El Rincón de Apple Tree | Cómo no te voy a querer
Tengo la canción metida a fuego en la cabeza desde el tercer partido de la serie de cuartos contra el Anadolu Efes. Luego, el volumen aumentó hasta casi no dejarme dormir la noche del jueves del cuarto partido. Tras rozar la heroicidad legendaria del quinto encuentro, creo que voy a ir al médico a que me recete algo porque hasta durmiendo sueño con estos tíos. O mejor, no voy.
Pocos y muy optimistas eran los que daban alguna opción al equipo blanco en la serie contra los turcos. No voy a detallar las dificultades que han jalonado la competición de nuestro equipo en esta temporada. Mucho menos valorar la gestión de la misma, pues ni tengo información fiable para hacerlo, ni soy de la cuerda de los “gestores-de-sofá-a-toro-pasado-con-dinero-por-castigo”.
Se preveía una serie “corta” concediendo uno o ningún partido al Madrid. Y la verdad es que según se vio en los dos primeros, las previsiones tenían toda la pinta de cumplirse. La realidad golpeaba con fuerza a los chicos de Laso y tensaba las costuras de las camisetas blancas por donde se colaban los ataques del Efes una y otra vez. El ataque de los turcos funcionaba como un reloj de precisión y las canastas caían y caían en la cesta madridista como una cascada de puntos incontenible. Por el contrario, el grifo del Madrid, aunque por momentos en el primer partido parecía fluir con cierta continuidad, pronto se vio atascado por la defensa turca o por una pobre ejecución de los nuestros: pérdidas y mala dirección que resultaba en porcentajes de tiro que hacían imposible mirar a la cara a los de Ataman.
Y con esta sensación de impotencia se viajó a Madrid para lo que parecía la confirmación del pase a la Final Four de los azules. Aun así, y teniendo presente esa lucha de un Goliat contra otro que lo fue no hace tanto y ahora estaba muy mermado, la afición madridista estaba dispuesta a aplaudir (virtualmente) a su equipo en la finalización de la temporada de Euroliga 2020/2021. Parecía que se repetiría la ovación de 2016, pero esta vez asumida desde mucho antes en la serie, vista esa impotencia percibida en Estambul.
El conjunto blanco aguantaba con la goma las acometidas del Efes. Nos agarrábamos a la fe en este equipo y a su corazón, porque el desarrollo del juego era frustrante. Ante la más mínima oportunidad de recortar diferencias en el marcador, clavaban una flecha en los blancos en forma de un triple a final de posesión o una canasta imposible de Micic, Beaubois o el que tocara. Esta sensación era una constante en la serie. La de veces que el equipo de Laso parecía avistar una luz al final del túnel en forma de una improbable salida, que se tornaba en una galería cerrada con una canasta turca. Pero el Real lo volvía a intentar, y le salía mal de nuevo, y lo volvía a intentar y se acercaba. Esto ha protagonizado la serie a partir del tercer encuentro. La fortaleza mental para aguantar en el partido ha sido clave en los dos choques de Madrid y en la vuelta a Estambul. Este aficionado lo vio perdido unas cuantas veces, haciéndose a la idea para que doliera menos la eliminación. Y a la vez me repetía que todavía no estaba terminado, que había margen para la victoria, pero cada vez con menos fe.
Desde el principio de este playoff, el Madrid no ha dejado de encajar golpes como Rocky Balboa en el cuadrilátero. Ya en el tercer partido, tenía la cara como un mapa de los directos, ganchos, upper cuts recibidos… pero seguía de pie. Y mientras no cayera, había partido. Y así fue. Poco a poco, cuando todo parecía perdido apareció la figura de Llull al final del juego repartiendo asistencias y puntos que nos hacían creer en lo imposible. Ni en Rocky, Hoosiers, o Indiana Jones y sus finales increíbles cuando no quedaba esperanza, se pudo adivinar un final tan Hollywoodiense como lo ocurrido. Remontada histórica, cara de incredulidad, emoción a raudales y un Llull exhausto en la entrevista que lo resumía sencillamente con la frase: “I believe in this team. When you wear this jersey you have to fight till the end”.* La ovación de despedida podia esperar.
¿Y qué decir del cuarto partido? Si increíble fue el tercero, no podíamos imaginar que repitiéramos la proeza otra vez y de manera tan parecida. Parecía que le habíamos pillado el truco al transatlántico turco y teníamos sometido psicológicamente con las dos proezas de los blancos en Madrid. En este sentido, tenía perfecta vigencia, no la famosa frase de Rudy Tomjanovic sobre el corazón del campeón, sino la de Rocky Balboa “it’s not about how hard you hit. It’s about how hard you can get hit and keep moving forward. How much you can take and keep moving forward. That’s how winning is done!”**. Este Madrid de Laso, bregado en mil batallas, se había doctorado en soportar mamporros y darle la vuelta al resultado en el último momento. Se volvía a Estambul a jugar el quinto y definitivo partido con la tortilla (de patatas y sin cebolla, por supuesto) con la sensación del trabajo hecho, honor salvado, historia escrita y la leyenda a sólo un paso más de fe y fortaleza mental.
Y fue en este quinto partido, otra vez, donde el Madrid demostró su grandeza. Jugadores magullados uniéndose a la batalla con sus compañeros, jóvenes creciendo cuando más aprieta el sol, los veteranos cumpliendo y dando ejemplo. Ni el más loco optimista daba un duro por llegar empatados al último minuto del último partido y así fue. Hasta que llegó el enésimo zarpazo en forma de triple de 8 metros tras una buena defensa blanca. Poco margen de maniobra hubo esta vez, ni giro caramelizado Hollywoodiense, para aliarse con los madridistas en forma de mandarina salvadora. La cruda y dura realidad, que era abrumadora hacía sólo diez días, tumbó a los blancos para hacer historia desde el lado perdedor. Los turcos a la Final Four y los blancos al corazón de todos sus aficionados y al respeto de muchos otros por todo lo demostrado más allá del deber, valor o fortaleza mental en la serie. La magia de Laso y su equipo, haciendo que una derrota entre en la historia de esta época blanca como un título más. No conozco casos similares en la época moderna del baloncesto europeo y creo que no me aprieta mucho la bufanda. ¿Cómo no te voy a querer? Si te ganaste el respeto de Europa por enésima vez.
* “Yo creo en este equipo. Cuando vistes esta camiseta, tienes que luchar hasta el final”
** “No se trata de lo fuerte que golpees. Es lo fuerte que tú puedes recibir y seguir adelante. Cuánto puedes llegar a encajar y seguir moviéndote. ¡Así es como se gana!”
Fotos: Euroliga