En Clave Morada | La casta periodística del baloncesto español
En el mundo del baloncesto español sufrimos de muchos males a erradicar, una mala gestión en instituciones o clubes, impagos a jugadores, deudas con Hacienda, un calendario de partidos aberrante que no cuida al protagonista principal del negocio, el jugador, pero si hay un mal, bastante oculto, al que no se le suele poner bajo lupa es a la casta periodística que intenta manejar el cotarro del negocio de la canasta desde los medios de comunicación nacionales o locales.
Periodistas que miran por encima del hombro a sus colegas del fútbol, que alzan la voz y se indignan como anoche cuando desde el público se insulta a Nikola Mirotic, la estrella del máximo rival – ningún insulto es justificable – pero que llevan décadas callando y mostrando una preocupante connivencia respecto a actitudes similares en el resto de canchas ACB. Seguramente la mayoría de los que estáis leyendo este artículo desconocéis el hecho de que durante muchos años la peña del Club Baloncesto Estudiantes, La Demencia, ha insultado al difunto Fernando Martín durante todos los derbis madrileños. Normal, si tenemos en cuenta que dicho comportamiento jamás ha tenido una condena mediática unánime por parte de las instituciones y de los gurús del periodismo sibarita y especializado. Os recomiendo leer el excelente hilo que nuestro compañero Manu Suárez ha publicado al respecto. Al final, cuando se junta moralidad y periodismo, la ética profesional no suele acabar bien parada. Porque todos somos sujetos y tenemos nuestras filias y fobias.
Sobre lo de ayer en el Wizink: Mirotic, ratas, médicos, arengas y periodistas que AHORA se preocupan de los insultos. Yo no vine aquí para hacer amigos, Hilo:
— Manu Suarez (@ManuSuarez16) November 15, 2019
Hay tres cuestiones bastante claras al respecto del Caso Mirotic. Primero, es lógico y perfectamente entendible que cuando un canterano decide fichar por el eterno rival provoque un enorme enfado por parte de su ex afición. Segundo, ningún insulto o agresión física o verbal es justificable bajo ningún contexto. Ni «Mirotic es una rata», ni «Rudy Fernández, hijo de puta». Tercero, el periodismo no tiene entre sus funciones educar o difundir una serie de valores a sus lectores, oyentes o espectadores, eso dejémoslo para los curas y los políticos, un periodista simplemente debe informar y opinar sin ánimo de pontificar. Y más cuando el periodista en cuestión que censura dichos comportamientos ha demostrado tener actitudes similares a través de sus redes sociales.
Quizá Sasha Djordjevic, Ante Tomic o Felipe Reyes sean los casos más paradigmáticos. Jugadores que ficharon por el eterno rival y que sufrieron la ira de sus ex aficionados. No hace falta recordar la reacción que provocó la euforia y el ánimo de reivindicarse por parte del base serbio en Nacho Rodríguez para ver como los jugadores de baloncesto no mean colonia ni levitan sobre el parquet, en comparación con los futbolistas, esos deportistas incultos y vulgares que tanta repulsión generan en nuestra cultivada y selecta casta periodística, cuya libertad únicamente existe si un escudo redondito con muchas Copas de Europa es el blanco de la diana y que carecen de ella cuando otros clubes o la propia ACB son las entidades que están en el centro de la polémica, debido a sus prebendas vigentes o pasadas.
El médico del Real Madrid Baloncesto se equivocó al llamar «la mayor panda de ratas de la Euroliga» al FC Barcelona durante la arenga previa al Clásico en el vestuario local, los medios se hicieron eco y el propio protagonista se ha excusado y ha pedido perdón a los azulgrana. La multa que imponga la Euroliga es merecida. Pero no nos engañemos, en la privacidad de todos los vestuarios se realizan comentarios de ese tipo. Es incoherente idealizar canchas como el OAKA o la Sala Pionir, donde incluso se llega a introducir navajas o tirar mecheros desde sus gradas, y escandalizarse porque en una arenga de un vestuario se insulte al rival.
Afortunadamente existen profesionales excelentes, jóvenes y veteranos, que siguen honrando la profesión, aunque no gocen del reconocimiento o el estatus laboral y/o económico que le correspondería dentro del mundo del baloncesto. Ni Chiringuitos, ni falsos adalides de la moral. En nuestras manos está que esto cambie. Son pocos y cobardes.
Texto: @Bricepinkfloyd
Foto: AS