El equilibrista supera la prueba napolitana
Me ha llamado la atención una reflexión extraída de la retransmisión televisiva: “El Madrid ha recibido un baño del Nápoles en la primera mitad. Todo hacía indicar que no le iba a ir bien tampoco en la segunda”. El anterior extracto resulta una fuente de inspiración para mí aunque no lo comparto. Discrepo de forma especialmente enfática con la parte que prevé una segunda mitad con un Real Madrid dominado, en apuros y con visos de claudicar.
El Madrid me tiene instruido en la confianza y en la credulidad. Cuando juega en un estadio rival en una eliminatoria europea y el adversario realiza 45 minutos de plenitud, en los que consiguen ahogar a Modric con una presión al límite de las fuerzas, algo me dice que no va a poder mantener el ritmo. Está documentado en la historia.
No quito ni un ápice de valor a lo que han hecho los italianos. Hemos visto un Nápoles en los inicios agresivo, intenso y con muchos jugadores con llegada a la frontal del área. Pero este mismo planteamiento te deja expuesto para que el Real Madrid acabe por decidir con lo que mejor hace: marcar.
No hay letargo que 90 minutos dure. Incluso cuando parecía que el Nápoles manejaba el encuentro, Benzema ha habilitado de forma prodigiosa a Cristiano que ha estado a punto de frenar el entusiasmo napolitano. Sí, incluso cuando el Madrid peor estaba se ha rozado el gol. El poste lo ha impedido.
En el descanso muchos han predicho el apocalipsis. No me uno a esos escépticos. El Madrid controla muchos registros y uno sabe que es imposible mantener un nivel de perfección; los errores acaban por aflorar y más cuando el Madrid presenta más cuajo al salir en la segunda parte. Un error en la entrega acaba por derivar un saque de esquina. Gol de Ramos. El Nápoles comprende una vez más lo que es este equipo: un conjunto dotado de un ilimitado repertorio de producción goleadora.
A partir de ese momento se ha acabado la eliminatoria, que se resuelve virtualmente con un nuevo gol de Ramos. Seguro que Sarri había incidido en ese punto, pero es natural ceder en algunas acciones.
Ahora tocan los espacios para la crítica y el descrédito hacia el equipo. Me imagino que aludirán a “se gana con la estrategia”, a que durante 45 minutos se estuvo a merced del Nápoles y que “así no se puede ganar la Liga de Campeones”. Ya. Me suena de otros años.
Se obvia que en una eliminatoria de 180 minutos es hasta normal que un rival te supere en alguna fase. La estrategia es un recurso más que válido y, lejos de que desmerezca el juego, engrandece al entrenador y a los jugadores. Otros clubes con fama en ese apartado se van estancando, mientras el Madrid sigue exprimiendo su pizarra. También conviene recordar que se ha invertido el paradigma. Durante años el Madrid sufría en ese capítulo y mucho más ante los italianos. Ahora agrada comprobar lo contrario.
Por último, me viene a la memoria un 2-0 ante el Borussia en la 2013/2014; un 3-4 ante el Schalke04 en la 2014/2015 y un 2-0 ante el Wolsfburgo la pasada temporada. El desenlace es consabido. Dos títulos europeos y una semifinal en tres años.
Por mucha doctrina que se siente hoy, la realidad es que el Madrid es como un gran equilibrista que en su competición favorita sabe aferrarse a ella. En algún partido puede caminar sobre el alambre, pero supera la prueba. Y una vez que esto sucede, el equipo adquiere un impulso y acaba postulándose hacia el éxito.
Es lo de todos los años. Por eso hoy no se debe prestar mucha atención a lo que se diga por ahí. Mejor irse a dormir. Sus vaticinios tienden a incumplirse, por suerte para el madridismo.