#CrónicasVikingas | El verano del des-amor
Corría el verano de 1967 cuando un festival de música en San Francisco se convertiría en un hecho histórico que pondría patas arriba el stablishment yankee a favor de la llamada contracultura hippie y del flower power. Scott McKenzie marcaba el pistoletazo de salida con su inolvidable “San Francisco” ante miles de personas ávidas de buenrollismo, drogas y amor.
Esa actitud ante la vida se reflejaba claramente en gran parte de la juventud americana, hastiada por la absurda guerra del Vietnam y deseosa de nuevos aires que abrieran una etapa menos conservadora e imperialista. Multitud de universitarios de todos los rincones de América se movilizaron en dirección a “Frisco”, haciendo del festival un evento popular que estuvo controlado por la policía, alerta ante posibles revueltas.
Pero como magistralmente cantaba el Rey Lagarto Morrison con los Doors en When the Music´s Over, cuando la música se acabe enciende las luces. Todos sabemos como terminó el hippismo y el ñoño e irreal Flower Power, con mandamases y adinerados empresarios en la actualidad renegando de esa etapa de su vida y muchos sueños oníricos destrozados por el LSD y otras sustancias psicotrópicas. Todo este recordatorio histórico viene a colación del convulso e inesperado verano que estamos teniendo los parroquianos merengues, aún en fase de digerir las marchas de dos iconos absolutos de una de las etapas más fascinantes y gloriosas del Club después de un nuevo golpe de tuerca para la historia en la competición fetiche, la Champions.
Cuando todo tenía que ser playa, mojitos y mirar de reojo las glamourosas giras americanas, el madridismo se encuentra convulso ante el adiós (pocos días después de la última gesta en Kiev) del emblema Zizou, Alfa y Omega indiscutible de éstos excelsos años y que fue fundamental para que una plantilla poco dada a rigores tácticos excesivos y más bien dispersa en las competiciones largas sacara a relucir su indudable arsenal, minimizado por un entrenador metódico y obsesivo como es Benítez. Y si la inesperada pérdida del mito galo no fuera suficiente, semanas más tarde se concretó el famoso “que viene el lobo”que año tras año había protagonizado desde su llegada a Madrid el astro portugués.
Nadie en su sano juicio puedo poner en tela de juicio el rendimiento de Cristiano en el Madrid, sus números son demoledores y la importancia de ellos ha sido capital para la riada de títulos que hemos protagonizado estos años, pero sí flota en el ambiente la sensación de que en todo momento ha sido una especie de acuerdo tácito entre ambas partes del estilo de tú hinchate a marcar goles con nosotros y a cambio te lo devolvemos con trofeos y prestigio debido a la siempre inestable y tormentosa relación que ha tenido con Florentino y una parte de la afición que le veneraba como jugador pero rechazaba muchos de sus tics y comportamientos.
Ahora el debate se centra en el futuro más inmediato y como contrarrestar los cerca de 50 goles anuales que el de Madeira se lleva a Turín,preguntándome mi sobrino,mis amigos e incluso un antiguo conocido que veo en el bus si de verdad no vamos a fichar ningún “nueve” con cara y ojos. Suena un poco delirante y arriesgado encomendarnos a la eclosión definitiva del talentoso Asensio, a un proyecto de crack como Vinicius y más discutible aún a dos jugadores tan ciclotímicos e inestables como son Karim y Gareth. Aún queda mercado por delante,pero todo apunta a que las grandes piezas son inaccesibles ante el músculo económico de los Clubs-Estados y las reticencias de la cúpula a pagar millonadas por jugadores no tan brillantes aunque seguramente ideales para ser un nueve de referencia en el Madrid post-Cristiano.
Si la planificación consiste como dice un admirado colega de esta página en cambiar a Morata, CR7 y Mariano por Mayoral y De Tomás es que está hecha seguramente por Joan Gaspart, personaje por otro lado admirado y muy querido por millones de madridistas… Pero a pesar de los nubarrones solo estamos en Agosto, y la leyenda indomable del Madrid cuenta que siempre vuelve y que nos va mucho mejor cuando parecemos en descomposición y abatidos que cuando vamos de gallitos y con la prensa dándonos favoritos por doquier.
Texto: Guillermo Caridad