#CrónicaReal | ¿Otro mal día? (0-2)
Este Madrid de sol y luna, capaz de perder ligas adulteradas en la primera vuelta y ganar Champions seguidas como si no costara, con esa inconsistencia que se aprecia incluso dentro de un partido de conexiones y faltas de cobertura, esa falta de solidez y regularidad que no aparece desde la etapa de Mourinho (con Zidane logramos la regularidad de resultados en las dos competiciones, pero con partidos ligueros salvados in extremis producto de esa inconsistencia), volvía el Día de Reyes para intentar compensar con el regalo de una victoria la nueva decepción provocada con la derrota en Villarreal.
Y lo hacía con lo que parecía el reconocimiento de un error. Con Isco en el banco y Vinicius de titular. Aunque sin Reguilón en la partida. Pero nos dieron carbón.
Era evidente que si planteas una segunda parte a la contra para aprovechar los espacios que dejará el rival, como ocurrió en Villarreal, debes apostar por jugadores que hagan desmarques en ruptura, es decir, Vinicius como recambio, además, natural de Bale, pero Solari cometió el error de sacar a Isco, que no te va a hacer un desmarque en ruptura en la vida, y que sería el adecuado para plantear un partido dominante (situación en la que también cabe Vinicius). Así nos encontramos un partido de contragolpe sin nadie que hiciera un desmarque, con la salvedad de Lucas Vázquez. Pasó lo que pasó.
Solari pareció rectificar aquí para plantear un partido vertical y que la ausencia de Bale se notara lo menos posible, pero una vez más el equipo salió dormido y en la primera jugada recibió una situación de peligro (en Villarreal fueron dos, una de ellas terminó en gol), que desembocó en un penalti.
De nuevo en la parra, que seguro es culpa del entrenador que nos dejó hace unos meses… y no de Marcelo, que parece jugar con más desidia aún de la que enfrentaría una pachanga.
Desgraciadamente, lo que por fortuna fue rápida reacción en el anterior partido a domicilio, aquí no pudo ser, y la pelota no entró… Este Madrid juega mucho peor que el de Lopetegui, independientemente de los “odiadores” que tenga el entrenador guipuzcoano, pero los resultados, con sus irregularidades, estaban camuflando esa realidad con Solari (eso y que apostara por más rotaciones y diera más oportunidades a jugadores con los que Julen no contó tanto).
Y es lo que vimos en la primera mitad, un calco de aquellos partidos con Lopetegui, cuando el equipo entró en barrena, donde el dominio, la posesión, las ocasiones numerosas eran nuestras, pero también lo eran la incapacidad para definir y la facilidad para encajar en los primeros minutos.
Tuvimos ocasiones, y palos, por supuesto, pero ninguno entró. Solari perdió esa flor que decían algunos…
La segunda parte fue más dividida, más en el alambre, donde volvíamos a crear ocasiones, casi todas gracias al desparpajo, calidad y actitud del joven Vinicius, que muestra cómo debe desenvolverse alguien que juega en el Madrid, pero también empezamos a conceder más facilidades a la Real Sociedad, que tuvo las suyas porque ahora sí podía salir de su campo.
Cuando llegó la expulsión de Lucas Vázquez, sumado a esa tendencia que ya habíamos padecido esta temporada, la esperanza de una remontada quedo bajo mínimos… aunque pudo llegar…
El último tercio del encuentro fue un quiero y no puedo de los nuestros, que no hicieron mala presión a lo largo del encuentro, sobre todo en la primera parte, y un suspiro en cada contra de la Real Sociedad que veía cerca poder rematar el partido. En las postrimerías llegó el gol definitivo que nos dejó sin margen…
Pero…
Soy crítico y he sido crítico con el equipo cuando ha tocado, siempre con mesura y desde el análisis, siempre con optimismo. Este año no pintaba bien por lo que se veía en momentos concretos y tendencias, pero lo que le ocurre al club está lejos de lo normal y de circunscribirse a un examen estrictamente deportivo.
El madridista ansía valorar a su equipo desde ese prisma, y tiende a ello, obviando aspectos que llevan a causas que padecemos. El principal culpable de esto es el propio club con su silencio e inacción, acompañado de esa tendencia del aficionado.
Lo que ha ocurrido hoy ni es nuevo ni es raro, simplemente ha desquiciado más por la situación del equipo y la Liga de decepciones que llevamos. Donde vemos a los culés salir en masa, desde el club y sus medios, ante cualquier error, o no error, que les lleve a perder puntos, incluso en los partidos a los jugadores acosar al árbitro, chocarle el mentón y dar coces a rivales con impunidad, aquí tenemos estatismo y sumisión… Y si alguien se queja en el campo tiene su tarjeta inmediata.
Lo visto hoy en el Bernabéu, y lo trato aparte de lo futbolístico, ha sido un escándalo mayúsculo que poco tiene que ver con los errores o la incompetencia arbitral. Ha sido algo premeditado y asumido, pasándose por el forro la posibilidad de evitar esos errores que siempre se dirigían hacia el mismo lado. Una tendencia arbitral que siempre e indistintamente protege a los equipos rivales para que puedan hacer faltas tácticas y juego duro sin sanción alguna, condicionando el encuentro.
Es muy difícil ser jugador del Madrid, y no me refiero a la exigencia, que siempre se tuvo, sino a la histeria que los acosa en los últimos años, más de 15.
Es surrealista que un equipo que viene de ganar tres Champions seguidas, cuatro en cinco años, que iba líder en liga y da una exhibición en Champions contra la Roma, caiga en dos semanas en el apocalipsis que cuestiona todo el proyecto, llevándonos a resultados y números extrañísimos e ilógicos. ¿26 goles? ¿Tan malos son siendo del Real Madrid? ¿Sólo 26 porque no está el genio Cristiano? Podemos hacer ese análisis simplista, sobre todo con la cantidad de ocasiones creadas, pero hay mucho más, porque esos errores no son la primera vez que suceden, incluso llegando a la centena al final de tempoada.
El Madrid, y en concreto el jugador madridista, vive y juega en la histeria desde hace más de 15 años. Es algo, como digo, que va más allá de la exigencia. Es la sensación de que los cielos caerán sobre tu cabeza en cada partido si no se gana, que en cada partido juegas con reglas distintas, donde cada falta tuya amenaza expulsión y las de los rivales son consentidas para mantener ese sistema defensivo que evitaría una derrota… una política que el jugador termina por asumir incluso psicológicamente.
Jugando en ese estado, la idea de dar la cara en competiciones de regularidad parece una epopeya. Y una quimera. No sabéis cuánto admiro al Madrid de Mourinho y al de Zidane, que lograron lo que parecía imposible en un sistema corrupto de diseño maquiavélico.
Y es que nos quejamos de ello, criticamos, pero enseguida nos desviamos para zurrar (con razón muchas veces) a los nuestros, pero si no erradicamos ese cáncer, si no se da la cara, seguiremos con estas situaciones anti natura, surrealistas, que sólo despiertan desconcierto. Y es una labor que debe empezar el club. Sí o sí.
Hay algo que se me escapa para que se mantenga este silencio a esa reiterada situación.
¿Qué vamos a hacer? ¿Vamos a dar la cara como madridistas o a mirar a otro lado y pensar que fue otro mal día del árbitro?
Otro más.
Texto: @MrSambo92
Foto: RealMadrid.com