu en aquella triste semifinal de Champions y la final de Copa vivida en el mismo escenario ante el Atleti, una sarta de fallos ante el marco acabaron por condenar al equipo y a él mismo y un 21 de mayo de 2013 anunció su marcha.
Mourinho y la gran mentira de la “tierra quemada”
A pesar de que todos estos que denostaban el estilo del Real Madrid como alternativa al pensamiento único impuesto desde Barcelona, decían que tras su marcha el club quedaría hecho un solar, la realidad ha demostrado que todo aquel discurso catastrofista era una filfa, una mentira, una maldita farsa.
En mi opinión, su estilo ganador supuso la revitalización en la mentalidad del equipo, hasta su llegada sumida en la miseria más absoluta y en la depresión de ver cómo un club hasta no hace mucho campeón, caía año tras año en octavos de Champions y en la Liga se limitaba a ser segundo, eso sí, con un montón de puntos y años-luz del tercero.
De ahí que, lejos de considerar como hacen algunos, que su salida fue una bendición porque gracias a ella llegaron los títulos, soy de la opinión de que la recuperación de ese espíritu competitivo, de ese hambre por ganar y de esa necesidad de sacudirse el dominio azulgrana, sentó las bases del Madrid campeón que vivimos después y, cinco años más tarde, seguimos disfrutando.
Pero es que, además de descabalgar al infausto Valdano de la Dirección Deportiva, nos trajo a Modric (nunca 40 millones de euros fueron tan bien invertidos) o a Nacho o Casemiro, a los que hizo debutar del Castilla y, en el caso del brasileño, ante las críticas furibundas de la prensa, y sentó las bases para el fichaje de Bale.
Una prensa que sigue sin perdonarle que les desenmascarase su infecta doble vara de medir, que les bajó del avión, que a pesar de los esfuerzos de algún jugador, acabase con las filtraciones y sobre todo, les dijese a la cara las verdades del barquero. A ellos y a los Comités y a los árbitros, denunciando públicamente lo que el club llevaba años callando (o comentando a lo sumo sotto voce en pequeños círculos).
Por eso y porque se metió a gran parte de la afición en el bolsillo por atreverse a decir en el nombre del club lo que esta misma afición necesitaba oír, hartos ya de tanta injusticia y de tanta mentira, la prensa le odió prácticamente desde que puso pie en Madrid para fichar por el club,
Especialmente desde aquella inolvidable rueda de prensa del “Pur qué?”. Una comparecencia en la que, a pesar de saber que caería sobre él todo el peso de la UEFA y de la prensa española, fue el primero en atreverse a denunciar el Régimen que todos veíamos y que nadie se había atrevido a poner en solfa y que, años más tarde, no sólo se demostró que era cierto sino que incluso se quedó corto.
Ajustando cuentas
Sobre por qué Mourinho sigue siendo tan odiado por la prensa española años después de su marcha tiene varias explicaciones.
La primera, tal vez porque se odia lo que se teme y con Mourinho se cumplieron sus peores presagios y aquel Régimen tiránico en el que prensa, Barça y comités se prometían vivir eternamente, se rompió en pedazos y el Madrid, tras renacer de sus cenizas volvió a brillar con luz propia. Entonces y ahora.
Pensaban que era un entrenador acabado tras su salida del Real Madrid y tuvieron que guardar sus guadañas porque se fue al Chelsea y lo devolvió a lo más alto de la Premier y, cuando le volvieron a dar por muerto, apostó por un cadáver deportivo como era el Manchester United y trajo los títulos que hacía años no veían en Old Trafford.
Por eso, todos aquellos que deseaban su hundimiento tenían acumuladas en su cajonera más facturas pendientes que la Junta de Andalucía con los autónomos por lo que aprovecharon la dura derrota en casa ante el Sevilla para, finalmente, poder ajustar las cuentas con sus fantasmas del pasado.
Sin embargo y a pesar de lo que nos quieran contar, por más que nos digan que su paso por el Real Madrid puede tacharse de fracaso, yo soy de los que piensan que, aunque ya no sea su momento, la institución y la afición debe estarle agradecido porque sin él, quizás nunca hubiese llegado la maravillosa época que vivimos, la más exitosa de nuestros últimos 30 años.
Texto: @djmontero