#DesdeElOtroLadoDelCharco | Los gritos del silencio

#DesdeElOtroLadoDelCharco | Los gritos del silencio

“Cuantas veces el silencio es la voz de la verdad”

(Que el letrista no se olvide. Raul Castro – Jaime Roos)

 

– ¿Qué tal si te mandas unas cuartillas para la próxima semana?

Te plantas ante el teclado y adviertes que estás en blanco.

– ¿Qué más quieres? Si eres del Real Madrid, es un buen comienzo – me dice mi editor y me dirimo entre ahorcarlo y abrazarlo.

A fin de cuentas, es cierto: cualquiera se larga a hablar del Real desde banderías más polícromas que nalgas de mandril, mientras una aquí se mantiene guardando el más níveo de los silencios.

Es que hemos llegado a un punto en que a veces es preferible esperar a que se cumpla el protocolo anunciado por el aforismo de la boca del pez, que andar respondiendo a cuantas sandeces cosechamos a diario en los medios y ámbitos menos imaginables.

Leo a los colegas de España indignarse a diario con la parcialidad que ostenta la prensa deportiva por aquellas costas, cuyo grado de descaro quedó denunciado a carta cabal en el tuit de Isco Alarcón que dio la vuelta al mundo la semana pasada. Pese a lo cual a muchos los tuvo sin cuidado que el video de Isco se hiciese viral, pues también el fenómeno de ‘las dos varas’ se está consolidando como el parámetro axiológico de la profesión periodística a nivel global.

Jesús Gallego y Manolo Lama en El Golazo de GOL | Foto: SPORT

Desde este lado del charco, no es menos grosero el modo en que el periodista se ha convertido en ese ‘lorito que habla todo de todo sin saber nada de nada’ que retrata Marechal en su magnánima novela El Banquete de Severo Arcángelo. Y el terreno futbolístico se muestra fértil para que florezca el culmen de ese modelo. Así hemos ido dejando que los loritos parloteen impunemente en sus perchas y nos quedamos callados. Entre los más veteranos juega en buena medida el factor acostumbramiento. Las jóvenes generaciones, en cambio están siendo educadas, no ya para aceptarlo pasivamente, sino lo que es más grave, para ejercerlo.

Hasta el año pasado dicté clases de redacción y estilo en la carrera de periodismo deportivo de una facultad de Buenos Aires. A primera vista mi alumnado, distribuido entre varios cursos, acusaba una impronta llamativamente barcelonista, manifestada en indumentaria, accesorios y fraseología típica; mas ese rasgo, en apariencia inocente, no tardó en revelarse como la punta del iceberg o la tapadera de un antimadridismo tan acendrado como unánime -que los hay, los hay, por lo menos hasta no se demuestre que la tierra es plana, al decir nuestro amigo @FGWynne-.

Un par de detalles tornaban la situación mucho más inquietante: uno, que no estábamos en España, por lo que una sospecharía que los chicos darían prioridad a equipos locales en el orden de sus aficiones; segundo, que las asignaturas a mi cargo abordaban sólo tangencialmente temas de orden deportivo, pues eran currículas que imponían concentrase en asuntos de gramática y sintaxis, elementos de expresión oral y escrita, detección y corrección de errores frecuentes en la jerga informativa y tal.

Como quiera que fuese, el fanatismo que profesaban mis discípulos era tan indoblegable que todo lo que no se ingeniaban para conjugar correctamente el futuro del subjuntivo, lo aplicaban a buscar el resquicio por donde destilar el germen de sus rencores. Y bien que lo conseguían, aunque admitamos que sus recursos resultaban tan limitados que costaba detectar si eran producto de una imaginación tortuosa o de una predisposición natural a la ignorancia.

Sus trabajos prácticos componían una antología de todas las iniquidades que se le hayan atribuido al Real Madrid por lo menos desde la expulsión de los moros en adelante, así fuesen las cacerías de La Santa inquisición, la conquista de America, el bombardeo de Guernica o los fusilamientos de Goya. Bueno, quizá su parquedad cultural no diera para tanto, pero todos tarde o temprano terminaron entregando alguna ‘investigación’ probatoria de los ‘estrechos lazos’ entre el franquismo y el Real.

En sus crónicas de partidos toda victoria merengue era comprada o injusta; toda derrota, un acto de reivindicación, una restitución del equilibrio universal, un exorcismo consumado. Los jugadores albos eran sistemáticamente pintados como seres fríos, calculadores, egotistas e indiferentes a cuanto trascendiese de sus abdominales o sus cuentas bancarias.

Raramente se ocupaban del desempeño futbolístico del Barcelona. Los pocos artículos que dedicaban al club de sus amores apenas si rozaban el tema deportivo, como tampoco el dirigencial o empresarial. En cambio, sus textos narraban el romance eterno de Messi con su primera novia y única mujer, que Messi había grabado un spot para las abuelas de Plaza de Mayo, que Messi había tenido un hijo, se había comprado un perro, un yate o una mansión; e infinidad de ‘historias de vida’ sobre chicos que padecían ‘la misma enfermedad de Messi’ (?) -debe haber habido una epidemia- quienes, al carecer de acceso al tratamiento adecuado que les hubiera permitido convertirse en ‘el mejor jugador del mundo’, quedaron relegados a llevar oscuras y desgraciadas existencias por causa de sus desaventajadas anatomías.

Foto: SPORT

En el colmo del reduccionismo, cuando los accidentes del verbo les resultaban muy arduos o el análisis morfológico de los adjetivos les era esquivo, completaban sus ejercicios con una suerte de planas penitenciales, ‘Messi, Messi, Messi’, como toda respuesta.

Penitenciales para esta servidora que soportaba la pedrea con la resignación de San Esteban y proseguía sin inmutarse subrayando en rojo faltas ortográficas y errores de concordancia o puntuación.

¿Cómo se puede luchar contra una sinécdoque? Mis alumnos ni siquiera eran culés, eran messistas. Tomaban a Messi por el Barça y al Barça como un mal necesario para la presencia de Messi.

Durante un tiempo llegué a presumir que bajo la fachada de un instituto terciario, mis empleadores ocultaban una factoría ultramarina de becarios de Mundo Deportivo, As y Sport. Ciertas circunstancias determinaron que debiera abandonar mi cátedra antes de llegar a constatarlo.

Sin embargo, restringir el análisis al ámbito académico sería tan estéril como debatir la precedencia entre el huevo y la gallina. Los centros de estudio responden a un mercado preexistente compuesto tanto por la masa estudiantil en un extremo y los medios de comunicación como potenciales receptores de los futuros graduados del otro. El esquema básico de la oferta y la demanda diseñado con una estructura de línea de montaje y una preceptiva inspirada los postulados de la escuela de Francfort.

Los aspirantes a reporteros llegan a la mesa de inscripciones con expectativas definidas: obtener un título con escaso esfuerzo que les permita obtener entradas gratis, camisetas autografiadas, fotografías con sus ídolos, viajes, las migajas del banquete y las sobras de la orgía de la movida deportiva. Comparecen el primer día de clases con la mochila cargada de eslóganes y preconceptos absorbidos pasivamente, moldeados por la sobreexposición a un formato consolidado tanto desde los bastiones de la prensa nacional como por las sucursales locales de las cadenas internacionales.

Messi y Cristiano Ronaldo durante un Clásico | Foto: Cambio16

Dan por cierto y aceptado que Messi es bueno y Cristiano es malo, basados en un discurso maniqueo urdido no por sus desempeños en la cancha sino por un juego comparativo entre sus vidas extrafutbolísticas: sus respectivas historias familiares, sus relaciones de pareja, sus hábitos alimentarios o el anticaspa que publicitan y acaso hasta utilicen. Los únicos corresponsales españoles que escuchan son de origen catalán y filiación separatista, así se trate de la transmisión de un encuentro entre el Celta de Vigo y el Málaga, que aderezan con opiniones políticas cualquier intervención y se esmeran en explicar insólitas paramétricas según las cuales el Real Madrid podría entrar en zona de descenso desde la primera fecha de La Liga.

Observan cómo los propios cronistas argentinos descalifican a los compatriotas de Messi en puestos de selección: Higuaín erra penales, Agüero se lesiona con demasiada frecuencia, Dybala es muy independiente, Icardi tiene una esposa muy exótica. Han visto comparar a Messi con el Quijote, con San Martín, con Gardel y con el Che Guevara por lo menos.

Ante semejante coyuntura, no puedo más que terminar dándole la razón a mi editor, qué mejor que quedarse en blanco en el punto de partida y antes de pronunciarme en cualquier sentido, atender al consejo del padre Fernando, amigo y confesor, ‘tenemos que caer en la cuenta que nuestra realidad es más compleja de lo que creemos y tener presente que «El hombre prudente oculta su saber; mas el corazón de los necios hace pública su necedad” (Proverbios 12,23).

Texto: @Juliapaga

Foto: COPE

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