Ganar para seguir viviendo
JAVIER SORIANO / AFP via Getty Images
They prayed for miracles, and miracles arrived!
Real Madrid. The team of dreams.
(¡Rezaron por milagros, y los milagros llegaron!
Real Madrid. El equipo de los sueños.)
—Peter Drury, 4 de mayo de 2022
Milagros. Sueños. Magia. Así lo llamaron, ¿no? Otro centro lateral se preveía y cuando Rodrygo Goes se levantó sobre el aire para culminar una de las mayores obras de arte desde un centro de Carvajal, el madridismo encendió de nuevo un sello temible que llevaba dormido desde mucho tiempo atrás, en las profundidades de la primera Copa de Europa. Una forma de aliento que haría brillar y levitar el trofeo e impulsaría hacia la victoria fuera como fuera al equipo más grande de todos los tiempos y todos los deportes.
El Real Madrid es un equipo que bebe del río de la causalidad del destino. Un enigma estoico para el resto de equipos normalmente incapaces de crear un contexto en el que el juego de los blancos no prolifere, como esa flor que crece de una grieta en el asfalto. Para los estoicos, todo está conformado por materia y pneuma. El pneuma es el aliento vital que infunde vida, ordena el universo y conecta al individuo con el cosmos. Viene de los primeros escritores médicos griegos, que asociaban la vitalidad humana a la respiración (aire y fuego). El poder para resistir y seguir. La mayor diferencia según tal y como yo lo entiendo entre el pneuma y el alma, es que el pneuma es la voluntad de existir que desemboca en el alma.
Este año estuve viviendo en un lugar lejano a Madrid, y encontré mucho más madridismo del que esperaba. De donde vengo, no suele nevar demasiado, y mucho menos cuajar. Podría contar con los dedos de una mano las veces que había andado sobre la nieve en la ciudad, y me habría sobrado más de uno. Un compañero de piso me dijo que siempre que viera nieve andara sobre ella, para poder visitarla más adelante. No entendí el propósito, porque la nieve se derrite y no deja marcas.
Caminando uno de esos días que nevó encontré una pequeña zona apartada de césped cubierta de nieve que no había pisado nadie, escondida al lado de una de las entradas a mi residencia. Pisé fuerte y claro, dejando las huellas de mis zapatos mirando al cielo. Precisamente, esa zona duró más tiempo nevada porque quedaba a la sombra durante todo el día, resistiendo, y para cuando se derritió toda esa nieve, me sorprendió fijarme que todavía permanecían mis huellas en forma de finas capas de hielo que cruzaban ese estrecho rellano de césped. Resistieron un instante, dejaron su marca en mi mente y finalmente se desvanecieron como el resto de la nieve.
Los momentos más dramáticos en el fútbol también duran un instante, pero marcan e influyen al hincha hasta el fin de sus días en cualquier parte del mundo. Y el madridismo es la afición más universal que existe. No hace falta nacer en el barrio de Chamartín para sentir el corazón blanco: Toni Kroos nació en Greifswald y ha dejado una huella que va a tardar tiempo en derretirse. Y como él, tantas otras leyendas no sólo en el Madrid.
Trabajando en la recepción de un gimnasio, conocí a un chico ciego que vino a preguntarme sobre las tarifas y los horarios. Al responderle con la información que necesitaba, notó mi acento hablando inglés y me preguntó de dónde era.
—De España, estoy viviendo aquí temporalmente. ¿Tú eres de aquí?
—Qué va, soy de Palestina, pero llevo viviendo aquí muchos años.
Y sin darme tiempo a responder preguntó:
—¿Eres del Madrid?
Comenzó a explicarme cómo escuchaba todos los partidos y seguía los resultados desde hacía años, y que su mayor sueño era ahorrar para hacer un viaje a España y visitar el Santiago Bernabéu. Hablamos de Benzema, de Bellingham, de Cristiano Ronaldo e incluso de Di Stefano.
Los que dicen que no puedes animar a un equipo si no naciste en cierto lugar no saben el aliento que un pequeño escudo redondito sobre una camiseta blanca puede otorgar a una persona. Puede trascender todo sufrimiento imaginable.
Esta temporada pudimos volverlo a ver en los cuartos de final de la UEFA Champions League. Semidioses físicos abrasando y destrozando a un Real Madrid que por juventud, nadie daba por favorito. El Manchester City bajó del pedestal manteniendo la mirada fija en los ojos de un Real Madrid exhausto y sangrando sudor. Resistieron todo lo posible y un poquito más contra un equipo más maduro, y cada movimiento en el banquillo blue se sentía como una puñalada más en el muslo. No quedaba a dónde ir. Sabían que sólo quedaba seguir abrumando a la ofensiva, y que la victoria estaría al caer.
El infierno azul abrasaba y esta vez no había paraíso al que el Real Madrid pudiera escapar. Pese a todo, fueron a penaltis y como seguía sin haber ningún sitio al que huir, dando la cara por la lesión de Courtois, Andriy Lunin se quedó parado y atrapó el penalti a Bernardo Silva, dejando sus huellas congeladas en el césped del Etihad.
Anularon de manera casi perfecta a los mejores jugadores blancos, pero pasaron por alto el hecho de que la vuelta en el Bernabéu tiene el poder de encender el pneuma dentro del más inesperado. Sonaron las dos campanadas del Enterrador, el Bayern Münich perdonó la victoria y un canterano de historia trágica que volvió después de más de una década al club de su vida se convirtió en el superhéroe blanco que todos soñamos con ser de niños. Noventa mil almas dieron su aire en forma de gritos y su calor en forma de ánimo, y Joselu hizo brillar y levitar a la Copa de Europa, dándonos el privilegio de poder ver a nuestro equipo jugar una final europea más.
El Borussia Dortmund nos espera en Londres, pero el madridismo está preparado, ya sea en Wembley, en la televisión de un bar de Chamartín o en una pequeña radio analógica a diez mil kilómetros de distancia.
El resto juegan para ganar. El Real Madrid gana para seguir viviendo.
No es magia, es pneuma.
We are will and wonder. Bound to recall, remember.
We are born of one breath, one word.
We are all one spark, sun becoming.
(Somos voluntad y asombro. Obligados a recordar, a rememorar.
Nacemos de un aliento, una palabra.
Somos todos una chispa, convirtiéndonos en sol.)
—Letra de la canción Pneuma (2019), de TOOL.
Texto: @Cruzetus