Fernando Martín: recordando al pionero
Hay fechas que para un madridista resultan muy especiales: aquellas en las que se celebra un título, aquellas en las que un gol pasó a la historia, aquellas en las que un rebote supuso alzar al cielo un trofeo… y aquellas en las que aquellos que nos dejaron se hacen más presentes que nunca.
En el caso que nos ocupa hoy, hablamos de uno de esos jugadores que trascendieron la barrera de lo cotidiano para convertirse primero en héroes, después en iconos, y finalmente, en mitos eternos del madridismo. Hablamos, indefectiblemente, de aquel que abrió puertas hasta ese momento insospechadas para el baloncesto español: Fernando Martín.
Aquel madrileño que se atrevió a codearse con los mejores jugadores del mundo en la NBA demostrando que hasta un espigado «españolito» podía hacer realidad cualquier sueño habría cumplido hoy 55 años. Un fatal accidente de tráfico arrebató al madridismo a uno de esos jugadores que ha representado fielmente todos aquellos valores inherentes al escudo del club: lucha incansable, sacrificio por el compañero, creencia en lo imposible… valores que han forjado la inmortal leyenda del mejor club del siglo XX.
Muchos nacimos en fechas tan cercanas a la fatal noticia del fallecimiento de Fernando que no pudimos llegar a medir la trascendencia, tanto personal como profesional, que el «10» tuvo no sólo para la historia de la sección de baloncesto del Real Madrid, sino para el deporte de la canasta a nivel global.
Cualquiera de los muchos vídeos a los que podamos acudir para hablar de cómo jugaba Fernando nos hablarían de un jugador de raza, un jugador que no entendía el baloncesto de otra manera que no fuese luchando con ferocidad contra cualquier rival que osase interponerse en su camino. Fernando encarnó sobre una cancha de baloncesto aquellos fundamentos que muchos vemos hoy en día en ese mito viviente que es Felipe Reyes, y es ahí donde podemos medir el impacto que Martín llegó a suponer en el basket español.
No serían pocos los infantes que querrían imitarle allá por los años 80, coinciendo con el momento en que Fernando decidió derribar los muros que separaban a Europa y Estados Unidos, en un año simplemente histórico para el baloncesto español: 1986.
Aquel año los Portland Trail Blazers harían hueco en su plantilla a un Fernando Martín que siempre quiso probarse ante jugadores que en aquellos tiempos eran vistos poco menos que como jugadores hercúleos, de una capacidad física inalcanzable para jugadores europeos que destacaban más por su talento que por sus fibrados brazos.
Su aventura apenas duró un año, pero Fernando ya había demostrado a todos que los muros, aun diseñados para no ser saltados, pueden ser sorteados si nos acompañan ideales como el tesón, la infinita confianza en que lo imposible puede ser realizado, y por supuesto, una mentalidad de acero hecha para soportar todos los golpes que podamos recibir.
Una vez probadas las mieles de la NBA, Fernando no podía hacer otra cosa que no fuese volver a casa, volver a «su» Real Madrid para seguir escribiendo páginas doradas en la historia de una sección ya establecida como la más laureada de Europa. Sus duelos con Audie Norris pasaron a la historia de la misma manera que con el paso de los años la leyenda de Fernando no hizo sino agigantarse. Duelos intensos, duros y llenos de agresividad entre jugadores que personificaron en una cancha de baloncesto aquello de «morir por cada balón».
Baste recordar las amargas lágrimas de «Atomic Dog» Norris cuando tocó decir adiós de manera definitiva a un Fernando Martín que perdió la vida en un trágico accidente de tráfico cuando precisamente se dirigía a animar a su equipo en un partido que disputaría ante CB Zaragoza.
El «10» blanco se encontraba en aquel momento apartado de la dinámica del equipo por los ya conocidos problemas de espalda que le atormentaban desde tiempo antes, circunstancia que aquel día no le impediría alterar sus planes de estar junto a sus compañeros. El caprichoso (y cruel) destino quiso que un 3 de Diciembre de 1989 la luz de Fernando se extinguiese para siempre, arrebatando a todos y cada uno de los madridistas un pedazo de historia irremplazable.
En este día, allá donde estés, cada madridista enciende una vela para que la soples, Fernando. No es necesario que pidas un deseo, porque en vida ya conseguiste hacer realizado el sueño de cualquier madridista de ver a uno de los suyos lucir con orgullo, talento y enorme profesionalidad un escudo con 115 años de historia. Una historia que reservará por siempre un lugar para tí. Una historia que jamás olvidará a un pionero.