El Rincón de Apple Tree | El deporte no conoce a nadie
Otra vez. Esa sensación de ocasión perdida. Esa impresión de que hemos perdido el partido más que nos lo han ganado. Y en las dos últimas finales jugadas este año. Ésa sería la impresión mayoritaria de lo ocurrido en la semifinal de la Euroliga el pasado viernes. Hay más detalles, pero después de darle vueltas y vueltas al coco te quedas con que el Madrid lo tuvo hecho y lo dejó escapar.
Porque esto del deporte no entiende de merecimientos, justicias y guiones establecidos en películas que obedecen a un determinado estilo. El típico thriller que te hace pasar un mal rato y al final se resuelve con éxito para el protagonista. Esto del deporte es más bien como solía ser “Juego de Tronos” cuando seguían los libros de George R.R. Martin que tantas bocas dejaban abiertas. No respetaba nada. Como en el deporte. No se hacen prisioneros. Si te descuidas o confías, el rival te corta la cabeza por mucha pinta de protagonista virtuoso y justo que tengas. Que se lo digan a Ned Stark. Y si la historia se puede repetir, se repite. De nada vale eso de “la historia le debe una Euroliga a – ponga aquí el nombre que le parezca”. Si pensabas que Robb Stark iba a vengar a su padre, no sabías de qué iba esto. La competición no conoce a nadie.
Y eso le pasó al Madrid. Pensó que no le volvería a ocurrir lo que le arrebató la Copa ACB cuando ya se veía levantándola. En este caso era alcanzar una final, pero con mayor impacto al ser la continental. La tenía a la mano y se le escapó.
Podemos hablar de que dejaron de atacar, de que Llull estuvo horrible en la recta final. De que el Ayón que jugó el partido del domingo no era el del viernes. De que a los árbitros se les nublaba la vista cuando atacaba el Madrid y que eso iba cabreando al equipo cada vez más.
El equipo al completo, incluido entrenador, no supo gestionar esa ventaja que se ganó en el tercer cuarto y acabó frustrado por errores propios (juego plano y nada incisivo, cambios) y ajenos (el bocinazo, la técnica a Laso). Esta frustración durante los partidos también es una vieja amiga que parecíamos haber superado. El viernes pasado volvió con más fuerza a despertar viejos fantasmas.
Y con todo eso, aún hubo lugar para que la fortuna tuviera su dosis de protagonismo y centrados en la misma persona. Randolph comete un error terrible al dejar tirar a De Colo el triple que puso por delante al CSKA faltado poco más de 1 minuto. En la jugada siguiente es Randolph el que juega al poste y lanza a canasta errando y palmeando su tiro que, tras botar dos veces más en el aro, sale fuera. Hace unos días a Kawhi le sonrió la diosa con un tiro mucho más lejano, a Toñejo, no.
Londres y Milán fueron dos etapas de aprendizaje de este equipo en su camino hacia la gloria europea. Fueron duras, pero se podía entender como una maduración del proyecto que culminó en Madrid con el título y la sensación de una estabilización en la élite. Lo ocurrido el viernes se interpreta como una crueldad (por su evolución inesperada) propia de estos “guiones deportivos” que no conocen a nadie a la hora de atravesar el corazón o cortar cabezas. Por eso duele más, porque la forma en la que ocurrió era totalmente inesperada, aunque hubiéramos sufrido algo antes parecido. Y porque este equipo había logrado esa madurez que le daba un cierto grado de previsibilidad y certeza en su rendimiento. Error, en cuanto saltas al parqué entras de nuevo en terreno desconocido, por mucho que hayas librado batallas similares. Que se lo digan al CSKA y su leyenda negra. Quizá ellos tampoco se podían oler lo que pasó cuando iban 14 puntos abajo.