En Clave Morada | De Nachos y Rodrygos

En Clave Morada | De Nachos y Rodrygos

La enésima noche épica en el Santiago Bernabéu en esta edición de la Champions League tuvo como protagonista a Rodrygo Goes y su impactante actuación en el tramo final de los 96 minutos iniciales, con un doblete histórico en 3 minutos. Pero unos metros más atrás, alejado de los focos, también se situaba otro de los héroes de la noche: Nacho Fernández.

El Real Madrid se enfrentará al Liverpool en París en la gran final, después de haber culminado otra remontada frenética ante el Manchester City en el Santiago Bernabéu. Minuto 80, el Madrid perdía 0-1 y los piperos más impacientes empezaban a desfilar por los vomitorios rumbo al Paseo de la Castellana. Unos minutos antes la carita de felicidad de Pep Guardiola al ver como el trallazo de Mahrez superaba a Courtois parecía presagiar que todo el pescado estaba vendido y que anoche no iba a ocurrir lo que ya habíamos visto frente al PSG o Chelsea semanas atrás. Era lo lógico y normal. A fin de cuentas, el Real había llegado hasta semis por una cuestión de suerte, ¿no?. O de los árbitros. Vaya usted a saber lo que argumentaron nuestros colegas de Barcelona.

Pero lejos de acontecer un desfile masivo en las gradas y calmarse los ánimos en la grada, en el ambiente se respiraba una calma tensa. Mucho murmullo, quejas a quién tocase, sea colegiado, rival o fuego amigo, y sobre todo ganas de encontrar un mínimo atisbo, por muy pequeño que fuese, para agarrarse al partido y no perder la esperanza hasta el último momento. Y fue aquí dónde un inexplicable despeje sobre la línea de gol de Ferland Mendy y acto seguido una parada impresionante de Courtois cuando Grealish quería soltarse la melena, pareció resetear a todos, tanto a los que estábamos en la grada, como a los artistas sobre el césped. Era una señal. Llámenle suerte si quieren, pero la suerte también hay que buscarla y suele ser propiedad del campeón.

Los cambios de Ancelotti no habían surtido, a priori, el efecto deseado. O eso creíamos. Hasta que un centro de Camavinga a Karim, éste la consigue dirigir de primeras hacia el área pequeña y Rodrygo se adelanta a Ederson y empata el encuentro. Había llegado el momento. Toque de corneta en el Bernabéu. Ahora sí que desaparecieron los murmullos y el respetable, como si de una Happy Hour en tu garito de confianza se tratase, sabía lo que tenía que hacer. Si había que protestar una falta clarísima cometida por uno de los nuestros, se hacía. Si Vini Jr se aturullaba en una jugada dentro del área por no levantar la cabeza y ver a algún compa desmarcado, también. Lo importante era participar y crear esa atmósfera tan asfixiante que anteriormente habían vivido tanto los pupilos de Pochettino como los de Tuchel. Encima se habían añadido 6 minutos. ¿Qué más se podía pedir? Pues sí, efectivamente, que el segundo gol del brasileño se produjese de la forma más ilógica posible. De centro desde banda derecha, que no logra rematar bien Asensio y que Rodrygo aprovecha para cabecear hacia portería. Era el 2-1 y estábamos en el minuto 92. Nos íbamos a la prórroga. Nada mal.

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Foto: GABRIEL BOUYS/AFP via Getty Images

En la prórroga las sonrisas habían cambiado de bando. Karim había culminado la remontada, anotando desde el punto de penalti. Ya no veíamos al Pep alegre y risueño, recién sacado de un concierto hipster en el Primavera Sound, sino al que no paraba de llevarse las manos a la cabeza y resoplaba sentado en el banquillo mientras le daba una turra considerable a su segundo, Juanma Lillo. No futem, tú.

Pero había llegado el momento de ver en acción al otro gran protagonista de la noche. Nacho Fernández, Nachete, y su recital de coberturas, anticipaciones, intercepciones y tuckles decisivos. Todavía no había parado de deslizarse sobre el césped y ya aparecía jaleando al público y ejerciendo todo el repertorio típico que se le suele pedir al veterano jugador tribunero. Incluso como acompañante de zaga de un portentoso Vallejo cabeceando cualquier ladrillo lanzado hacia el área madridista, el madrileño no perdía la compostura. ¡Que tío!

Rodrygo es ese tipo de brasileño que juega «bonito». Muchos podrían argumentar hasta hace unas semanas que no tan efectivo como estético, dado los guarismos goleadores en lo que llevábamos de temporada. Pero si algo ha quedado claro en este último mes es que este garoto tiene duende en Champions y que aparece en las grandes citas y ante los rivales más difíciles. No estamos sacando pecho por un doblete ante el Levante en partido random de Liga, como si de un Pedri se tratase, estamos hablando de un chaval que con apenas 21 años recién cumplidos ya ha sido decisivo en dos eliminatorias europeas ante dos de las mejores plantillas del mundo.

Nacho, en cambio, es ese amigo que siempre está en las buenas y en las malas. Te lo puedes llevar al cumple de la chica que te mola, a la primera comunión de tu hermana o al último tugurio abierto un sábado noche por Lavapiés. Se adapta a cualquier circunstancia y nunca te va a decepcionar. Siempre en su sitio.

En fin, amigos, si quieren ser felices y tener bonitas historias de Nachos y Rodrygos que contarle a los nietos, no duden en bancar al Real Madrid. Próxima estación: París.

Texto: Brais Iglesias Castro (@Bricepinkfloyd)
Foto de portada: Michael Regan/Getty Images

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