#DesdeElOtroLadoDelCharco | Nos tienen rodeados
Como todo madridista que se precie, desde que clasificamos a la final de la Champions, he venido experimentando sensibles variaciones de carácter. Del brote eufórico inicial en el instante en que Çakir sopló el pitazo conclusivo del 1 de mayo a la ansiedad que se incrementa a medida que se aproxima el sábado 26, ya pasamos por todo el arcoiris de estados emocionales imaginables -con sus matices de personalidad o situación-, mas en líneas generales y casi en un rapto de normalidad, dentro de un mismo patrón de comportamiento que oscila entre una expectante algarabía y esa especie de status Babia propio de las antesalas de los grandes acontecimientos.
Sin embargo, de este lado del charco estas semanas han venido progresando en modo suplicio. Como si no hubiese bastado la escalada de cada peldaño clasificatorio, las incertidumbres deportivas, las zozobras arbitrales, las pullas anticipadas de la prensa y los particulares que nos quieren mal, el antimadridismo vernáculo no ahorra empeños en convertir la efervescencia previa a la disputa de la 13ª en un tormento desquiciado, una cuaresma profana, un bonus track de tribulaciones no anunciado en el paquete original.
El cóctel de fanatismo y frustraciones encadenadas ha conducido a los rioplatenses por un espiral de crispaciones ascendente que ya roza las cúspides del delirio. Hermano merengue, si crees que lo has visto todo en materia de antimadridismo dentro de los confines de la Madre Patria, vente a pasar la final de la Champions a la Argentina y maldecirás hasta al huevo de Colón.
Basta dar una mirada a los medios de comunicación, a las redes sociales o dejar caer el tema donde cuele así como al pasar y se tiene la impresión de haber acampado en Territorio Comanche, en una suerte de franja liberada entre las fronteras del País de las Maravillas y el Reino de Nunca Jamás.
Es tal el fuego cruzado que habita en las mentes de estos pobladores que la primera reacción que se tiene es no entender nada. Si los creyera capaces, podría pensarse que se trata de un plan orquestado para sembrar la confusión, que estamos una estrategia urdida adrede para desalentar toda inclinación del aficionado regular u ocasional hacia el Real Madrid, pero antes que autores es evidente que son víctimas de esa desprolija fantasmagoría que los envuelve.
Tan pronto hubimos clasificado, la TV comenzó a proyectar a continuación de las promos -fugacísimas- de la transmisión de la Final, compactos con goles de Messi desde que tenía 5 años, los mil y un capítulos de la despedida que viene hilvanando Iniesta, algún primerísimo primer plano de Piqué porque lo tienen por lindo… y una se preguntaba si es que no les habrían avisado que el Barcelona hacía rato que ya no era de la partida en este torneo, si se habrían quedado paralizados en el tiempo antes de la caída en el Olímpico de Roma, si los aquejaría un repentino ataque de amnesia o se habría vuelto loco el productor. ¿O es que los desavisados éramos nosotros y cuando lleguemos a Kiev nos encontraremos frente a frente con los chicos de Valverde? ¡Qué me revisen!
En los días subsiguientes se apreciaron atisbos de una ligera toma de conciencia, un incipiente principio de discriminación de categorías. El jugador fetiche siguió circulando en cadena nacional con los atavíos de su selección y en contexto pre-mundialista, el Barça acotado a sus copas y pasillos, Piqué a sus trámites de divorcio e Iniesta prolongando los adioses in aeternum. Salieron al aire nuevos teasers que, justo es decirlo, hasta se tomaron el detalle de hacer mención del Real Madrid como coprotagonista de lo que ahora proclamaban como un ‘duelo ante faraones’ (!) ¿Es que algún fixture paralelo señalaba un amistoso con la escuadra de Egipto? O acaso en un milagro de traslación de tintes loretianos, la casa de Anfield hubiese reubicado sus instalaciones entre la Esfinge de Gizeh y la Represa de Asuán. Con esto del Brexit nunca se sabe…
Pues no, nada de eso. Sólo por despuntar ese pernicioso vicio de sembrar el pánico que cultivan los publicistas por estos lares, vinieron a valerse de la metonimia solariega del delantero estrella de nuestros rivales para mitigar el trauma que les producían ciertas ausencias en estas instancias decisivas. Es que sí, amigos, a falta de la niña y sobre todo del niño de sus ojos, los argentinos se volcaron masivamente a hinchar por el Liverpool y se desmelenan en procura de excusas para justificarlo.
Aunque haga ya varios años que no militan compatriotas en las filas yeyes, aunque pertenezcan a una nación que los derrotó en una guerra y con la que aún se mantienen en conflicto, aunque anida en la sociedad un odio manifiesto hacia los británicos cuya única reivindicación parece haber sido el gol con la mano de Maradona en México ’86, a medida que se aproxima la fecha del cotejo, suenan en todas partes, cada vez con mayor frecuencia, baladas de los Beatles, que como todos sabemos tampoco eran del Liverpool!! (Bueno, John quizá sí lo fuera poco, pero seguramente por algún influjo perverso de Yoko).
Si a todo esto le añadimos que estamos hablando de un país de fundación española, con un aporte migratorio peninsular preponderante en su conformación demográfica; este empecinamiento antimadridista sólo puede explicarse en términos patológicos. Evidentemente no es casual el auge que tiene la psicoterapia en la sociedad porteña.
Ahora bien, a todo esto, mientras ellos se arrellanan en los divanes de sus terapeutas abrazados a sus Freuds, sus Lacanes y sus contradicciones, la diáspora madridista quedará librada a su suerte.
Pero qué suerte se nos depara, si somos tan por escasos por estos pagos que ni nos conocemos. Y los que alguna vez entramos contacto, no nos dirigimos la palabra. Hasta que punto prevalecerá la tortuosa idiosincracia de esta gente, que el ‘presidente’ del presunto proyecto de peña que hay en Buenos Aires me ha bloqueado en Twitter (les ahorro los detalles del episodio que condujo a semejante desenlace; baste con apuntar que más que peña, lo que este sujeto se traía entre manos era una especie de logia salvaje con menos de medio centenar de adherentes, dedicada a masticar milanesas y vender carnets de su propia confección, antes que a seguir los reglamentos del club para estos casos y poner en orden los papeles).
Ser del Real Madrid de este lado del charco se está tornando una actividad clandestina. Y a qué negar que esa sensación de estar cultivando lo prohibido lo embellece.
Así pues, a falta de camaradas presenciales, el sábado me daré cita con la peña virtual de #MadridistaReal, y pese a que los husos horarios y otras malas costumbres no sean propicios para hincarle a las raciones de alitas de pollo y pinchos de tortilla, me apearé ante la tele aferrada a una taza de café caliente para hacer frente a los fríos unísonos de la primavera de Kiev y el otoño local y asistiremos juntos a la última batalla. Quién sabe si a una nueva hazaña. Que así sea.
Quién sabe si entonces, al caer la tarde, con la salida de la 13ª estrella, no me encuentre pavoneando una callada sonrisa de oreja a oreja por las inmediaciones del Obelisco, que a esa hora lucirá brillante, blanquísimo y madridista contra su voluntad. Como un monumento al mayor acto fallido que ni la arrogancia porteña habrá podido impedir.
Texto: @juliapaga
Foto Portada: AS