El Rincón de Apple Tree | Hasta el final, vamos Real
Chus Mateo nos ha “troleado” a todos. A mí el primero. No hay otra explicación. El final (hasta ahora) de temporada que está realizando el Real Madrid, es digno de uno de los más grandes giros de guion y escalada de sucesos imprevisibles e imposibles, que uno haya visto en toda su vida. Si hicieran una película con esta historia, no habría letras suficientemente grandes en el manido aviso de: “basada en hechos reales” inicial, para que el espectador se lo creyera.
Veníamos de poner el listón muy alto al remontar a Partizan una serie no apta para pronosticadores. Cuando todo parecía perdido para el Madrid (15 abajo en el segundo cuarto del tercer partido), fueron capaces de sobrevivir en situaciones críticas. Si este equipo no tenía capacidad de reacción, la sacó para salir adelante en una serie que se lo estaba tragando, lenta pero seguramente, como arenas movedizas. Dos finales ajustados en Belgrado y otra remontada de infarto, cuando nadie la esperaba, enseñaron los dientes de este equipo que se lo empezaba a creer. ¿Y si?
El combo de sambenitos de: En una Final Four todo es posible, el Madrid siempre es favorito, hay que estar bien dos días y ganas un título. Todo eso está muy bien y es cierto. Pero rara vez se da alternativa a un equipo peor colocado o con menos inercia y juego estable en la cita decisiva.
Y si de esto hablamos, los dos claros favoritos en cada semifinal eran Barcelona y Olympiacos. Los primeros porque venían demostrando solvencia. Despacharon 3 0 al Zalgiris, ganaron en la liga ACB al equipo de moda de Baskonia que quedó fuera de los playoffs en la última jornada. Equipo plagado de estrellas y todas menos Higgins, sanas para rendir en la máxima cita. Era el año de Saras Jasikevicius, Mirotic y, por ende, los blaugranas. En frente, un Madrid eufórico, que parecía haberse reagrupado tras vencer a los Partisanos, pero con muchas bajas en sus filas para semejante batalla. El juego interior dependía enormemente del gigante Tavares y el reto mayúsculo de parar a Mirotic con Yabusele y Deck fuera de la cita. A priori, el partido nacía desequilibrado hacia la ciudad condal.
En el otro lado, Olympiacos venía de ser el líder en la fase regular, y parecía dispuesto a acabar con la maldición que evita campeonar al primer clasificado de la misma. Su serie contra Fernerbahce fue una buena prueba para lo que iba a ser la Final Four. Itoudis llevó al límite a su equipo y forzó un quinto partido contra los de Bartzokas. Los guerreros griegos no dieron opción a los turcos en el partido final, demostrando que cuando la presión aumenta, sus armaduras isobáricas, les llevaban a la victoria. Mónaco era “el nuevo” en esta Party Four y tenía pinta de pagar las copas. Salieron respondones los monegascos. Como queriendo demostrar que estaban preparados y venían a codearse con la “jet”. La bofetada de realidad de los del Pireo tras el descanso, se sintió en el principado e hizo saltar la alarma del casino y de los coches aparcados en las cercanías.
Pero volvamos a “nuestra semifinal”. Situación muy parecida a la del año pasado, con un Madrid habiendo sobrevivido una histórica serie, para clasificarse para la cita final. Un Barcelona que parecía haber aprendido la lección de Belgrado 2022 y se presentaba con los deberes hechos. Todo eran encrucijadas para Chus Mateo para buscar salida al laberinto de partido que tenía delante. ¿Cómo defender a Mirotic? ¿Cómo evitar los problemas de faltas de su único hombre alto? ¿Quién pararía a un físico Satoransky? Y de repente, como tantas veces en la vida, la solución más simple podía ser la respuesta oculta a los problemas del Madrid. Plantear una defensa 2 3 zonal, de las de toda la vida, en una semifinal de Euroliga parecía una locura. No recuerdan, los más viejos del lugar algo similar. Estas defensas se usan normalmente como alternativas para cambiar dinámicas de partido. Recordamos la 1 3 1 con Slaughter avanzado, que tan buenos resultados dio al Madrid de Laso. El mismo Chus usó la 2 3 durante momentos de la serie con Partizan. Incluso jugó la segunda parte del quinto partido con “caja y 1” sobre Punter. Pero salir al inicio del segundo cuarto con la 2 3, era coger el túnel del tiempo y ver a Corbalán y Brabender jugando contra Solozábal y Epi.
Y ciertamente parecía una locura. El Barcelona aceptó el envite de buen grado y cosió al Madrid a triples con un acierto descomunal. Los Abrines, Kuric, Satoransky o Kalinic, anotaban tiros sin oposición que parecían minar la moral blanca. Pero no. Los blancos no parecían desesperarse con ese gran acierto al que todavía no se había subido Mirotic. El hispano-montenegrino no había aparecido en la final al descanso que se iba igualada al vestuario. Una sombra de duda del tamaño de un agujero negro, parecía bloquear el juego del jugador franquicia blaugrana. El resultado estaba igualado pero el plan de partido lo estaba manejando Chus Mateo y no Saras Jasikevicius.
La salida de vestuarios siguió con el mismo guion. El Barcelona tirando muchos triples, pero esta vez, parecía que en un aro más pequeño. La sombra sobre Mirotic había crecido hasta proporciones planetarias y su comparecencia en el partido empezaba a darse por desierta. Era como si un hechizo hubiera afectado a la artillería culé y les nublara la puntería. Y si alguien esperó su momento para aparecer, fue el Chacho. Con empate a 58 en el marcador, asestó 9 puntos seguidos que dejaron tambaleando al Barcelona y no se pudo levantar de la lona. El Madrid ganaba en una semifinal al Barcelona por cuarta vez consecutiva en los últimos 10 años y se plantaba en la final contra Olympiacos, su rival en 1995, 2013 y 2015.
El Madrid accede a su sexta final de los últimos diez años. Ni siquiera el otrora todopoderoso CSKA tenía un registro tan grande. El rival ha dado muestras sobradas de solidez y competitividad durante el curso regular, playoffs y en su partido de semifinales. Bartzokas ha conseguido una escuadra muy bien armada que se presenta al tramo final de temporada con todos sus efectivos rindiendo a muy buen nivel. El equipo es una roca en defensa y un puñal en ataque que sabe explotar las cualidades del MVP (Vezenkov) de la temporada, el tamaño de Fall, la explosividad de McKissic, puntería de Cannan y la experiencia de Sloukas.
El partido correrá por similar camino que el de Barcelona. Olympiacos aceptando el reto de ganar a base de triples y el Madrid confiado a Tavares, un acertado Hezonja y al efecto psicológico de la defensa zonal. Lo que cambió con respecto a la semifinal fue que el Olympiacos no parecía dudar ni flaquear tras la salida del vestuario. Es más, era el Madrid el que se agarraba al precipicio del resultado como demostró Causeur con dos triples que eran oxígeno puro cuando más apretaba el infierno griego. El Chacho desplegaba su magia en forma de puntos y asistencias, pero parecía insuficiente. Seguían 6 puntos abajo y el tiempo se iba agotando. En la mente de todos los madridistas había esperanza tras lo demostrado por este equipo en la cuerda floja, pero esta vez (la definitiva) parecía que no sería posible. Los últimos minutos del partido fueron una sucesión de hechos que arrojaban cuerdas de esperanza a la afición madridista colgados del acantilado. El fallo de Vezenkov, el triple de Sergio Rodríguez, el fallo de Fall (mala decisión forzada por una buena defensa). Todo eso nos lleva a un último ataque del Madrid con tiro para ganar el partido. Y los griegos deciden hacer falta para dejar el acto final en 12 segundos a un Madrid que este año ha sido un desastre en jugadas tras tiempo muerto. Este que os escribe llegó a encadenar un hilo de tuits- con pérdidas de balón tras tiempo muerto madridista. Ni que decir tiene, que el Madrid ha ganado muy pocos partidos igualados durante la temporada. Todo eso dio igual. La bola fue para Llull, que aceptó el reto, y tras un cambio de asignación se quedó con Fall al que superó con un lanzamiento al techo del Zalgirio Arena que bajó como un misil balístico al corazón del equipo y afición griegos. Si durante muchas fases del partido, el impresionante pabellón lituano parecía ser el mismísimo Mordor encarnado, la canasta de Llull tuvo el mismo efecto que Frodo perdiendo el Anillo Único en el fuego de “Mount Doom”. El mundo se paró y aunque Sloukas trató de mantenerlo a flote como un desesperado Gollum que pensaba que era su tesoro, el tiro final del base griego no entró y la alegría blanca (como el árbol de Gondor) se desbordó en el equipo y los aficionados desplazados a presenciar semejante gesta. Acababa de nacer uno de los tiros icónicos de la competición y una imagen que definirá la temporada del Madrid y la historia de un jugador “clutch” por excelencia como Sergio Llull.
Ya lo advirtió en el quinto partido de cuartos, Zelkjo Obradovic. “Nunca pensé que ya estaba hecho. Expliqué a los jugadores que hay que jugar hasta el final. Malas defensas… parte del juego”. Nos estaban remontando y el partido no estaba cerrado. Giorgios Bartzokas comentó algo similar: “en los últimos 2-3 minutos tuvimos la oportunidad de cerrar el partido con 6-7-8 puntos cometiendo fallos, fallando tiros libres, cometiendo errores… y toda la experiencia que tiene el Real Madrid en el juego exterior les mantuvo cerca en el marcador. Y al final anotaron estos tiros tan punteados como el de Llull”.
Este saber hacer de una serie de jugadores encabezados por el Chacho, Llull y Rudy a los que se une Causeur y el mismo Tavares, son el corazón de un equipo campeón que tantas veces se advierte que no puedes dar por muerto y que tantas veces se esfuerza en recordar la famosa frase de Rudy Tomjanovic: “Don’t, ever understimate the heart of a champion”. Al español podríamos traducir como “Hasta el final, vamos Real”.
Foto: PETRAS MALUKAS/AFP via Getty Images