#DesdeLaGrada | La esperanza nació en Cardiff.
Cuando el 3 de junio de 2017 el Real Madrid levantó al cielo de Cardiff la duodécima Copa de Europa, la inexplicable sensación de felicidad que invadió a los que nos encontrábamos poblando las gradas del Estadio Nacional de Gales aquel día – y a todos los Madridistas del mundo por ende – fue de tal calibre que muchos de nosotros incluso los más conservadores, nos aventurábamos como hacía mucho que no sucedía a imaginar un nuevo ciclo de gloria dorado en nuestra ya de por sí lustrosa y grandiosa Historia. Al salir del estadio e ir a hacer tiempo a un Pub cercano para hacer lo más soportable posible las horas previas al vuelo de vuelta a la capital de España, recuerdo que a mis compañeros de viaje entre los que se encontraba mi hermano les dije: «voy sacando los billetes para Kiev el año que viene porque allí se celebrará la final de 2018». Pese a la euforia reinante en ese momento y sobre la que puedo prometer que no tenía efecto acelerador ninguna de las pintas de cerveza británica consumidas, el resto de mis compañeros de expedición me miraban como si estuviera completamente loco.
No era para menos poder presuponer un nuevo orden hegemónico en blanco dentro del fútbol europeo: el Madrid era el único Club que había conseguido ganar dos Copas de Europa consecutivas desde que la competición se denomina «Champions League» y los muchachos de Zidane deslumbraban al viejo continente con un fútbol que parecía reservado solamente a otros equipos que, casualmente, nunca eran el Real Madrid si nos ateníamos a lo visto y escuchado hasta entonces. El inicio de la temporada siguiente parecía prorrogar ese idilio con el fútbol tras una breve pausa veraniega y resurgió con la misma fuerza tras las dos Supercopas – de Europa y de España – ganadas a Manchester Utd. y Barcelona respectivamente.
La marcha del equipo tras las Supercopas en las competiciones de Liga y Copa, con el interludio del Mundial de Clubes de por medio, parecían dar la razón a todos aquellos que dudaban o aún dudan de aquella «fanfarronada» que éste que os escribe tuvo a bien soltar en Cardiff hace ya casi un año. La euforia parecía desvanecerse. La afición se abocaba al desencanto.
Sin embargo, los motivos que el equipo está dando en ésta, Nuestra Competición, para seguir creyendo son tan evidentes para seguir apostando por ellos que pueden o deben voltear la fe de hasta el mayor de los descreídos.
Ya sin «bolas calientes» en los sorteos han caído eliminados ante el Madrid dos de los grandes favoritos al título como son el PSG y el actual subcampeón, la Juventus de Turín. Cierto es que ambos sucumbieron no sin dificultades; ganar una Copa de Europa no es fácil como ya ha quedado suficientemente demostrado por aquellos que invierten cantidades ingentes de dinero año tras año con idéntico resultado, o sea ninguno. Cierto es también que el rival de semifinales es otro mostrenco de proporciones épicas, nada menos que el Bayern, pero no es menos cierto que como ya he comentado anteriormente en este foro, los que tiemblan cuando aparece la bolita-balón con estrellas rellena cual huevo Kinder con el papel que lleva el nombre del Real Madrid C. de F. son los demás equipos.
Si hay algo que caracteriza al Real Madrid es su fe inquebrantable que le lleva a no rendirse nunca y pelear hasta el final y su eterno deseo de victoria. Y si hay un escenario donde estas cualidades se ponen de manifiesto es en Europa y en la máxima competición continental. Y este año no ha sido una excepción. El juego desplegado, por fases ha sido brillante recordando al Campeón de 2017 y sacrificado las más de las veces, sin regatear ni una gota de esfuerzo en todas ellas para poder superar la fase de grupos y las eliminatorias.
Con el debate producido a lo largo de ésta y la anterior eliminatoria sobre si es mejor jugar el partido de ida en casa o fuera, si mejor jugar con 4-3-3 ó 4-4-2, si con Bale o con Benzema, o Isco, o Asensio y Lucas…., y el que también hemos tenido ocasión de vivir con motivo de la bonita iniciativa de Madridista Real de elegir a los 50 mejores de nuestra Historia, se puede comprobar que el Madridismo está vivo y parece volver a creer. La encendida discusión demuestra que esa llama también está prendida. La pata que nos faltaba: el summum; la eclosión.
El colofón perfecto a una historia real de una noche de primavera en Cardiff. Equipo y afición enchufados, esperanzados, ilusionados. Remando juntos como en las grandes citas ante la proximidad de algo histórico, una vez más.
Kiev se atisba a lo lejos pero no tanto. De nuevo, la fe de unos pocos locos cobra sentido real. De un real blanco, muy blanco. Del blanco del Real Madrid. #HalaMadrid
Texto: @pepo2204